Es bueno querer hacer del mundo que nos rodea un mejor lugar, y tal deseo es algo que se puede esperar cuando las personas se acercan a Cristo y le sirven con sus vocaciones como sal y luz (Mateo 5;13-16). Pero esa no es la misi—n de la iglesia. La misi—n que se nos ha dado en Mateo 28:18-20 es bastante espec’fica: Hacer disc’pulos a las naciones a travŽs del bautismo y las ense–anzas.
Si no es bautizar y ense–ar, lo que hacemos puede ser legal o incluso ordenado, pero no es obediencia a la Gran Comisi—n.
—William Schweitzer, Ph.D., misionero,
Iglesia Presbiteriana de las AmŽricas (PCA) [1]
Un incendio forestal se est‡ extendiendo a travŽs de los c’rculos evangŽlicos, y est‡ comenzando a quemar con fuego abrasador las definiciones de las palabras evangelio y ministerio del evangelio.
Redactada en un lenguaje atractivo y con esl—ganes ambiguos, alcanza amablemente a una nueva generaci—n impregnada de una mentalidad liberal, sin fundamentos teol—gicos en el Nuevo Testamento. Est‡ reuniendo a multitudes de cristianos que lo ven como un enfoque equilibrado del ministerio.
En los pasados a–os, era llamado el evangelio social. Hoy en d’a, los que usan ese nombre para describir a este incendio forestal, se arriesgan a ser vistos como personas estancadas, sin compasi—n o que viven en el pasado, en una Žpoca de aislamiento fundamentalista.
En este libro, le mostraremos una versi—n del evangelio social que est‡ reapareciendo bajo el disfraz de un nuevo enfoque en el ministerio de la misericordia y la justicia social. Esta, es una nueva forma que va m‡s all‡ de un llamado a involucrarnos con las necesidades de la sociedad.
Es un sistema teol—gico en s’ mismo, una cosmovisi—n que redefine la misi—n de la iglesia, del reino de Dios, de la vida cristiana e incluso de la definici—n de la palabra evangelio. Es casi una religi—n diferente.
La Biblia presenta el ministerio de la misericordia como un don del Esp’ritu Santo y como la demostraci—n necesaria de la vida de la iglesia local. Son maravillosos los celosos esfuerzos por ayudar a los pobres. Pero tenemos el mandato de estar alarmados cuando tanto entusiasmo afecta el significado del evangelio o de la misi—n de la iglesia[2].
El Dr. Rogelio Smalling y su esposa Diana son misioneros de la iglesia Presbiteriana de AmŽrica, sirviendo a LatinoamŽrica. Su iglesia matriz es una rama teol—gicamente conservadora del movimiento reformado. El Dr. Smalling es director de Visi—n R.E.A.L. (Reformaci—n en AmŽrica Latina), donde se da preparaci—n a cristianos latinoamericanos en cuanto a principios de liderazgo y sana doctrina.
Los esposos Smalling han viajado extensamente por LatinoamŽrica, ofreciendo seminarios y conferencias en iglesias de varias denominaciones y supervisando los centros de preparaci—n.
Su programa de preparaci—n, libros, gu’as de estudio y ensayos se encuentran disponibles, tanto en espa–ol como en inglŽs, en su sitio de la red www.Smallings.com
Prefacio
Cap’tulo 1: Mandato b’blico para los pobres
Cap’tulo 2: Coqueteando con la mentira
Cap’tulo 3: ÀDe quŽ se trata todo esto?
Cap’tulo 4: Interpretaciones extra–as
Cap’tulo 5: La misi—n de Jesœs
Cap’tulo 6: Jesœs y los pobres
Cap’tulo 7: El mandato de la creaci—n
Cap’tulo 8: El mandato cultural
Cap’tulo 9: El plan de Dios para redimir la creaci—n
Cap’tulo 10: Dinero y consciencia
Cap’tulo 11: El ministerio de la misericordia b’blico
Cap’tulo 12: La iglesia es un Žxito
Cap’tulo 13: Balanceando una canica
Cap’tulo 14: Evangelismo y justicia social
Cap’tulo 15: Vers’culos del Nuevo Testamento mal utilizados
Cap’tulo 16: Vers’culos del Antiguo Testamento mal utilizados
Cap’tulo 17: Palabras de moda
Cap’tulo 18: Comparando la Biblia con el evangelio social
ÀHa notado usted que existe una nueva moda dentro de nuestras iglesias? Es una mentalidad y cosmovisi—n que redefine la misi—n de la iglesia en aliviar la pobreza y buscar la justicia social, logrando as’ alcanzar el reino de Dios y, como consecuencia, crear una sociedad justa y equitativa, aqu’ y ahora. En algunos momentos, esta tendencia parece redefinir el mismo mensaje del evangelio.
Sin duda, usted ha o’do alguna de sus premisas, y pens— que esto suena un poco extra–o, pero lo dej— pasar. Posteriormente volvi— a escuchar algo similar y dijo, Òsuena bien, pero algo me molesta,Ó y tambiŽn lo dej— pasar. Sin darse cuenta, puede haber estado escuchando una peligrosa teolog’a que afecta la salud espiritual de la iglesia.
En este libro, vamos a descubrir de lo que se trata esta
moda, de d—nde vino y por quŽ es una de las m‡s serias amenazas
para la salud de las iglesias evangŽlicas contempor‡neas.
Es levadura que da–a toda la masa y desv’a a la iglesia de su prop—sito y llamado.
En realidad, esta moda no es nueva. Se trata de movimiento fracasado que reaparece de nuevo, adornada con un lenguaje conservador pero que est‡ encaminada al mismo destino.
De acuerdo con esta moda, el mandato b’blico para la iglesia de ayudar a disminuir la pobreza es una verdad indiscutible. Se nos ha dicho que es la obligaci—n de todos los cristianos. Los verdaderos creyentes demuestran la autenticidad de su testimonio al dedicarse al servicio de los pobres.
Segœn esta moda, todo esto es parte del plan de Dios para traer justicia social a la tierra, renovar a la creaci—n ca’da y ayudar a la humanidad a visualizar el reino de Dios. Se supone que esto tambiŽn traer‡ avivamiento.
Los defensores de este movimiento son tan inflexibles en este punto, que el tŽrmino mandato no es lo suficientemente fuerte para ellos.
En su libro, Cuando ayudar es malo, los autores Corbett y Fikkert[3] del Instituto Chalmers afirman:
...Cada uno de nosotros es, en cierta forma, responsable de ayudar a nuestra congregaci—n a ser todo lo que la Escritura la ha llamado a ser, incluyendo cumplir el mandato b’blico de cuidar de los pobres[4].
En el contexto, se refieren a los pobres de la comunidad y del mundo, y no œnicamente a los de la iglesia. Ellos ven como un deber moral el servir a los pobres en todo lugar. La œnica cosa que podr’a variar en este mandato es la manera en la que lo hacemos.
... Cada cristiano tiene un conjunto œnico de dones... que influyen en el alcance y la forma en la que se cumple con el mandato b’blico de ayudar a los pobres[5].
Estos autores incluso definen el ministerio apost—lico de la reconciliaci—n humana con Dios, como la mitigaci—n de la pobreza.
En primer lugar, citan 2 Corintios 5:20:
Nosotros os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Luego, interpretan este vers’culo como, ÒLa reducci—n de la pobreza es el ministerio de la reconciliaci—nÓ [6].
Segœn Corbett y Fikkert, la forma de reconciliar a la humanidad con Dios es mediante la reducci—n de la pobreza mundial. Har’amos caso omiso de esta interpretaci—n, si no fuera que est‡ escrita en letras mayœsculas en medio de una p‡gina, haciŽndolo el tema central.
En el libro Cuando ayudar es malo, se nos explica que la raz—n por la que Israel fue enviado al cautiverio fue por no cuidar de los pobres.
ÀPor quŽ fue enviado Israel al cautiverio? ... Numerosos pasajes en el Antiguo Testamento indican que la idolatr’a era un problema para Israel. Estos pasajes [En Isa’as] nos muestran el cuadro m‡s amplio... ÀPor quŽ estaba Dios tan enojado? Ambos pasajes enfatizan en que Dios estaba furioso con los Israelitas porque estos ignoraron su funci—n de cuidar a los pobres y oprimidos[7].
Sin duda, Israel fue negligente con los pobres. Es decir, con sus propios pobres, al igual que con los extranjeros dentro de sus fronteras. Nunca hubo un mandato para alimentar a los filisteos.
No es claro c—mo este principio se relaciona con la Gran Comisi—n. Pero podr’a implicar que, a menos de que la iglesia cumpla con su misi—n de reconciliar a la humanidad con Dios por medio de su lucha contra la pobreza, tambiŽn podr’amos entrar al cautiverio.
ÁQuŽ iron’a! M‡s bien la iglesia ir‡ al cautiverio si asumimos las ideas de este nuevo evangelio social. El cautiverio espiritual se ejemplifica en la Edad Media, cuando la iglesia decidi— promover el reino de Dios a travŽs de la invasi—n a estructuras pol’ticas y sociales, a–adiendo obras a la esencia del evangelio. El resultado: la Edad Media, Žpoca de oscuridad espiritual.
Timoteo Keller, pastor de la Iglesia Presbiteriana Redentor en Nueva York dice:
Una vida comprometida a hacer justicia para los pobres es la evidencia inevitable de una fe justificadora verdadera[8].
Cuando el Esp’ritu nos da la capacidad de entender lo que Cristo hizo por nosotros, el resultado es una vida entregada a obras de justicia y compasi—n por los pobres.
...la verdadera experimentaci—n de la gracia de Jesucristo, inevitablemente, motiva a un hombre o una mujer a buscar la justicia en el mundo[9].
Keller afirma, incorrectamente, que Jesœs explic— claramente la forma en la que cuidar a los pobres se aplica en la vida real.
A menudo Jesœs com’a en las casas con sus amigos y compa–eros. Para poner esto en un contexto m‡s moderno, lo que Žl est‡ diciendo es que debemos gastar una mayor cantidad de dinero y riquezas en los pobres que lo que gastamos en nuestro propio entretenimiento, vacaciones, y salidas sociales con nuestros compa–eros m‡s importantes[10].
En Jesœs humanitario, Dobl—n y Buckley nos dicen que ayudar a los pobres es una evidencia de la salvaci—n[11]. Los autores afirman que los cristianos est‡n muy equivocados si no creen que est‡n llamados a servir e invertir en aquellas personas que sufren enfermedad, pobreza, e injusticia...[12]
En realidad, esta es una verdad a medias. Si bien este es el llamado de todo el cuerpo de Cristo, no es necesariamente el de todas las personas cristianas o iglesias y tampoco se cumple usando los medios que estos autores sugieren.
Esta es la forma en la que nosotros lo vemos:
Escuchamos de un amigo evangelista que una vida entregada a ganar almas es el signo inevitable de una fe real en el verdadero evangelio.
De otros o’mos decir que una vida entregada a la bœsqueda de dones espirituales es el signo inevitable de una fe real en el verdadero evangelio.
Ahora, de esta nueva moda, escuchamos que una vida entregada a hacer justicia para los pobres es el signo inevitable de una fe real en el verdadero evangelio.
En todas esas ideas encontramos solamente verdades parciales, y eso es lo que las hace peligrosas. M‡s bien, una vida que ignora estos argumentos y se entrega a seguir sus propios dones, llamados y conciencia delante de Dios, es el signo inevitable de una mente sana.
En deuda con los pobres
Es b’blico que les debemos a los pobres la mayor cantidad de dinero que nos sea posible darles[13].
-Tim Keller
Es cada vez m‡s popular ver el servicio a los pobres como algo m‡s que simple caridad. Es una deuda que debemos pagar. Somos injustos si no se lo damos porque les corresponde. Los pobres tienen el derecho moral de recibir nuestra ayuda.
En Justicia generosa, Keller se refiere a una ley del Antiguo Testamento para ilustrar la idea de la deuda-a-los-pobres. La ley dicta que, en tiempo de cosecha, el propietario de tierras debe dejar algunos de los granos para ser recogidos por los pobres. (Deuteronomia 24)
Si leemos este texto con detenimiento, vemos que parte de la cosecha del propietario era para los inmigrantes y los pobres. Esto significa que para Dios, ya era suyo ... Si el propietario no limitaba sus ganancias para que los pobres tengan la oportunidad de recoger sus campos en beneficio propio, no solo los estaba privando de la caridad, sino tambiŽn de la justicia y de su derecho[14].
En el contexto, Keller se–ala correctamente que, ante Dios, somos simples mayordomos de nuestras posesiones. TambiŽn muestra c—mo la sociedad ha sido injusta con los residentes de clase baja. Sin embargo, a partir de ah’ concluye:
Por tanto, si Dios le ha asignado las posesiones de este mundo y no las comparte con los dem‡s, no es solamente porque sea avaro, sino tambiŽn injusto[15].
Otros evangŽlicos m‡s liberales, como ser Jim Wallis, Ron Sider y Tony Campolo, han estado abogando por la misma causa durante m‡s de 20 a–os. Nada de esto es nuevo. Se trata de una doctrina derivada directamente de un te—logo liberal, Walter Rauschenbusch, de hace mas de cien a–os.
En Cristianismo y el crisis social, escrito en 1907, Rauschenbusch, l’der del antiguo movimiento del evangelio social en los Estados Unidos, desarroll— la idea de que un hombre rico:
...no solamente es mayordomo de Dios, sino tambiŽn mayordomo de la gente. ƒl adquiere su riqueza de la gente y la guarda para la gente[16].
Rauschenbusch dice que si la ley ha concedido err—neamente a los ricos el Çderecho absolutoÈ sobre su propiedad y se ha olvidado de conceder el derecho de estas riquezas a la gente comœn, entonces no satisface en lo m‡s m’nimo el t’tulo moral[17].
En ese caso, la iglesia asume el papel de la conciencia que debe recordar a los m‡s ricos lo que le deben a los menos afortunados. De esta manera, La iglesia cristiana podr’a hacer una gran contribuci—n a la nueva justicia social al se–alar los derechos primordiales del pœblico... [18]
Observe c—mo el uso del tŽrmino justicia social de Rauschenbusch implica la idea de la deuda con los pobres. Cuando los maestros del evangelio social - ya sean nuevos o antiguos - utilizan el tŽrmino justicia social, no se refieren a la caridad. La palabra justicia no es sin—nimo de caridad y s—lo puede referirse a la rectificaci—n de un acto inmoral. Segœn ellos, somos deudores a los pobres.
Por lo tanto, es nuestro deber corregir la injusticia que cometimos. No es una obra generosa de caridad, sino de justicia.
Si esto no es lo que estos maestros quieren decir con justicia social, entonces el tŽrmino no tiene sentido.
Es significativo que la palabra evangelio aparece alrededor de 100 veces en el Nuevo Testamento. En ninguna parte se la asocia con el mandato de aliviar la pobreza. Este supuesto mandato b’blico es pura ficci—n, una conjetura basada en premisas err—neas.
__________________________
La idea de un mandato b’blico
para la iglesia de aliviar la pobreza
es pura ficci—n.
_____________
En Ecuador, durante nuestro ministerio evangel’stico, ayudamos a los indigentes cuando nos encontramos con ellos, y ten’amos que hacerlo, no porque eran pobres, sino porque eran personas. TambiŽn aconsejamos a los ricos cuando nos encontramos con ellos, no porque fueran ricos sino porque eran personas.
Esta ense–anza es una tremenda distorsi—n de la Gran Comisi—n, del ministerio del evangelio, de los dones y de los llamados individuales, que resultar‡ en el debilitamiento del poder del evangelio mismo si se descontrola.
El ministerio del evangelio se cumple cuando la palabra de Dios es predicada y ense–ada, sin a–adir nada.
Existe una nueva moda que proclama un mandato b’blico para la iglesia de aliviar la pobreza en la comunidad y en el mundo, lo cual es incorrecto.
á Esta nueva moda confunde la diferencia entre la caridad cristiana y la justicia social. La primera es obligaci—n de los cristianos, mientras que la œltima no.
á Algunos creen que la generosidad hacia los pobres es algo que les debemos para satisfacer la justicia. El Nuevo Testamento no dice esto.
á
Este punto de vista sobre una obligaci—n de parte de los cristianos hac’a los
pobres es, en realidad, el viejo liberalismo disfrazado para los
conservadores. Nada de esto es nuevo.
De acuerdo con el movimiento,
el mensaje del evangelio no solamente implica un llamado a la salvaci—n
personal, sino tambiŽn un compromiso a las necesidades f’sicas de la humanidad
en general, particularmente las de los pobres, y no solo dentro de la iglesia.
La correcci—n de la injusticia social es una parte inseparable de la misi—n de
la iglesia y un factor clave en la definici—n de la espiritualidad de sus
miembros, afirma el movimiento.
Sin estos elementos, segœn dicen, el evangelio estar’a incompleto, desequilibrado y mutilado. Este es el ÇautŽnticoÈ evangelio.
Esta ense–anza es, en realidad, una nueva versi—n del
fracasado evangelio social de principios del siglo XX, disfrazado para atraer a
los conservadores.
ÀEn quŽ se diferencia el nuevo evangelio social del antiguo?
El movimiento del evangelio social es un movimiento cristiano protestante intelectual que tuvo su auge a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. El movimiento aplic— la Žtica cristiana a los problemas sociales, especialmente a la justicia social, la desigualdad, etc ... Los l’deres del evangelio social estaban asociados principalmente con el partido liberal [de la pol’tica] ... y la mayor’a eran teol—gicamente liberales ... [19]
La diferencia entre los del antiguo y el nuevo movimiento es simplemente que el primero tuvo tendencia liberal y el actual sigue la l’nea conservadora. Este nuevo movimiento es realmente el antiguo, presentado a los cristianos como un nuevo llamado a la justicia social.
El nuevo movimiento tiene su propia perspectiva hist—rica acerca del antiguo movimiento, la cual consiste en lo siguiente:
Cuando se inici— el movimiento del evangelio social, el
liberalismo fue su mejor aliado. Los conservadores reaccionaron, concentr‡ndose
œnicamente en la evangelizaci—n. Aparte del liberalismo, no hab’a nada
particularmente malo con el movimiento. Si los evangŽlicos de hoy en d’a
agregaran nuevamente la bœsqueda de la justicia social, tendr’an como resultado
un poderoso movimiento que ser’a reconocido y apreciado por todo el mundo. (Esta no es una cita extra’da de la
literatura del nuevo evangelio social, sino m‡s bien un resumen de los t’picos
puntos de vista del mismo.)
Este escenario hist—rico suena perfectamente razonable. Pero tambiŽn est‡ completamente equivocado. Si bien el liberalismo del antiguo evangelio social era err—neo, este no era su principal problema.
Sin importar la presencia del liberalismo, el movimiento sigue estando errado por las siguientes razones:
á Presenta una falsa definici—n del evangelio o del ministerio del evangelio
á Una misi—n no b’blica para la iglesia.
á Ense–a que los cristianos tienen un mandato divino para ayudar a los pobres.
á Define el reino de Dios como una sociedad justa y equitativa antes de que Jesœs venga.
En la actualidad, la nueva versi—n de este evangelio tiene los mismos errores, ya que falsamente afirma que el evangelio est‡ compuesto por dos partes indispensables: la predicaci—n y el servicio a los pobres. Esto incluye la creaci—n de una sociedad justa y equitativa a travŽs de la conversi—n de las instituciones gubernamentales al cristianismo, junto con las preocupaciones ambientales.
El nuevo evangelio social conservador ha ca’do tambiŽn en estas incorrectas definiciones, pero sus defensores se consideran a s’ mismos distintos de los promotores de la versi—n anterior, simplemente porque rechazan el liberalismo. Esto es auto-enga–o. Las definiciones en s’ mismas son claramente liberales y lamentablemente antib’blicas.
Tanto para el antiguo como para el nuevo evangelio social,
satisfacer las necesidades materiales de la humanidad es tan parte de la misi—n
de la iglesia como el satisfacer las necesidades espirituales. Lo œnico que
tenemos que hacer es ÇequilibrarÈ nuestro Žnfasis actual en la evangelizaci—n
con la justicia social y tendremos como resultado un Çevangelio integralÈ que
har‡ avanzar el reino de Dios y asombrar‡ al mundo.
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El nuevo evangelio social es en realidad el antiguo
disfrazado para ser aceptado por los conservadores.
__________________________________________
Es por esa raz—n que decimos con la mayor amabilidad y firmeza como sea posible, que el nuevo evangelio social es en realidad el antiguo disfrazado para ser aceptado por los conservadores.
Imag’nese una colina con una iglesia en la cima. Un te—logo liberal conduce un tractor hacia la cima de la colina por un camino creado por Žl, empuja a la iglesia fuera de la colina y la reemplaza por una iglesia de su agrado.
M‡s tarde, un te—logo conservador conduce su propio tractor a la cima de la colina, pero por otro camino. Una vez arriba, destruye el edificio del liberal y lo sustituye por otro —idŽntico al edificio del liberal que acaba de destruir!— Y dice: Oh, pero el m’o es diferente, porque yo llegue por otro camino.
Esta es la forma en la que piensan los nuevos l’deres del evangelio social. Ellos insisten en que su mensaje es correcto porque es conservador.
Aunque el liberalismo era sin duda un problema, este no fue el error principal del movimiento. Cuando el pastor Bautista liberal, Walter Rauschenbusch, puso en marcha el movimiento del evangelio social en los EE.UU. en 1907 con su libro El cristianismo y la Crisis Social, no se estaba dirigiendo œnicamente a los liberales, sino a los cristianos en general, liberales y conservadores, cat—licos y protestantes.
Su motivaci—n, segœn dijo Rauschenbush, fue la preocupaci—n que sent’a por las deplorables condiciones sociales y el abuso que sufr’an los trabajadores por parte de los capitalistas. La lectura superficial de este texto muestra que Rauschenbusch se preocupaba muy poco de la precisi—n teol—gica a menos que esta apoyase sus suposiciones.
Sus preocupaciones sociales eran leg’timas, aunque sin saberlo, dirigi— a muchos por el camino equivocado al redefinir por completo el papel de la iglesia en el mundo.
Los profesores conservadores de hoy en d’a creen que volver a enfatizar el evangelismo dentro del evangelio social es crucial para el Žxito de este. Es, sin embargo, espiritualmente desastroso ya que la falta de evangelizaci—n no era el principal problema que ten’a el antiguo evangelio social. El problema fue que se agreg— algo a la misi—n de la iglesia, por encima de lo que Cristo orden—, lo cual lleva a la intoxicaci—n de la iglesia misma.
Alguien podr’a objetar: !Pero la justicia social es importante y correcta! ÀC—mo puede ser veneno? La raz—n: No importa en lo m‡s m’nimo si el elemento que se ha a–adido es bueno o malo. Tampoco importan las buenas intenciones de aquellos que lo a–adieron. El punto es que no debemos a–adir nada.
Para Dios no es asunto de cu‡l es el valor moral de la adici—n, sino el de la obediencia pura y simple. Esto significa hacer la obra de Dios a la manera de Dios.
Esta perspectiva hist—rica distorsionada se observa en cada l’nea de la literatura del nuevo evangelio social. Algunos incluso alaban a Rauschenbusch, por ser el gran precursor de una maravillosa idea[20].
El Nuevo diccionario evangŽlico de teolog’a menciona que este te—logo liberal Ò É admiti— que su conceptualizaci—n del reino representa un esfuerzo por cristianizar a la teor’a darwinista de la evoluci—n ... [21]
Por otra parte, Rauschenbusch Òno ten’a espacio en su teolog’a para la expiaci—n sustitutiva, un infierno literal, o la segunda venidaÓ[22]. Su doctrina sobre la depravaci—n humana tambiŽn era dŽbil, ya que ten’a una perspectiva casi ut—pica del potencial humano[23].
Es verdad que el antiguo evangelio social carec’a de evangelizaci—n, simplemente porque los liberales no tienen un evangelio con el cual evangelizar. Si Rauschenbusch se equivoc— a este nivel tan b‡sico, Àseriamos injustos en pedir a los seguidores del nuevo evangelio que identifiquen lo malo que ven en...
á Definir el reino de Dios como una sociedad justa y equitativa antes de que Jesœs venga?
á Ver a Cristo como un reformador social que fall— en su intento de establecer una nueva y ut—pica sociedad en la tierra?
á Considerar que la iglesia primitiva, sobre todo Pablo, entendieron err—neamente el contenido del evangelio y la misi—n de la iglesia?
Todos estos son puntos de vista expuestos exhaustivamente por Rauschenbusch. Mientras que los nuevos defensores del evangelio social no se aferran de la misma manera a Žstos, veremos en los siguientes cap’tulos c—mo coquetean con ellos.
S’. El nuevo evangelio social, al igual que el antiguo, es mucho m‡s que una manera de corregir el desbalance. Emplea presuposiciones mal aplicadas y una hermenŽutica inv‡lida. Contiene suficiente verdad para sonar cre’ble y suficiente error para ser peligroso. Es un sistema l—gicamente coherente de errores que suenan cre’bles.
Estos maestros no est‡n conspirando. Tienen pasi—n por la gente y por el evangelio. Al tratar de exhortar a la iglesia hacia el amor y las buenas obras, adoptaron sin saberlo, una actitud basada en medias verdades que conducen a graves errores. Esto es a lo que conducen:
á Desv’a a la iglesia de su vocaci—n b’blica
á Distorsiona el evangelio
á Redefine el ministerio del evangelio
á Ense–a un falso concepto del reino de Dios
á Es una forma sutil de legalismo
á Distorsiona la ense–anza del Nuevo Testamento sobre la vida de la iglesia, as’ como sobre los dones y llamado individuales
La salud de la iglesia est‡ en juego. Si no se mantiene bajo control, este movimiento diluir‡ el poder del evangelio y conducir‡ a la iglesia a la debilidad espiritual.
Algunos estudiosos han atribuido la decadencia espiritual y moral de ciertas denominaciones antiguas al evangelio social. Esto tiene sentido. Si el evangelio es distorsionado y la misi—n de la iglesia se desv’a, el Esp’ritu Santo se entristece y se retira, dejando una c‡scara vac’a, cristianos s—lo de nombre.
Una vez que una persona ha adoptado la nueva forma de pensar en cuanto al evangelio social, se pone unas gafas que le hacen ver las cosas de colores diferentes a lo que los ap—stoles ense–aron. Esto conlleva a una forma sutil de legalismo acompa–ado de juicio, un sentir de culpabilidad y una amenaza a la libertad de conciencia.
La frase evangelio social es anatema para la mayor’a de los evangŽlicos por su pasada asociaci—n con la teolog’a liberal. Los promotores de la nueva versi—n tratan de alejarse de esa palabra, aunque el contenido es similar. La nueva versi—n atribuye a menudo sus puntos de vista a palabras perfectamente apropiadas si son bien utilizadas. Estas incluyen ministerio integral, palabra y obra, evangelio completo, mandato cultural, la autenticidad del evangelio, contextualizaci—n, el ministerio de encarnaci—n, etc.
Esto lo hace confuso. Tenemos que estar muy atentos cuando un orador utiliza estos tŽrminos, para ver si est‡ disfrazando la teolog’a del evangelio social con tŽrminos correctos en otro contexto.
En la teolog’a, llamamos a esto manipulaci—n sem‡ntica; es decir, cambiar las definiciones sin previo aviso.
El nuevo evangelio social es un sistema teol—gico. Si solamente fuese un conjunto de suposiciones cuestionables, no nos molestar’a. Tampoco nos molestar’a si no fuese m‡s que un llamado al ministerio de misericordia. Pero es mucho m‡s que eso.
Algunos de los promotores de esta nueva ola son destacados hombres de Dios con grandes ministerios. Dudo que sus ministerios se hayan iniciado por medio del evangelio social, pero ese no es nuestro enfoque.
Respetamos mucho los logros de estos maestros y apreciamos su valiosa y evidentemente ungida contribuci—n a la literatura cristiana. No dudar’amos en sentarnos a escuchar su predicaci—n sobre cualquier tema b’blico, excepto Žste.
Este libro no tiene la intenci—n de disminuir el valor o la dignidad de los dem‡s ministros ordenados. Como tampoco nos gustar’a que sean v’ctimas de ataques agresivos en asuntos secundarios. No estamos apuntando con un rifle de peque–o calibre a los puntos dŽbiles de un buen movimiento con la esperanza de que algunas de las cosas que nos molestan desaparezcan. Nuestro blanco es el sistema entero.
El nuevo evangelio social es un verdadero sistema. Determinar c—mo exponer los errores sin causar da–os a los ministerios de hombres buenos, es un poco complicado, pero lo intentaremos.
Ninguno de los escritores que citamos en este libro, aparte de Rauschenbusch, son herejes. Todos ellos afirman los aspectos fundamentales de la teolog’a b’blica; la deidad de Cristo, la Trinidad, la salvaci—n por gracia, la infalibilidad de la Escritura y el juicio final. Nada en este libro pretende poner en duda su ortodoxia sobre las doctrinas esenciales.
Tal vez algunos de los autores que se citan en este libro no estŽn de acuerdo con todas las premisas del movimiento e incluso pueden estar en desacuerdo con las declaraciones de otros profesores de su propio campo. Sin embargo, es un sistema y por lo tanto, debe ser visto como tal.
Podemos dividir a los l’deres del movimiento en dos bandos: los que comunican la idea de que el ministerio de la misericordia es parte del evangelio y los que ven la misericordia como una consecuencia del evangelio. Richard Stearns, de Visi—n Mundial representar’a la primera, mientras que Steve Corbett, del Instituto Chalmers y Tim Keller, de la Iglesia Presbiteriana Redentor de Nueva York probablemente representar’an la œltima.
Estos bandos nunca convergen en el mismo punto: una parte indispensable de la misi—n de la iglesia es la de aliviar la pobreza en el mundo y lograr una sociedad m‡s justa y equitativa para manifestar el reino de Dios. Este es un deber moral de todos los cristianos, segœn ambos bandos.
Los seguidores del nuevo evangelio social protestar’an fuertemente de ser llamados seguidores del nuevo evangelio social por el simple hecho de ser conservadores.
Esto nos pone en un dilema. Por un lado, queremos ser justos y amables con los compa–eros conservadores que intentan trabajar para Dios. Por otro lado, debemos referirnos a ellos de cierta forma en este libro, por lo que nos dirigiremos a ellos como los nuevos maestros del evangelio social, ya que ese tŽrmino los describe de la mejor manera que podemos encontrar. No es nuestra intenci—n ser despectivos.
En base a nuestra observaci—n del
movimiento evangŽlico en las AmŽricas, parece que el nuevo evangelio social
anda desenfrenado. Algunos
lo ven como una nueva visi—n de la ortodoxia, la recuperaci—n de verdades que
no deben ser cuestionadas.
Ahora las estamos cuestionando. Pero esto no significa que pongamos en duda la integridad, la sinceridad o el valor de sus defensores.
La mayor’a de los cristianos que conocemos que poseen el don del ministerio de misericordia parecen estar ajenos a las cuestiones teol—gicas. Esto es t’pico de los que tienen tal don. Pocos se adhieren al pensamiento del nuevo evangelio social, aunque a veces parecieran hacerlo porque ven su ministerio como algo muy importante. Y est‡n en lo cierto. Lo es. La intenci—n de este libro no es el de desanimar dicho celo.
á El antiguo evangelio social est‡ renaciendo, disfrazado con un nuevo Žnfasis en el ministerio de misericordia.
á El nuevo evangelio social es en realidad el antiguo disfrazado para atraer a los conservadores.
á El nuevo evangelio social es mucho m‡s que un nuevo llamado para la participaci—n en ministerios de misericordia.
á El nuevo evangelio social considera err—neo al antiguo en su falta de evangelizaci—n y en su teolog’a liberal, no as’ en su punto de vista del evangelio y la misi—n de la iglesia.
á El nuevo evangelio social es tan peligroso espiritualmente como el antiguo.
El nuevo evangelio social declara que se debe mantener un balance entre la evangelizaci—n y el servicio a los pobres. Segœn este, esa es la correcta definici—n del ministerio del evangelio en s’ mismo.
Lo peculiar del nuevo evangelio social es que algunos de sus principios fundamentales son correctos cuando son bien aplicados. Pero cuando se los aplica incorrectamente, se convierten en verdades a medias que conducen a una cosmovisi—n cuasi-cristiana, con la cual es m‡s dif’cil de lidiar que con una herej’a absoluta. Es el fen—meno de Gestalt en el que un todo es m‡s grande que la suma de sus partes. En este caso, cuando se juntan las partes de esta ideolog’a para hacer un todo, esta se vuelve imp’a.
De acuerdo con los defensores del evangelio social, existe un mandato para las iglesias y los cristianos de servir a los pobres. Esta, segœn ellos, es la estrategia de Dios para evangelizar al mundo. Reducir la pobreza social es la raz—n principal por la que existe el cuerpo de Cristo en esta dispensaci—n. Aquellos que no entiendan esto son poco espirituales. (Ver Cap’tulo Cuatro)
De acuerdo con esta ense–anza, la iglesia existe como socia de Dios para establecer una sociedad justa y equitativa en la tierra. Por lo tanto, la iglesia tiene el mandato de luchar por la justicia social, la igualdad econ—mica, y el mejoramiento del medio ambiente.
El evangelismo es simplemente un subconjunto de esta misi—n. (Ver Cap’tulo Siete)
La mayor’a de los maestros del nuevo evangelio social concuerdan al decir que esto se completar‡ en la segunda venida de Cristo. Sin embargo, tambiŽn afirman que parte de esa tarea puede y debe llevarse a cabo ac‡ y ahora.
De acuerdo con esta teolog’a, Jesœs se comprometi— con los pobres. Ya que Žl es nuestro modelo, deber’amos mostrar la misma compasi—n por lo pobres y no solo presentarles el evangelio, sino tambiŽn alimentarlos. (Ver Capitulo Seis)
Dicen los maestros del movimiento que Cristo vino a establecer el reino de Dios en la tierra como una realidad visible a travŽs de la renovaci—n del orden social, antes de su segunda venida. La iglesia existe para cumplir este prop—sito.
El antiguo evangelio social defini— el reino de Dios como una sociedad humana renovada, la cual se lleva a cabo a travŽs del activismo cristiano. A pesar de que la nueva versi—n asocia correctamente a la iglesia con el reino de Dios, ambos lo asocian en cierto grado con un renovado orden social.
Muchos est‡n de acuerdo en que esta revoluci—n social se completar‡ solo cuando Cristo vuelva. Pero todos coinciden en que debe llevarse a cabo en parte ahora. (Ver Cap’tulo Cinco)
De acuerdo con el nuevo orden social, para que el mensaje de la justificaci—n por la fe sea completo, debe incluir tambiŽn el mandato de satisfacer las necesidades f’sicas de la humanidad. Sin esto, consideran que el evangelio est‡ truncado o incompleto. (Ver Cap’tulo Once)
Algunos creen que Dios tiene la meta de restaurar completamente a la creaci—n ca’da a su forma original y no solamente a las personas en ella. La iglesia tiene el mandato de trabajar como socio de Dios para perseguir este mandato, aqu’ y ahora.
La parte principal del plan es la de redimir la cultura. Ya que los cristianos est‡n dentro de la misi—n de Dios de restaurar la creaci—n, es necesario que se involucren en la cultura a travŽs de las artes, pero en una manera respetuosa. De acuerdo con el movimiento, esta es tambiŽn parte de la misi—n de la iglesia. (Ver Cap’tulos 7 y 8)
Algunos libros mencionan que el desequilibrio econ—mico entre clases sociales y naciones es una injusticia. Los cristianos Americanos deber’an sentirse culpables por sus altos ingresos materiales y, como consecuencia, encabezar la lucha en contra del desequilibrio mundial.
La reducci—n de la pobreza es un tema central en la misi—n de la iglesia y es parte del ministerio de reconciliaci—n del hombre con Dios. (Ver Cap’tulo Nueve)
En 1898 el Te—logo HolandŽs Abraham Kuyper present— una serie de lecciones en el Seminario de Princeton conocidas hoy en d’a como las Lecciones de Piedra. En estas, Kuyper desarroll— la doctrina de la gracia comœn, una idea perfectamente b’blica que explica la providencial preservaci—n de la raza humana, a travŽs de bendiciones materiales, tanto a los creyentes como a los no creyentes.
Kuyper insisti— correctamente en que el se–or’o de Cristo debe estar sobre cada aspecto de la vida. Debemos evitar el separatismo y participar dentro del mundo que nos rodea, para poder ver a Jesœs como Se–or de todo y no solo de nuestra vida espiritual. Esta es la mitad buena de las ense–anzas de Kuyper.
La doctrina de la gracia comœn es perfectamente inocua hasta que alguien decide exagerarla, sacarla por la tangente e imponer sobre otras personas su propio criterio en cuanto a cu‡l deber’a ser la misi—n de la iglesia. Ah’ es donde se crea el roce.
Fue de la idea de la gracia comœn que Kuyper sac— la noci—n del mandato cultural. Esta idea sugiere que existe un mandato para la iglesia, desde GŽnesis Uno, para salvar a las culturas del mundo y transformar la sociedad. Esto incluye la justicia social, la transformaci—n de las instituciones pol’ticas y sociales, la reducci—n del sufrimiento, la participaci—n en las artes y as’ sucesivamente.
Lo malo en todo esto es la forma en la que sugiere que lo hagamos. ƒl puso como fundamento esta peque–a doctrina de la gracia comœn. Kuyper sugiri— que tanto los creyentes como los no creyentes hemos sido creados a la imagen de Dios, y podemos trabajar conjuntamente para traer el reino de Dios a travŽs de la cooperaci—n mutua en todos los puntos mencionados anteriormente.
ÀPor quŽ fue esta la parte err—nea de su pensamiento? La Biblia no menciona en ninguna parte la relaci—n del evangelio con el mundo en base a la gracia comœn. Es cierto que la iglesia debe relacionarse con la cultura, pero debe hacerlo de otra manera; predicando y ense–ando fielmente la palabra de Dios. Esto incluye la innegociable voz profŽtica de la iglesia que reprueba, redarguye y exhorta a las culturas pecaminosas.
No encontramos ningœn mandato cultural elaborado por los ap—stoles como medio para obtener victoria. Lo que encontramos es la Gran Comisi—n, ense–ada por Jesœs, ejemplificada en el libro de los Hechos y explicada en las ep’stolas.
Es importante notar que en las Lecciones de Piedra, presentadas por Kuyper en un periodo de seis d’as, se citan muy pocos vers’culos de las Escrituras. La especulaci—n teol—gica reemplaz— la exŽgesis de la Escritura.
Tanto los te—logos Reformados como los Presbiterianos tomaron la idea original de Kuyper y la elaboraron. Esto no debe de sorprendernos ya que dentro de la teolog’a reformada, existe una molesta tendencia de interpretar el Nuevo Testamento a travŽs del Antiguo, lo cual es contrario al sentido comœn. Quiz‡s esta es la forma en la que la idea de un mandato cultural, definido anteriormente, lleg— a ser ortodoxia incuestionable en algunos contextos reformados.
Kuyper fue producto de su Žpoca. Naci— casi al final de la Žpoca llamada Iluminaci—n. La Era Industrial hab’a iniciado con asombrosos inventos; el motor a vapor, el telŽgrafo, los ferrocarriles.
Las cosas comenzaban a verse mejor para la humanidad. ÀQuiŽn sabe? Quiz‡s con la ayuda de la iglesia, Venga tu reino ser’a una oraci—n prontamente respondida.
Pero la Primera Guerra Mundial los baj— de su nube. Kuyper muri— en 1920, antes de que surgieran una serie de guerras y horrores en el œltimo siglo. Pero la plataforma teol—gica que construy— todav’a existe y hay denominaciones afectadas por tal teolog’a.
Si pudiŽramos representar las doctrinas con c’rculos, algunos ser’an m‡s grandes que otros. La salvaci—n por la sola gracia ser’a un c’rculo muy grande y los cristianos tendr’an el derecho de exigir que los que profesan ser creyentes se mantengan dentro de Žl. Tendr’amos el derecho de cuestionar la autenticidad de su compromiso con Cristo si es que se niegan a hacerlo.
El c’rculo representado la gracia comœn ser’a uno muy
peque–o en su comparaci—n. Desde la aparici—n de Kuyper, algunos han tomado
esta doctrina y la han aumentado de tama–o, convirtiŽndola en una plataforma en
la que esperan que todos los creyentes con un autŽntico compromiso con Cristo
se paren.
Adem‡s, le han a–adido a la plataforma una variedad de elementos; causas ambientales, asuntos de justicia social, reducci—n de la pobreza, desequilibrios comerciales y avances culturales. Sobre la plataforma tambiŽn encontramos a no creyentes con los cuales trabajamos en cooperaci—n para traer el reino de Dios a travŽs de cualquier similitud cultural que tengamos en comœn[24].
Algunas cosas se pierden sobre esa plataforma: El evangelio mismo, por ejemplo, junto con la Gran Comisi—n y la verdadera misi—n de la iglesia.
Hacer mucho Žnfasis en una verdadera doctrina muchas veces puede convertirla en algo tan da–ino como una falsa doctrina. La Biblia dice que Dios tiene una actitud bondadosa hacia la humanidad en general.
Pero cuando se manifest— la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor para con los hombresÉ Tito 3:4.
El tŽrmino bondad de Dios es, en realidad, una sola palabra en Griego, filantrop’a, e implica una actitud de benevolencia.
... el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen 1Tim. 4:10
Para que se‡is hijos de vuestro Padre que est‡ en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Mateo 5:45
Si bien no se dej— a s’ mismo sin testimonio, haciendo bien, d‡ndonos lluvias del cielo y tiempos fruct’feros, llenando de sustento y de alegr’a nuestros corazones. Hechos 14:17
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Hacer mucho Žnfasis en
una verdadera doctrina
puede convertirse en algo tan da–ino como una falsa.
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De todo esto, podemos concluir que el prop—sito de la gracia
comœn de Dios tiene dos partes: La preservaci—n de la raza y la revelaci—n de la existencia de Dios. Y eso es todo.
Nada de justicia social, de alimentar a los pobres o ningœn mandato cultural para la iglesia.
ÀEl concepto de gracia comœn tiene algœn uso evangel’stico? Si, si la usamos correctamente. Pablo lo us— con los Tesal—nicos cuando les dijo:
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un d’a en el cual juzgar‡ al mundo con justicia, por aquel var—n a quien design—, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Hechos 17:30-31
El mensaje diplom‡tico de Pablo realmente quiere decir: ÁEl tiempo se acab— amigos! Dios ya ha tenido suficiente de su cultura id—latra y pagana y su paciencia se ha terminado. Ahora es tiempo de arrepentirse porque pronto ser‡n juzgados por la forma en la que han estado viviendo.
Es as’ como Pablo se enfrent— a la cultura.
Casi al mismo tiempo de la aparici—n de Kuyper, apareci— Rauschenbusch a quien mencionamos anteriormente, el l’der del antiguo movimiento del evangelio social en los Estados Unidos.
Rauschenbusch ten’a preocupaciones leg’timas. Vivi— a principios de la revoluci—n industrial en la segunda mitad del siglo 19 y vio los abusos del capitalismo sin restricciones. Esto lo llev— a adoptar al socialismo como su filosof’a socio-pol’tica y combin— sus principios fundamentales con lo que quedaba del cristianismo dentro de su teolog’a liberal.
El resultado fue una serie de falsos principios muy parecidos a los mencionados anteriormente. Rauschenbusch sent’a que el desequilibrio econ—mico era una prueba misma de la maldad y de que la injusticia hab’a tomado lugar. Ya que es papel de la iglesia el lidiar con asuntos de Žtica, los cristianos deber’an encabezar los movimientos por la justicia social.
Segœn Rauschenbusch, Jesœs vino a establecer el reino de Dios como una sociedad justa y equitativa, y le dej— a la iglesia la tarea de completar esa misi—n. Ese es el prop—sito por el que existe la iglesia.
Como veremos en los cap’tulos posteriores,
todos estos principios son medias verdades seriamente distorsionadas y por lo tanto, enga–osas.
En la actualidad, la receta es simple. A–ade una sobredosis de gracia comœn a los principios del antiguo evangelio social, salp’calo con una pasi—n ret—rica, b‡telo r‡pidamente y hornŽalo en el calor de la pol’tica actual y las frustraciones sociales entre cristianos. El resultado ser‡ el nuevo evangelio social. Empacado con lindas etiquetas y servido libremente.
El problema es que esta nueva receta est‡ tan envenenada como la antigua.
En los siguientes cap’tulos, veremos por quŽ los principios mencionados anteriormente son teolog’a chatarra que bordean la herej’a, y gu’an a la iglesia en una trayectoria finalmente infructuosa.
Para poder entenderlo mejor, necesitamos revisar un principio de hermenŽutica, la ciencia de la interpretaci—n de la escritura. Un aspecto en particular expondr‡ la puerta a travŽs de la cual ingresaron estos errores.
á El nuevo evangelio social tiene como fundamentos de sus principios una serie de verdades distorsionadas.
á Estos principios, cuando son agrupados, forman un peligroso y convincente sistema de teolog’a err—nea.
Durante un encuentro con algunos cristianos pentecostales, se nos habl— acerca de su versi—n del Çevangelio completoÈ. Ellos dijeron que la sanidad divina est‡ incluida dentro de la definici—n del evangelio mismo. Cristo muri— no solo para salvar almas, sino tambiŽn para sanar enfermedades cuerpos.
Predicar el evangelio es informar a las personas que pueden ser salvas tanto f’sicamente como espiritualmente por medio de Cristo, dijeron ellos. De acuerdo con su interpretaci—n de ciertos vers’culos, ambas cosas est‡n garantizadas por medio de la misma fe en Jesucristo.
Al principio, esto pareci— tener sentido porque era un balance obvio entre lo f’sico y lo espiritual.
As’ como los promotores del evangelio social, ellos citaron vers’culos que mostraban que el sacrificio de Cristo inclu’a la creaci—n f’sica. Para ellos, era l—gico pensar que la sanidad les era garantizada si eran fieles y obedientes.
Sonaba extremadamente bueno y optimista. La raz—n por la que algunas veces fallaba era atribuida a la falta de fe. Esto nos pareci— simplista e irreal.
ÀQuŽ relaci—n tiene esto con el nuevo evangelio social? Se emplean
los mismos errores hermenŽuticos. En lugar de a–adirle sanidad al evangelio, el
nuevo evangelio social le a–ade el ministerio de misericordia. En lugar de
llamarlo un evangelio completo, lo llaman ÇintegraÈ.
El ap—stol Pablo, en su detallada presentaci—n del evangelio en Romanos y G‡latas, no menciona ni la sanidad f’sica ni las obras de misericordia como parte de su definici—n del evangelio.
A partir del libro de los Hechos, vemos la sanidad divina como algo que a veces acompa–a a la predicaci—n del evangelio, segœn Dios concede. Es lo mismo con el ministerio de misericordia. Pero ni el uno ni el otro forman parte del evangelio.
As’ como en el caso de nuestros amigos pentecostales, los promotores del nuevo evangelio social ven a aquellos que difieren de sus puntos de vista de la siguiente manera:
á Son espiritualmente superficiales.
á Les falta un entendimiento completo del plan redentor de Dios.
á Les falta compasi—n por los pobres y por la justicia social.
á Est‡n estancados en el pensamiento tradicional.
á No son progresivos.
El evangelio b’blico es la justificaci—n por medio de la sola fe en Cristo, y ningœn otro. No es otra cosa. Cualquier cosa que se le a–ada, sin importar cuan inocuo o maravilloso sea, resulta en legalismo. El nuevo evangelio social es simplemente otro tipo de legalismo.
La Biblia es un libro cronol—gico, una revelaci—n progresiva, que empieza con el Pentateuco y termina con las Ep’stolas y el Apocalipsis. Por ser progresivo, es l—gico que lo posterior interprete lo anterior.
Esto significa que el Nuevo Testamento interpreta al Antiguo, no viceversa. El Antiguo Testamento significa lo que el Nuevo Testamento dice, y nada m‡s. Somos libres para aplicar a la vida cristiana las ense–anzas del Antiguo Testamento que el Nuevo autoriza.
Lo mismo se aplica dentro del mismo Nuevo Testamento. Las Ep’stolas y el libro de Hechos son los cuatro evangelios explicados y amplificados. Son la palabra final en cuanto a c—mo se debe vivir la vida cristiana y quŽ debe hacer la iglesia. Esta se llama la regla de la revelaci—n progresiva.
El Nuevo Testamento tiende fuertemente hacia una nueva libertad dentro de par‡metros generales. Esto se aplica al ministerio de la misericordia, la justicia social, y la relaci—n de la iglesia con el mundo. El mirar hacia atr‡s, al Antiguo Testamento, en lugar de mirar hacia adelante, a las ep’stolas, puede meternos en serios problemas cuando sacamos conclusiones con respecto a nuestras responsabilidades dentro de la Gran Comisi—n.
A partir de los evangelios, aprendemos lo que significa ser como Cristo. Luego, las ep’stolas nos explican c—mo vivirlo en la pr‡ctica. Los evangelios son la teor’a, las ep’stolas la pr‡ctica. Si nos mantuviŽramos solamente en los evangelios, puede ser que nos falte disciplina en la iglesia y precisi—n teol—gica.
Suponga que un cristiano que se encuentra en pecado dentro de la iglesia y rehœsa arrepentirse. Sin entender las ense–anzas de las ep’stolas sobre la disciplina, los miembros inmaduros podr’an concluir que somos juiciosos en base a la aceptaci—n que Cristo tiene de los pecadores, y as’ huir’an de la aplicaci—n de la disciplina. Podr’an caer en el error de los Corintios de no hacer nada buscando promover la tolerancia.
La naturaleza progresiva de la Biblia tiene un efecto de filtro. Es obvio que el Nuevo Testamento filtra mucho del Antiguo. Surgen complicaciones cuando las partes de un principio son filtradas, pero no en su totalidad.
Algunas veces, lo que se filtra es el Žnfasis. Un principio del Antiguo Testamento puede ser v‡lido en el Nuevo por diferentes razones y sin el mismo Žnfasis. Los errores m‡s peligrosos con frecuencia son simplemente cuesti—n de Žnfasis.
Un ejemplo podr’a ser el de las leyes dietŽticas. En el Nuevo Testamento somos libres para comer cualquier cosa, aunque no en cualquier lugar ni con cualquier persona. Se aplican algunas restricciones pertinentes a la disciplina personal y a la consciencia.
En los cap’tulos venideros, veremos c—mo el evangelio social viola el principio de la revelaci—n progresiva a cada nivel. Esto conduce a los errores de Žnfasis en el mejor de los casos, y a doctrinas completamente falsas en el peor de los casos.
De este cap’tulo
aprendemosÉ
á El evangelio completo es la justificaci—n por medio de la fe, sin a–adir nada m‡s.
á Cualquier adici—n a esta definici—n del evangelio lleva inevitablemente al legalismo que va acompa–ado de una actitud juiciosa
á El movimiento ve a la oposici—n como espiritualmente dŽbil y carente de visi—n y compasi—n por la humanidad.
á El nuevo evangelio social viola un principio importante de la interpretaci—n b’blica, la regla de la revelaci—n progresiva.
El prop—sito fundamental de Jesœs era el de establecer el reino de Dios, lo cual involucraba una cuidadosa regeneraci—n y reconstituci—n de la vida social[25].
As’ lo declara Rauschenbusch, l’der y expositor del antiguo evangelio social. Al usar la palabra regeneraci—n no se est‡ refiriendo a nacer de nuevo. Se refiere m‡s bien a una revoluci—n social que gradualmente transforma la existencia humana a una sociedad justa y equitativa, de manera visible, aqu’ y ahora.
Para Rauschenbusch, esta era la œnica misi—n de Cristo[26]. TambiŽn menciona,
Traer el reino de Dios a este mundo es un esfuerzo colectivo que involucra por completo la vida social del hombre[27].
Todas las ramas del cristianismo est‡n de acuerdo en que Jesœs vino a establecer el reino de Dios. Cristo lo mencion— como un tema central en sus par‡bolas.
La pregunta es ÀquŽ significa el tŽrmino reino de Dios?
ÀC—mo debe ser establecido? ÀCu‡l es el rol de la iglesia en traerlo y cuando
ser‡ visible?
Richard Stearns, presidente de Visi—n Mundial dijo:
Cuando Cristo proclamaba el reino de Dios, hacia un llamado a un nuevo orden mundial, poblado por gente redimida – ahora[28].
Dios estableci— la instituci—n de la iglesia como una estrategia clave para construir su reino y para guiar la revoluci—n social requerida por el evangelio É [29]
Su evangelio no inclu’a solamente el perd—n de pecados y la salvaci—n de nuestras almas, sino tambiŽn la llegada del reino de Dios a travŽs de una sociedad transformada por sus seguidores[30].
Harvey Conn, Profesor del Seminario Westminster en Filadelfia declar—:
Las personas deben saber que al darle su lealtad a Cristo, ser‡n parte de una gran campa–a para eliminar las guerras, la pobreza y la injusticia. Deben saber que la iglesia que proclama este manifiesto planea ser un prototipo del nuevo orden mundial que predica.[31]
A travŽs de la compasi—n de Jesœs, ellos (los oprimidos) comienzan a saborear el poder del nuevo d’a que ha llegado, la restauraci—n de la sociedad que su œnico redentor les ha comenzado a entregar. Desde los lugares m‡s bajos de la sociedad, son exaltados por el poder de Jesœs para que puedan empezar a experimentar el reino de Dios y el nuevo orden de justicia para la creaci—n que ƒl ha impuesto[32].
Tim Keller, Pastor de la iglesia Presbiteriana El Redentor en Nueva York escribi—:
El reino es la renovaci—n del mundo entero a travŽs de fuerzas
sobrenaturales. A medida que las cosas vuelven a estar bajo el dominio y la
autoridad de Cristo, son restauradas en salud, belleza y libertad.[33]
De acuerdo a lo mencionado anteriormente, el prop—sito de la
iglesia en la tierra es el de crear un nuevo orden mundial justo y equitativo.
ÀObserva usted alguna diferencia entre el antiguo y liberal evangelio social y el nuevo en este punto? Tampoco nosotros.
La œnica diferencia notable es que el antiguo define el reino como el orden social global en s’. El nuevo evita este error al decir que el reino de Dios es la iglesia, aunque ambos llegan al mismo punto. Ambos asumen que la iglesia es el medio por el que Cristo pretende crear la sociedad deseada.
El nuevo evangelio social se diferencia muy poco del antiguo en la forma en que ven la misi—n de Cristo. Buckley y Dobson afirman que Cristo vino aÉconquistar la pobreza mundial, la hambruna, la enfermedad, la injusticia, y la opresi—n[34].
La visi—n que tiene el nuevo evangelio social sobre la misi—n de Cristo puede resumirse en los siguientes puntos:
á La misi—n de Cristo era la de establecer el reino de Dios.
á El reino de Dios no solamente incluye a la iglesia sino tambiŽn al nuevo orden social.
á El prop—sito de la iglesia es el de completar la misi—n de Cristo, estableciendo por lo menos en parte, una sociedad justa y equitativa antes de que Jesœs vuelva.
Jesœs escandaliz— a la cultura de su Žpoca cuando dijo:
El reino de Dios no vendr‡ con advertencia, ni dir‡n: Helo aqu’, o helo all’; porque he aqu’ el reino de Dios est‡ entre vosotros. Lucas 17:20-21
Esta declaraci—n de seguro aturdi— a los Fariseos. Ellos hab’an asumido que la naci—n de Israel era el reino de Dios, y que ellos estaban en la cima de este reino debido a su devoci—n a la ley. Consideraban la mayor’a de la gente en Israel como ignorantes y sus opiniones no se deben tomar en cuenta. Segœn los Fariseos, cuando viniera el mes’as, Israel se convertir’a en una fortaleza militar y, por lo tanto, har’a el reino completamente visible.
Las palabras de Jesœs contradec’an por total la expectativa jud’a. A los ojos de los Fariseos, Jesœs se hab’a descalificado a si mismo del oficio de mes’as.
Note que Jesœs en realidad no le prohibi— a nadie decir ÒÁMiren! ÁHe encontrado el reino! ÁAqu’ esta!Ó Simplemente predice que nadie lo podr‡ hacer por el hecho de que no es lo suficientemente visible. As’ que, cualquiera que haga esas declaraciones se encuentra equivocado.
A pesar de eso es un reino y existe ac‡ y ahoraÉ el reino de Dios est‡ entre vosotros.
La palabra griega que se traduce entre vosotros es maravillosamente ambigua porque puede significar en medio de vosotros y al mismo tiempo dentro de vosotros, en el sentido de estar dentro de una persona. El reino es primeramente una relaci—n individual e interna con Dios, y despuŽs la suma de varias personas de ese tipo, dispersas por toda la sociedad.
Otra frase de Jesœs revela el error de asumir que habr‡ un reino visible en este mundo.
Respondi— Jesœs: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelear’an para que yo no fuera entregado a los jud’os; pero mi reino no es de aqu’. Juan 18:36
Jesœs expuso para Pilato, tres aspectos vitales del reino de Dios. La casa matriz no se encuentra en la tierra. Est‡ compuesta por sus disc’pulos. No les est‡ permitido a esos disc’pulos pelear para hacerlo visible.
A pesar de que no es visible, Jesœs nos dio el mandato de orar para que lo fueraÉ venga a nosotros tu reino, h‡gase tu voluntad aqu’ en la tierra como en el cielo. Mateo 6:10
Llegar‡ el tiempo en que estas oraciones ser‡n contestadas. Eso ocurrir‡ en su segunda venida.
Los ap—stoles entend’an esto muy bien. No encontramos nada escrito por Pablo sobre el reino como un orden social, ni que la iglesia exista para crear uno. Sin duda, si ese fuera el caso, les hubiera escrito a los Tesalonicenses una aclaraci—n con respecto a este mandato.
Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Se–or, no s—lo en Macedonia y Acaya - sino que tambiŽn en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido. 1Tesalonicenses 1:8
Esperar’amos que Pablo dijese, ahora que han cumplido con el primer paso, el segundo es el de poner a toda la sociedad en orden.
Note que Pablo dice, Éel
que te llama a su reino y gloria É [35] DespuŽs a–ade el tiempo futuroÉ ser‡s contado como digno del reino de Dios[36]. Esto no encaja bien con
el pensamiento que tiene el nuevo evangelio social con respecto al reino.
Ciertamente exist’a un equilibrio en el ministerio de Pablo pero no entre el evangelismo y el establecimiento de la justicia social. El balance era entre el evangelismo y el perfeccionamiento de aquellos llamados por Cristo a travŽs del evangelio.
Ninguna de las ense–anzas de los ap—stoles lo muestra identificando el reino de Dios con un nuevo orden social antes de que Jesœs venga, ya sea en parte o de manera completa. En este sentido, importa muy poco si la iglesia o la sociedad son el reino, o el nivel al cual la sociedad ser‡ renovada, porque la idea de base es completamente falsa.
El ap—stol Juan nos muestra que el reino no es el medio para llegar a un fin. Es un fin en s’ mismo.
Ven ac‡, yo te mostrarŽ la desposada, la esposa del Cordero. 10 Y me llev— en el Esp’ritu a un monte grande y alto, y me mostr— la gran ciudad santa de JerusalŽn, que descend’a del cielo, de Dios. Apocalipsis 21:9-10
Y el ‡ngel me dijo: Escribe:
ÔBienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del CorderoÕ. Apocalipsis
19:9
La meta es una novia para Cristo, la cual es la iglesia. Por el momento, esta novia se encuentra dividida en dos partes; una parte que se encuentra ubicada en la tierra y la otra que est‡ en el cielo, es decir, los creyentes que han vivido antes que nosotros[37]. Cuando Jesœs venga, traer‡ consigo a los santos y las dos partes ser‡n unidas.
É porque si creemos que Jesœs muri— y resucit—, as’ tambiŽn traer‡ Dios con Jesœs a los que durmieron en Žl. 1Tesalonicenses 4:14
El prop—sito del evangelio es completar a la novia de Cristo, no crear un nuevo orden social para el resto de la humanidad.
El beneficiar a la sociedad es uno de los resultados naturales del evangelio. Sin embargo, asumir que esta es la raz—n fundamental sobre la cual est‡ fundado es un gran error.
Este tipo de palabras ofende seriamente la mentalidad humanista de nuestro tiempo. El humanismo asume que el hombre es la medida de todas las cosas[38] y que, por lo tanto, el valor de cualquier movimiento es medido por los beneficios que trae a los hombres. La cultura contempor‡nea nos desaf’a en este punto.
Todos los proponentes del nuevo evangelio social repudiar’an con vehemencia la noci—n de que el hombre es la medida de todas las cosas. ÀEstar’an dispuestos a repudiar con la misma vehemencia la perspectiva liberal que afirma que el evangelio deriva su valor de los beneficios que ofrece a la humanidad?
Algunos han adoptado la perspectiva cultural popular sin su argumento fundamental. Es por esta raz—n que, en una de las citas anteriores el escritor anima a los cristianos a dejarles en claro a las personas que al comprometerse con Cristo est‡n embarc‡ndose en una campa–a por un nuevo orden mundial[39]. ÀEs acaso este un mŽtodo evangel’stico que los ap—stoles usaban?
Si tal presuposici—n es correcta, entonces nuestra bendita
esperanza ya no es la aparici—n gloriosa de nuestro Se–or y Salvador
Jesucristo,[40]sino
tambiŽn una sociedad transformada por sus seguidores,[41]un mundo restaurado a la salud, la belleza y la libertad[42].
Confundir el reino de Dios con la justicia social tiene serias consecuencias. La m‡s obvia es la desviaci—n de recursos hacia tareas para las cuales la iglesia no esta llamada ni equipada.
Tal vez algunos creyentes han sido llamados a luchar por la justicia social o reducir la pobreza, ya que el ministerio de la misericordia es uno de los dones del Esp’ritu. Sin embargo, esta no es la raz—n por la que la iglesia invisible, es decir el reino de Dios, se encuentra aqu’.
Tiene una misi—n y una poderosa herramienta para llevarla a cabo. La meta es hacer disc’pulos y la herramienta es la palabra de Dios, sin ayuda de nada m‡s.
De este cap’tulo
aprendemosÉ
á Todos los cristianos concuerdan en que la misi—n de Jesœs era la de establecer el reino de Dios en la tierra.
á El antiguo evangelio social define el reino de Dios como una sociedad equitativa.
á El nuevo evangelio social define correctamente al reino de Dios como la iglesia pero considera que su misi—n es la de establecer una sociedad equitativa al menos en parte, antes de que Jesœs vuelva.
á Las ense–anzas de Jesœs y de sus ap—stoles demuestran que esa definici—n es incorrecta.
ÀFue Jesœs nuestro modelo de c—mo debemos cuidar y alimentar a los pobres? Tanto los maestros del antiguo evangelio social como los del nuevo responden con un s’ enf‡tico.
De acuerdo a Buckley y Dobson, JesœsÉ vino a conquistar los problemas de la pobreza mundial, la hambruna, la enfermedad y la injusticia É [43]
Uno de los temas centrales dentro del nuevo evangelio social es que Jesœs fue nuestro modelo de c—mo se debe ministrar a los pobres, y por lo tanto la iglesia tiene el deber de entregarse a s’ misma a contribuir en la reducci—n de la pobreza[44]. Ellos asumen que ya que Jesœs los aliment—, nosotros debemos hacer lo mismo.
Su argumento es el siguiente:
Jesœs mostr— compasi—n hacia los pobres.
ƒl fue nuestro modelo.
Por lo tanto, estamos llamados a mostrar compasi—n a los pobres aliment‡ndolos para as’ reducir su pobreza.
El Instituto Chalmers[45] usa este razonamiento en
los dos primeros cap’tulos de su libro, y lo define como un mandato[46].
Este silogismo es correcto hasta que a–adimos la parte de
alimentar a los pobres. Esta segunda parte es llamada un non sequiturÉ es decir una conclusi—n que no concuerda con las
premisas.
Tal vez si, tal vez no. Si lo hizo, no se lo menciona en ninguna parte de los evangelios. Conociendo su car‡cter, podemos imaginarnos a Jesœs dando de su propia comida a los pobres. Pero tomando en cuenta que Jesœs tambiŽn era pobre, debemos preguntarnos Àcon que los alimentaria?
ÀY quŽ hay de la alimentaci—n a los cinco mil? ÀEs esta
prueba de que Jesœs aliment— a los pobres?
No. Esas personas no eran pobres. Jesœs dijo, despide a la multitud para que vayan por las aldeas y compren de comer[47]. Las personas a la que se refer’a eran personas comunes y corrientes que proven’an de los pueblos de alrededor y que se encontraban participando de una excursi—n. Jesœs sab’a que ellos ten’an los recursos necesarios para comprar comida.
Incluso si este texto fuera evidencia de que Jesœs aliment— a los pobres, no constatar’a prueba de un mandato b’blico sobre la iglesia de reducir la pobreza mundial.
ÀC—mo demostr— Jesœs compasi—n a los pobres? Respuesta: San‡ndolos de sus enfermedades. Pero incluso en esto observamos que los san— porque estaban enfermos, no porque eran pobres.
El factor econ—mico no se menciona nunca en las historias de sanidad. A veces las personas enfermas son pobres porque no pueden trabajar. As’ que dentro de una multitud de personas podemos encontrar gente tanto pobre como enferma.
Este no es el caso del siervo del Centuri—n [48]o de la hija de Jairo[49]. Ellos no eran pobres.
Esto nos lleva a una asombrosa conclusi—n: Jesœs no se entreg— œnicamente al servicio de los pobres, como afirman los maestros del nuevo evangelio social.
Jesœs satisfac’a las necesidades de las personas a medida que se topaba con ellas cotidianamente, sin importar el nivel social, la condici—n econ—mica, y su estatus religioso. Algunas veces lo hac’a para multitudes y otras veces para personas individuales.
__________________________
Jesœs no se entreg— œnicamente
al servicio de los pobres.
____________________
Si estaban enfermos, los sanaba. Si eran legalistas, los reprend’a. Si estaban confundidos, les ense–aba. Si estaban perdidos, los guiaba. Si hablamos de categor’as, es dif’cil decir que Jesœs se enfocaba en una condici—n humana en particular.
ÀDaba Jesœs limosnas a los pobres regularmente? No
personalmente. No existe ningœn registro de que Žl tuviera dinero propio.
Exist’a una bolsa comœn y lo que sabemos es que Jesœs animaba a sus disc’pulos
a dar limosnas ya que hacerlo era parte de la ley jud’a[50].
En el Serm—n del Monte Jesœs dijo claramente que no hab’a venido a abrogar la ley sino a cumplirla. Ya que Jesœs cumpli— toda la ley durante su vida, sin omitir ninguna parte de ella, podemos asumir que tambiŽn cumpli— con la parte que mencionaba las limosnas.
Porque deber’amos transferir esta parte especifica de la ley como un mandato para la iglesia, sin transferir el resto de la ley, es un poco dif’cil de justificar con las ep’stolas de Pablo. Aœn m‡s dif’cil de encajar es la idea de convertirlo en un mandato b’blico y en la estrategia de evangelismo mundial.
En cierta manera s’ y en otra no.
Su ministerio fue milagroso. El san— a las personas. Aun si mencionamos la alimentaci—n de los 5000, lo hizo multiplicando el pan de una forma sobrenatural. Y lo hizo por su poder y voluntad divino.
ÀSomos nosotros capaces de hacer estas cosas por voluntad propia? Los milagros siguen ocurriendo pero no por nuestra voluntad.
Si seguimos a Jesœs como nuestro modelo de compasi—n por la humanidad, tendr’a mas sentido hacerlo curando a multitudes que a travŽs de programas para la reducci—n de la pobreza mundial.
No existe ninguna evidencia de que Jesœs se haya entregado a si mismo de forma intencional al servicio de los pobres. ƒl se encontraba comprometido con la humanidad en general, de la cual tambiŽn forman parte los pobres.
Ser’a interesante comparar la cantidad de tiempo que Jesœs pas— en el templo, con los ricos, con los religiosos y con los no religiosos. Lo que sabemos de antemano es en quŽ paso la mayor cantidad de su tiempo. Lo hizo en la ense–anza y la predicaci—n. Esto es lo que la humanidad necesita.
En algunas cosas s’, en otras no. Fue nuestro modelo en su
compasi—n; no nuestro modelo en la forma en la que nosotros la expresamos.
Al final de su ministerio Jesœs nos dio un mandato que nos
ense–a la menara en la que debemos cumplir con su misi—n y mostrar compasi—n a
la humanidad.
Y les dijo, Id por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura. Marcos 16:15
Esta es la Gran Comisi—n y no hay otra. Si bien no permitir’amos que una persona en necesidad muera de hambre si nos encontr‡ramos con ella, no llamar’amos a ese acto la Gran Comisi—n.
La idea de que Jesœs es nuestro modelo a seguir con respecto a la actividad de alimentar a los pobres, es pura ficci—n.
De este cap’tulo
aprendemosÉ
á El nuevo evangelio social insiste equivocadamente en que Jesœs se enfocaba en los pobres y por tanto, estamos obligados a seguir tal modelo. Esto significar’a que tenemos un mandato de reducir la pobreza mundial en las comunidades y en el mundo.
á No existen evidencias de que Jesœs aliment— a los pobres ni de que envi— a sus disc’pulos a hacerlo como mandato.
á Jesœs mostr— compasi—n a las personas en general cuando los conoc’a. La pregunta sobre la pobreza no es un asunto.
ÀY quŽ del planeta tierra en s’? Segœn algunos de los promotores del nuevo evangelio social, no solo debemos tomar en cuenta la redenci—n de las personas, sino tambiŽn la redenci—n de la creaci—n como parte de nuestra misi—n.
Con frecuencia, el nuevo evangelio social usa los tŽrminos redenci—n y restauraci—n como sin—nimos.
Dios est‡ redimiendo a las personas, pero tambiŽn est‡ redimiendo a la creaci—n, la cual gime mientras espera su restauraci—n. Cuando el cristiano trae justicia social para la gloria de Dios, est‡ involucr‡ndose con los hechosÉ los cuales apuntan al camino por el cual Cristo que nos llevar‡ nuevamente al Jard’n. -Jared Wilson, Iglesia impulsada por el evangelio[51]
El Instituto Cardus escribe:
El Verbo se hizo carne,
no para salvar nuestras almas de este mundo ca’do, sino para restaurarnos y
convertirnos en amantes de este mundo – para que recapacitemos y llevemos
a cabo esa gran comisi—n. Ciertamente, Dios nos salva para que – una vez
m‡s, en cierto tipo de locura divina – podamos salvar al mundo, y podamos
reconstruir al mundo como debe ser. Y el amor redentor se derrame en medio de
sus efectos c—smicos, dando esperanza a su creaci—n gimiente[52].
Los maestros del nuevo evangelio social justifican este razonamiento por el mandato que le fue dado a Ad‡n en el jard’n:
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y se–oread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. GŽnesis 1:28
Segœn este vers’culo, Dios le dio a Ad‡n dos cosas: una
identidad y un trabajo.
Su identidad era la imagen de Dios. Su trabajo era el de ser cuidador de la tierra:
Y cre— Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo cre—; var—n y hembra los cre—. GŽnesis 1:27
En teolog’a, esto se llama el Çmandato de la creaci—nÈ o algunas veces el Çmandato del dominioÈ.
Cuando ocurri— la ca’da, Ad‡n no perdi— su identidad. Tampoco recibi— una nueva descripci—n de trabajo. La ca’da simplemente hizo que su trabajo sea m‡s dif’cil:
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del ‡rbol de que te mandŽ diciendo: No comer‡s de Žl; maldita ser‡ la tierra por tu causa; con dolor comer‡s de ella todos los d’as de tu vida. Espinos y cardos te producir‡, y comer‡s plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comer‡s el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomadoÉ Gen.3:17-19
Esto tambiŽn complic— las cosas para sus descendientes. No solo heredamos su corrupci—n, sino tambiŽn su funci—n. A pesar de que la creaci—n f’sica cay— bajo una maldici—n durante ese tiempo, seguimos obligados a hacer algo al respecto.
Es aqu’ donde surge otra media verdad del evangelio social. Es verdad que seguimos siendo la imagen de Dios y que seguimos siendo mayordomos de la creaci—n. La pregunta es, ÀquŽ nos ha mandado Dios a hacer en esta dispensaci—n con respecto a nuestro deber de cuidarla? El nuevo evangelio social afirma:
La Biblia ense–a que Dios no solo est‡ redimiendo a las personas, sino que tambiŽn est‡ restaurando la creaci—n completamente. (Referencia: Un llamado EvangŽlico a la responsabilidad c’vica[53])
La perspectiva del nuevo evangelio social es que Cristo vino como emisario de Dios para restaurar a la creaci—n original. La salvaci—n de las almas y la formaci—n de la iglesia es solo una consecuencia de este plan[54]. Deber’amos estar involucrados activamente en la restauraci—n f’sica de la creaci—n, de la misma manera que en la salvaci—n de nuestras almas, segœn esta teolog’a.
La mayor parte de la interpretaci—n de GŽnesis 1:28 mencionada anteriormente es correcta. Es la œltima parte la que no sigue el principio anterior.
De hecho si lo estamos. El error esta en confundir las diferentes formas en la que funciona una sociedad.
Una forma es comparada a dos hombres tratando de mover un tronco. Ya que el tronco es demasiado pesado para un solo hombre, ambos lo levantan y lo mueven. Los dos hacen el mismo trabajo al mismo tiempo y de la misma forma.
Otro ejemplo es el de remodelar un jard’n. Uno decide cortar el pasto mientras que el otro planta las flores. Ambos trabajan en el mismo proyecto pero de maneras totalmente diferentes.
As’ es el plan de Dios para su creaci—n. Nuestro deber es el de predicar el evangelio y hacer disc’pulos a las naciones. Esta es la Gran Comisi—n, la cual es nuestro œnico deber. Si hubiera algo m‡s, estar’a incluido dentro de la Gran Comisi—n o en las instrucciones de los ap—stoles.
Ac‡ nuevamente observamos otra interpretaci—n err—nea de parte de estos maestros. Ellos toman un texto del Antiguo Testamento, le a–aden su propia teolog’a, ignoran el filtro del Nuevo Testamento y lo implementan en la iglesia como un mandato. Gran error.
Veremos en el pr—ximo cap’tulo la manera en la que Dios har‡ su parte.
El mandato de la creaci—n supuestamente incluye el ambientalismo activo como parte de la misi—n de la iglesia. Rusty Prichard, del Flourish Ministries, escribi—:
Lo observamos desde la Gran Comisi—n. ...Estamos ac‡ para ense–ar a las personas a cumplir todo lo que Dios nos ha dado como mandatoÉ y as’ demostrarle al mundo que tomamos en serio los mandatos de Dios[55].
TambiŽn afirma:
Debemos conectar m‡s claramente el evangelismo y el cuidado ambiental. Lo hacemos porque Jesœs es el Se–or, y porque a travŽs de su muerte en la cruz, Jesœs mismo reconcili— todas las cosas. (Colosenses 1) [56]
Cuando estos maestros tratan de justificar su manera de pensar del Nuevo Testamento, usualmente mencionan Colosenses 1:20. Este vers’culo supuestamente asocia la redenci—n de la creaci—n con la propiciaci—n de Cristo:
É y por medio de Žl
reconciliar consigo todas las cosas, as’ las que est‡n en la tierra como las
que est‡n en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Colosenses
1:20
Los maestros del nuevo evangelio social interpretan esto para explicar que Cristo muri— para redimir no solamente a las personas ca’das sino tambiŽn a su creaci—n f’sica. Esta interpretaci—n tiene cierto peso ya que el tŽrmino todas las cosas es usado cuatro veces en los vers’culos anteriores y se refiere al se–or’o de Cristo sobre la creaci—n.
Asumamos por un momento que su interpretaci—n es correcta y que la muerte de Cristo si redime a toda la creaci—n. ÀPorque debemos a–adirlo como parte de la misi—n de la iglesia en esta era presente?
La resurrecci—n de los muertos est‡ tambiŽn incluida dentro de la restauraci—n de la creaci—n. (Romanos 8: 20-21)
Algunos seguidores del nuevo evangelio social parecen entender que esta parte de la redenci—n tomar‡ lugar al final de los tiempos cuando Dios provea un nuevo cielo y una nueva tierra. Esto los mantiene dentro de los l’mites de la teolog’a tradicional.
Sin embargo, esta no es la intenci—n del vers’culo.
En el contexto, los creyentes gentiles son ahora parte del reino de Dios al igual que los santos Jud’os que viv’an antes. É[Dios] nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz. Colosenses 1:12 Como miembros del cuerpo de Cristo, y no simples gentiles, los Colosenses comparten en el mismo reino y el mismo cuerpo de Cristo que sus antecesores jud’os.
Este fue un asunto clave en la perspectiva jud’a del Nuevo Testamento. Los ap—stoles estaban siempre luchando por asegurarse de que no solo los creyentes Jud’os lo entendiesen sino tambiŽn evitar que los gentiles convertidos se sientan como ciudadanos de segunda clase en el reino de Dios.
Sin duda, hab’a una separaci—n causada por la ca’da que deb’a ser reconciliada, aunque en realidad no es la creaci—n ca’da a la que se mencionaba aqu’. Pablo de ninguna manera est‡ diciendo que el ganar almas es un simple asunto secundario dentro del cuadro en general. No es un subconjunto[57].
Este texto es similar al de Hebreos 11:40, proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.
La divisi—n clave en el contexto es entre las personas salvas que ya se han marchado de esta tierra y aquellos de nosotros que seguimos ac‡.
Cristo unir‡ estos dos cuerpos en uno, los vivos y los muertos, jud’os y gentiles. Lo har‡ por su supremac’a sobre la creaci—n. El asunto ac‡ es la unidad de su cuerpo, no la misi—n de restauraci—n de la creaci—n.
Finalmente, el texto no contiene mandatos ni para los cristianos ni para la iglesia. Simplemente describe quien es Jesœs y lo que es capaz de hacer. Pasar de esa idea a la creencia de que existe una misi—n de creaci—n-restauraci—n es realmente un error.
La creaci—n tendr‡ que esperar un tiempo para su redenci—n.
Nosotros somos primero. (Romanos 8:19-21)
En este texto observamos la redenci—n de las personas, no la redenci—n material de la creaci—n. La creaci—n es restaurada, no redimida, ya que un planeta f’sico no es pecador. Cristo es capaz de hacerlo porque es Se–or de todo, incluyendo del mundo de los gentiles. Esto es œnicamente lo que Pablo est‡ tratando de explicar.
ÀEst‡ Dios redimiendo
la creaci—n f’sica actualmente? No, no lo est‡. Esto ocurrir‡ en el futuro y no
ser‡ un proceso. Veremos un poco de este tema m‡s adelante.
La idea de un mandato para la creaci—n da lugar a varios asuntos:
De mantener la limpieza de nuestro hogar, es decir, el planeta tierra.
Para expresar los dones creativos que Dios nos da.
De ser amables con nuestras mascotas.
El mandato de la creaci—n no es base suficiente para obligar a la iglesia a guiar al mundo en campa–as ambientales ni para luchar por establecer una sociedad justa y equitativa. Si fuera as’, los ap—stoles lo hubieran dicho claramente.
á La idea de la redenci—n de la creaci—n material en el tiempo presente no es b’blica.
á Estamos en sociedad con Dios en todo el asunto de la redenci—n, pero nuestra parte es predicar el evangelio.
El mandato cultural es la parte del mandato de la creaci—n que se enfoca en el desarrollo de las culturas humanas, espec’ficamente del arte, lenguaje y costumbres. Esto significa que supuestamente Dios le dio a la raza humana el mandato de desarrollar las culturasÉcomo si no hiciŽramos eso sin un mandato.
Aœn m‡s importante es que el nuevo evangelio social afirma
que parte de la misi—n de la iglesia es conquistar y dominar a todas las
culturas por medios no violentos. Por lo tanto, el mandato b’blico tiene dos partes:
el mandato de la creaci—n, el cual comprende el dominio f’sico del planeta
y el mandato cultural que busca mejorar para Cristo las culturas que la raza
humana crea. Algunas veces todo este conjunto es llamado el mandato del Dominio
Hacer todo eso supuestamente manifestar‡ en gran parte el reino de Dios en la tierra, antes de que Cristo vuelva.
El mandato cultural es una parte central de la teolog’a del nuevo evangelio social debido a su supuesta relaci—n con el mandato de la creaci—n y su asociaci—n con el reino de Dios.
La redenci—n es la
re-orientaci—n y el re-direccionamiento de nuestra capacidad de crear culturas.
-James K.Smith, Instituto Cardus[58]
Debemos relacionarnos con toda la creaci—n, incluyendo la cultura, ya que nuestro Creador se relacion— profundamente con ella. -Corbett y Fikkert, Instituto Chalmers[59]
Citas como estas
tipifican la mentalidad de este movimiento, el cual contiene dos principios
falsos.
á Dios est‡ en el proceso de redimir a la
creaci—n f’sica, lo que l—gicamente debe incluir a las culturas humanas.
á Es parte de la labor cristiana ayudar a Dios en
este proceso, entreg‡ndose
a causas de justicia social con las actividades
culturales.
Estas son serias afirmaciones ya que nada de eso es ense–ado en el Nuevo Testamento.
Podr’amos tomar esta teolog’a como extra–a e ignorarla, si no fuera por el hecho de que es apoyada tan firmemente por los actores principales de la actualidad. Se torna aœn m‡s extra–a cuando se nos dice que Cristo est‡ sosteniendo y apoyando a todas las culturas humanas y trabajando en ellas.
Cristo es el creador y el sustentador de m‡s que simplemente el
mundo material. É Cristo est‡ involucrado activamente en el sustento econ—mico,
social, pol’tico, y en los sistemas religiosos en los que la humanidad vive. -Corbett y Fikkert, Instituto Chalmers[60]
Esta idea es como tratar de agarrar humo, y no es mucho m‡s clara que la teolog’a liberal de donde viene[61]. Esta falta de claridad quiz‡s se deba a la confusi—n que existe entre la providencia divina y la aprobaci—n divina.
El Instituto Cardus[62], una agrupaci—n de supuestos intelectuales cristianos dedicados a cambiar la cultura, dice:
Si bien la iglesia es el
pueblo que ha sido regenerado y capacitado por el Esp’ritu para llevar a cabo
la importante labor de formar la cultura, los anticipos del reino venidero no
se limitan a la iglesia. El Esp’ritu es libertino en su labor de esparcir las
semillas de la esperanza. Entonces corremos hacia cualquier anticipo del reino,
sin importar donde lo encontremos. El Dios creador y redentor, del cual leemos
en las Escrituras, se deleita en la literatura Jud’a que llega a las
profundidades del potencial lingŸ’stico, en el comercio Musulm‡n que se
moviliza al son del universo, y en los matrimonios adecuadamente ordenados de
los agn—sticos y ateos. Nosotros tambiŽn podemos seguir la direcci—n de Dios y
celebrar lo mismo[63].
Si bien es cierto que Cristo est‡ sosteniendo a las culturas no-cristianas, lo est‡ haciendo por otra raz—n.
É sabe el Se–or librar de tentaci—n a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el d’a del juicio. 2Pedro 2:9
La gracia comœn de Dios preserva la existencia de estas
culturas por otras razones m‡s que para simplemente disfrutar de ellas.
Es verdad que Dios las sostiene, pero no necesariamente para su beneficio. La gracia comœn de Dios preserva la existencia de estas culturas para juicio futuro, tal como hizo con muchas culturas en el Antiguo Testamento.
ÀSignifica esto que los cristianos pueden ignorar los asuntos culturales? ÀSomos m‡s espirituales si rechazamos el arte?
Nosotros vivimos en una casa. La mantenemos limpia porque a ninguna persona normal le gustar’a vivir en la suciedad. En la pared est‡n colgadas algunas pinturas y en el fondo escuchamos una sinfon’a de Mozart. Nada de esto es parte de nuestra misi—n en la vida, ni constituye el equilibrio de nuestro llamado. Tampoco seremos reprendidos por Dios por no hacer caso a alguno de estos elementos.
Lo mismo sucede con la iglesia. Los cristianos son libres para relacionarse con las artes y la cultura como deseen y segœn sus talentos lo permitan. TambiŽn son libres para abstenerse de hacerlo si lo desean. Esas cosas son regalos de Dios, no mandatos. Sin embargo, los cristianos no son libres para ignorar el evangelismo, ya que esta es su misi—n.
Mantener esto en mente nos ayuda a ver por quŽ el supuesto mandato cultural o mandato de la creaci—n no son parte del evangelio o del ministerio evangŽlico y a entender por quŽ tratar de convertirlos en un mandato es una afrenta a nuestra libertad de consciencia.
Cuando hablamos del mandato cultural, es dif’cil encontrar un mejor ejemplo de una doctrina que ha sido insertada a las Escrituras, y que en realidad no se encuentra ah’. A esto se le llama, eisegesis, leer dentro de un texto algo que est‡ en nuestra imaginaci—n personal. Esto es lo opuesto a la exegesis, que es el arte de la correcta extracci—n del significado evidente de un texto b’blico
Los maestros del evangelio social de todo tipo toman Gen1:28, lo llenan con su propia teolog’a inventada y lo ponen dentro de la Gran Comisi—n. ÀEs esto realmente correcto?
Nuevamente, el principio de la revelaci—n progresiva es de ayuda. Si el mandato cultural, como lo definen estos maestros, fuera una parte central de la misi—n de la iglesia, de igual importancia que el ministerio del evangelio, entonces Àpor quŽ los ap—stoles lo desconoc’an? Su preocupaci—n cultural parec’a estar limitada a asegurarse de que los gentiles fueran incluidos en el reino de Dios.
El nuevo evangelio social ha tomado la idea del mandato cultural y la han exagerada hasta l’mites absurdos. Algunas de las maneras en las que lo han hecho, serian una buena trama para una pel’cula de ciencia ficci—n. Divertido de pensarlo pero no es la realidad.
Evidentemente dentro de la Gran Comisi—n existe un cierto mandato cultural, pero no en la proporci—n que menciona el nuevo evangelio social. Cuando Jesœs dijo, hagan disc’pulos a las naciones, no se refer’a a ganar unas cuantas almas en cada pa’s y plantar algunas iglesias. Se refer’a a cristianizar a todos los grupos Žtnicos. En este sentido, s’ podemos aceptar el mandato cultural.
El problema son los medios que usamos para llegar a ese fin. Los œnicos medios que Cristo autoriz— a usar para difundir su reino fueron los de predicar y ense–ar el evangelio. No mencion— nada acerca de conquistar la cultura a travŽs del ministerio de la misericordia, las diferentes formas de arte, el activismo socio-pol’tico o ningœn otro medio.
Predicar y ense–ar son los medios, los œnicos medios, y los ap—stoles demostraron que hab’an entendido esto por la forma en que lo modelaron en el libro de los Hechos y lo explicaron en las ep’stolas. Esto es ministerio evangŽlico. Nada m‡s.
á
La idea de un mandato cultural, tal como el movimiento lo plantea, es fantas’a.
á
El concepto del mandato cultural afirma que existe un mandato para la
iglesia de relacionarse con la sociedad en asuntos culturales.
á
El concepto del mandato cultural parece tener sus ra’ces en te—logos
Holandeses que lo elaboraron a partir de la doctrina de la gracia comœn.
Es la pol’tica llamada tierra quemada.
Pero el d’a del Se–or vendr‡ como ladr—n en la noche; en el cual los cielos pasar‡n con grande estruendo, y los elementos ardiendo ser‡n deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay ser‡n quemadas. 2 Pedro 3:10
Y: Tœ, oh Se–or, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 11 Ellos perecer‡n, mas tœ permaneces; Y todos ellos se envejecer‡n como una vestidura. Hebreos .1:10-12
Dios mirar‡ el universo y dir‡, bueno, esa vestidura ha cumplido su prop—sito. Es hora de un cambio de ropa.
Esto incluye a todas las culturas y sus componentes. Adios Beethoven. Sayonara Madam Mariposa[64]. La campana suena para ti, Hemingway[65].
Amamos el arte. Sentimos una dolorosa punzada de solo pensar que la nota final de la Novena Sinfon’a de Beethoven se–alar‡ su desaparici—n.
Es aun m‡s molestoso pensar que nuestras propias contribuciones a las artes se esfumar‡n. Entendemos que esto es simplemente una reacci—n emotiva, ya que sabemos que todo eso ser‡ reemplazado por la gloria que har‡ que todas las culturas se vean insignificantes en comparaci—n.
Las culturas actuales son como los primeros garabatos de un ni–o. ÀEsto significa que no tienen valor? De hecho, tienen mucho valor. Algunos padres guardan los dibujos de sus hijos por mucho m‡s tiempo de lo que al mismo ni–o le interesa. Pero eso es lo que son nuestras culturas en comparaci—n con la gloria que vendr‡.
No estamos completamente seguros de que el Padre las deseche por completo. Sin embargo, no es nuestra misi—n actual el preservarlas.
Redimir a la cultura no forma parte de ningœn equilibrio en el Nuevo Testamento. Casi no se la menciona. Y a pesar de ser mencionada muy pocas veces, no se encuentra en equilibrio con el evangelio.
Es como sacarle brillo a nuestros zapatos. Es algo que
debemos hacer. Sin embargo, no salimos a la calle a mostrar nuestros zapatos ni
a comparar si son tan buenos como los de otros. Estamos en una misi—n.
ÀRedimir la cultura? Est‡ bien. Pero recordemos que nuestra misi—n es la redenci—n de los elegidos.
La idea de la redenci—n de la creaci—n esta l—gicamente relacionada con un punto de vista profŽtico de los œltimos tiempos. Ese punto de vista es el llamado post-milenialismo. El Diccionario evangŽlico de teolog’a dice:
Élos post-milenialistas enfatizan los aspectos presentes del reino de Dios, los cuales llegar‡n a la plenitud en el futuro. Ellos creen que el milenio vendr‡ a travŽs de la predicaci—n y ense–anza de los cristianos. Estas actividades nos dar‡n como resultado un mundo mejor, pac’fico, y pr—spero. É Durante la nueva era la iglesia adquirir‡ mayor importancia, y muchos de los problemas econ—micos, sociales, y educacionales ser‡n resueltos. É Este periodo no est‡ necesariamente limitado a mil a–os ya que el nœmero puede ser usado simb—licamente. El milenio termina con la segunda venida de Cristo É [66]
La perspectiva del
reino del nuevo evangelio social tiene su
ra’z en el post-milenialismo. Esto pone a sus simpatizantes en un dilema: No
pueden decirnos que tenemos libertad de consciencia en nuestra escatolog’a y al
mismo tiempo mencionar que estamos truncados, somos dŽbiles o estamos
fallando en nuestra visi—n de los prop—sitos de Dios en la historia.
Al imponer uno, implican el otro. Si la misi—n que la iglesia tiene hoy es la restauraci—n social, entonces el post-milenialismo es la œnica opci—n l—gica. Si no podemos aceptar el post-milenialismo, entonces no hay necesidad del nuevo evangelio social.
No tenemos ningœn conflicto con nadie que apoye la perspectiva post-milenialista. Las profec’as de los œltimos tiempos son un tema muy complicado. Si una persona lee el libro del Apocalipsis y afirma que el mundo ir‡ mejorando antes de que Jesœs regrese, no discutir’amos con ella. Solamente le animar’amos a ser consistente y a convertirse en un aliado del evangelio social. Aunque estar’amos en desacuerdo con esa persona en ambas ‡reas, por lo menos respetar’amos su consistencia.
_________________________________
Los seguidores del nuevo evangelio
social
no tienen el derecho de decirnos
que nuestra consciencia debe estar ligada
a su perspectiva del reino y no as’
a la escatolog’a a la que lleva.
_________________________________
De la misma forma, le animar’amos a estar abierto a ambas posiciones y a no usar uno y disfrazar el otro. Aceptamos todo el paquete o nada de Žl. Si el nuevo evangelio social es correcto, tambiŽn lo es el post-milenialismo.
El post-milenialismo es una doctrina disfrazada que impulsa la teolog’a del nuevo evangelio social. Una vez que se acepta el post-milenialismo, le sigue el evangelio social. Los dos son codependientes.
Por lo tanto, los seguidores del nuevo evangelio social no tienen el derecho para decir a la iglesia que su consciencia debe ser ligada a la perspectiva del reino y no as’ a la escatolog’a a la que lleva. Aun as’ es posible que ense–en esto, o que incluso lo crean, pero lo hacen de forma irracional e injusta.
á
Dios no restaurar‡ la creaci—n actual. La destruir‡ por completo y la
reemplazar‡ con un nuevo cielo y una nueva tierra.
á
La teolog’a del movimiento del nuevo evangelio social sobre la
creaci—n-restauraci—n, como ellos la definen, es absurda.
á
Las escatolog’a post-milenialista est‡ l—gicamente relacionada con la
teor’a del nuevo evangelio social.
Una joven mujer que profesaba fe en Cristo pero continuaba viviendo en fornicaci—n estaba aplicando para membres’a en la iglesia.
ÒÀPueden imaginarlo?Ó exclam— el pastor. ÒUn anciano de la iglesia estaba juzgando a esa joven mujer aunque Žl mismo ten’a dos carros de lujo en su garaje!Ó Se qued— en silencio para causar efecto en el pœblico, esperando evidentemente que la gran audiencia responda at—nita. La mayor’a de nosotros no respondi—, as’ que repiti— la ilustraci—n con mayor detalle, asumiendo que no lo hab’amos entendido.
Esper‡bamos que fuera un chiste, ya que no encontramos nada
malo en que un anciano le sugiera al consejo de la iglesia posponer la
aplicaci—n de esta mujer que viv’a en fornicaci—n. No entendimos que ten’an que
ver los dos carros de lujo con la historia.
Para el pastor, sin embargo, era obvio. Para Žl, la riqueza del anciano le quitaba el derecho de juzgar las acciones de otros, aun cuando hacerlo es una necesidad inherente del oficio ordenado.
Muy pocos seguidores del nuevo evangelio social respaldar’an esta ilustraci—n, a pesar de entender el pensamiento que la provoc—. Segœn la forma de pensar de este movimiento, la desigualdad econ—mica es un mal en s’ mismo. La riqueza es por lo tanto, evidencia de pecado escondido. Sin asumir esto, la ilustraci—n de los dos carros de lujo que us— el pastor, no tendr’a ningœn sentido.
Por eso, la ilustraci—n no ten’a sentido para la mayor’a de nosotros en la audiencia, as’ que no respondimos a ella. Tampoco ’bamos a responder a eso en ese contexto, sabiendo que es una idea fundamental dentro del pensamiento del nuevo evangelio social.
El suponer que la desigualdad es un mal en s’ mismo es un
pensamiento que caracteriza al liberalismo.
Ellos consideran el lucro una mala palabra. El socialismo mismo est‡ basado en esta asunci—n.
Ningœn maestro del nuevo evangelio social se etiqueta a s’ mismo como socialista y muy pocos se identifican como liberales socio-pol’ticos. Aun as’, la forma de pensar de Rauschenbusch, quien se declar— a s’ mismo como socialista, se ha filtrado a los nuevos maestros. Muchos de sus pensamientos tienen ra’ces en la teor’a socialista, y el œltimo cap’tulo de su libro exalta el maravilloso potencial del comunismo. Este libro fue escrito en 1907 mucho antes del horror causado por el socialismo en sus formas Nazi y comunista, y su consecuente fracaso de hoy en d’a.
La idea que propone el movimiento del nuevo evangelio social, de pelear por la justicia social, es en realidad un extra–o sincretismo entre una forma de pensar socio-pol’tica y el cristianismo evangŽlico. Algunos cristianos se denominan a s’ mismos "progresivosÓ, un tŽrmino copiado de las pol’ticas liberales.
El mensaje del nuevo evangelio social es claro. Los cristianos Americanos deben cargar con la mayor parte de la responsabilidad de reducir la pobreza en el mundo:
Si eres un cristiano Americano, la realidad de la gran
abundancia de nuestra sociedad te ha dado una gran responsabilidad, ya que a
travŽs de las escrituras observamos que el pueblo de Dios recibi— el mandato de
mostrar compasi—n a los pobres. De hecho, el hacerlo es simplemente parte de la
descripci—n de nuestro trabajo como seguidores de Jesucristo (Mateo 25:31-46). Cuando ayudar es malo, p.13
En el contexto, los escritores se refieren a la desigualdad entre AmŽrica y otras naciones, no simplemente dentro de los Estados Unidos.
EL punto central es que el compromiso que tienen los cristianos
Americanos, los cristianos m‡s ricos de la historia, con el mundo es solamente
2 por ciento del 2 por ciento— es decir, aproximadamente cinco diez mil
millares de nuestro salario. El vac’o de nuestro evangelio, p.217
Todav’a se desconoce por quŽ los cristianos americanos le deben m‡s que eso al mundo. Para algunas personas, el simple hecho de que exista desigualdad econ—mica es justificaci—n suficiente para atribuir culpa y responsabilidad.
Debemos
atacar el materialismo de nuestra cultura, la mala distribuci—n de las riquezas
y los servicios de la naci—n[67]. Declaraci—n
de Chicago: EvangŽlicos por la acci—n social
La desigualdad no es necesariamente mala ni la igualdad buena. La Biblia misma lo menciona enf‡tica y claramente.
En la par‡bola de los talentos en Mateo 25, Jesœs describe
c—mo el amo pone su dinero en las manos de los siervos para que ellos lo
inviertan y multipliquen. Es el siervo que no gan— dinero extra el que fue
castigado.
Mientras que esta par‡bola es una lecci—n de fidelidad, y no de econom’a, nos muestra que la prosperidad a travŽs de la inversi—n no es inherentemente mala.
Si quisiŽramos exagerar esto un poco, podr’amos decir que el pasaje indica que un cristiano que pierde una oportunidad para entrar a ese desequilibrio, es infiel a su maestro. En ese caso, la igualdad econ—mica merece un reproche.
Un talento era mucho dinero en esos d’as. Para el siervo que
gan— cinco talentos, eso representaba mucha ganancia. No hacerse rico hubiese
sido un pecado para Žl. Por lo tanto, la desigualdad en s’ misma, no es un
problema.
Un clamor por libertad resuena por todo el Nuevo Testamento y desaf’a el pensamiento del nuevo evangelio social en relaci—n a los cristianos y su dinero. Podemos observar esto en el encuentro que tuvo Pedro con Anan’as y Safira.
Y dijo Pedro: Anan’as, Àpor quŽ llen— Satan‡s tu coraz—n para que mintieses al Esp’ritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? ReteniŽndola, Àno se te quedaba a ti? y vendida, Àno estaba en tu poder? ÀPor quŽ pusiste esto en tu coraz—n? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Hechos 5:3-4
Con las palabras É no te quedaba a ti?, Pedro reconoc’a el derecho que ten’an Anan’as y Safira sobre su propiedad y el poder de hacer con ella segœn les plac’a. Pod’an contribuir o no hacerlo. Dios no habr’a dicho nada si es que ellos decid’an quedarse con el dinero. La libertad de consciencia en cuanto a las propiedades personales era algo que Pedro daba por sentado en su pensamiento.
Subestimamos la verdadera libertad que tenemos en Cristo. Tenemos la libertad de dar o no dar de acuerdo a nuestra consciencia y sin recibir reproche de Dios o de hombres.
Pablo aclara este punto en su ense–anza sobre la ley de sembrar y cosechar. En el contexto, est‡ hablando sobre cristianos y dinero.
Pero esto digo: El que siembra
escasamente, tambiŽn segar‡ escasamente; y el que siembra generosamente,
generosamente tambiŽn segar‡. Cada uno dŽ como propuso en su coraz—n: no con
tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios
para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre
en todas las cosas todo lo suficiente, abundŽis para toda buena obra. 2Corintios9:6-8
Pablo nunca manda a nadie a dar nada. Tampoco sugiere que Dios los castigar‡ si no dan nada. Simplemente elabora un buen principio. Si damos dinero para la obra de Dios, seremos una bendici—n para otros creyentes en necesidad y eso nos bendecir‡ a nosotros mismos.
Somos libres de no sembrar si as’ lo deseamos. TambiŽn somos libres de no cosechar. Esa es nuestra decisi—n y Dios la honrar‡. Somos realmente as’ de libres.
El movimiento del nuevo evangelio social parece querer imponer leyes morales del Antiguo Testamento, cuando en el Nuevo Testamento, Dios los presenta como asuntos de consciencia personal.
Se podr’a predicar una serie de sermones sobre las instrucciones de Pablo para los ricos. Aqu’ se encuentra un principio que normalmente se ignora.
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
Que hagan bien, que sean ricos en buenas
obras, dadivosos, generosos; atesorando para s’ buen fundamento para lo por
venir, que echen mano de la vida eterna. 1Tim.6:17-19
Adem‡s de sus advertencias a los ricos de evitar la
arrogancia y ser generosos, tambiŽn les dice esto: É Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las
disfrutemos.
El concepto de apoderamiento es central para la forma de pensar de la prevalente cultura liberal. Lo vemos en la pol’tica todo el tiempo. Nos molesta escuchar a una persona m‡s pobre que nosotros que sugiere que tiene derecho sobre una parte de lo que nosotros tenemos por el simple hecho de nosotros tener m‡s. Nos molesta aœn m‡s cuando un pol’tico nos dice esa persona est‡ en lo correcto.
El colmo es que, encima de esto, algun predicador afirme que tanto el hombre pobre como el pol’tico tienen la raz—n porque, como cristianos, tenemos una deuda pendiente con ellos. Es adem‡s una locura que el predicador me diga que debo dar el doble porque soy Americano.
Este es el esp’ritu prevalente de nuestros tiempos, infiltr‡ndose a la iglesia desde la cultura a su alrededor. Ir—nicamente, algunos absorben esta influencia y despuŽs dicen que los cristianos deben influir a la cultura. ÀQuiŽn est‡ influenciando a quiŽn?
ÀEres pr—spero y quieres tomarte una buena vacaci—n? Hazlo. Dios no requiere que sumes la cantidad gastada y te asegures de donar lo mismo a los pobres. Eres libre de hacer el c‡lculo si lo deseas, o no. No dejes que nadie te diga que debes hacerlo.
á
El nuevo evangelio social asume que
o La desigualdad econ—mica es
producto de la injusticia social.
o AmŽrica debe aceptar la mayor
parte de la culpa de esta desigualdad.
o Es el deber de los cristianos
Americanos el trabajar para lograr rectificar esta desigualdad.
á
Las ideas mencionadas en los puntos anteriores no son b’blicas. La
Biblia muestra formas leg’timas de prosperar.
á Los cristianos pr—speros tienen el derecho de disfrutar sus riquezas dentro de ciertos l’mites dados por el ap—stol Pablo.
La compasi—n de Dios por el hombre est‡ en cada libro de la Biblia. Esta verdad nunca debe ser minimizada. Los maestros del nuevo evangelio social son muy cuidadosos de no minimizarlo y esto es loable.
Tener compasi—n por la humanidad que sufre es algo natural en los cristianos genuinos, aunque no es natural para aquellos que meramente son religiosos. La par‡bola del Buen Samaritano es un ejemplo de esto.
En las ep’stolas, se habla del ministerio de la misericordia como una parte normal de la vida eclesi‡stica. Sin duda, es un don del Esp’ritu Santo.
ÉSi es el de prestar servicio, que lo presteÉ si es el de mostrar compasi—n, que lo haga con alegr’a. Romanos 12:7-8
En Romanos 12, el ap—stol Pablo anima a los cristianos a que sean especialistas. Aquellos que tienen el don de la ense–anza deben enfocarse en eso. Los l’deres deben enfocarse en el liderazgo. De la misma manera, aquellos que tienen el don de misericordia deben enfocarse en eso.
Puede ser que haya superposici—n. Es decir, que una persona con el don de la misericordia necesite predicar de vez en cuando. De la misma forma, puede ser que un maestro de la Biblia se encuentre ayudando a servir cena para los necesitados.
Como regla general, los ministros del evangelio no deben estar involucrados en el ministerio de la misericordia. Puede ser que esta afirmaci—n sorprenda a algunas personas, pero es verdad.
En Hechos 6, los ap—stoles nombraron di‡conos para evitar ser distra’dos de su propio llamado por ministerios de misericordia.
Esto cre— un oficio separado al del ministro o anciano ordenado. Desde ese entonces, la iglesia ha entendido claramente que el diaconado existe para enfocarse en las necesidades f’sicas de la iglesia y su gente.
__________________________________
Como regla general, los ministeros
del evangelio no deben estar involucrados
en el ministerio de la misericordia.
_______________________________
Este oficio est‡ subordinado al de aquellos que son llamados a la predicaci—n y ense–anza de la palabra de Dios. El ap—stol Pablo deja esto muy en claro en 1Timoteo, y en particular en 1Tim.5:17.
Las personas que tienen dones de misericordia con frecuencia llegan a ser di‡conos. Por lo tanto, el diaconado de la iglesia local es el programa social de Dios.
El ministerio de la misericordia es algo en lo que cada iglesia deber’a involucrarse, de otra manera, no existir’a un oficio para expresarlo. Esto es muy diferente a decir que cada creyente debe involucrarse en Žl, ya que si no lo hacen est‡n fallando en su deber cristiano. En este sentido, el nuevo evangelio social t’picamente confunde la diferencia entre cristianos como individuos y cristianos como el cuerpo de creyentes locales.
Los reformadores protestantes entendieron este principio muy bien. La Confesi—n de Westminster[68], escrito en 1648 por 151 te—logos, escribe lo siguiente acerca de los cristianos:
TambiŽn es su responsabilidad responder a las necesidades materiales de los dem‡s, de acuerdo a sus diferentes habilidades y necesidades. A medida que Dios provee la oportunidad, esta comuni—n debe ser extendida a todas las personas en todos los lugares, quienes invocan el nombre del Se–or Jesœs.
Sin embargo, su comuni—n con los santos no viola ni les quita ningœn t’tulo, o derecho, a sus propios bienes y posesiones. (CFW 26-2,3)
á
Es responsabilidad de los cristianos el cuidar los unos a los otros en
cuanto se refiera a cosas materiales.
á
Esta responsabilidad se limita solamente a los cristianos.
á
Sin embargo, el cristiano mantiene sus derechos a la propiedad
personal y no significa forzosamente una deuda a pagar.
Si este es el caso, ÀquŽ hacemos con la idea de equilibrio que ense–a el nuevo evangelio social? ÀQuŽ hacemos con la afirmaci—n de que el evangelio no est‡ completo si no alimentamos a los pobres? Har’amos bien en botar esta idea por la ventana.
_____________________
El diaconado es
el programa social de Dios.
___________________
El problema en algunas iglesias no es tanto una incorrecta
filosof’a del ministerio, sino una estructura en la iglesia que no es ni
b’blica ni eficiente. Algunos ancianos trabajan como di‡conos, mientras que los
di‡conos trabajan como porteros, y los miembros no trabajan en lo m‡s
m’nimo. Rara vez se prepara a los miembros para que aprendan a ministrar a
otros.
Al plantar una iglesia, el Žxito depende de c—mo comienza. Un amigo misionero holandŽs que trabaja en la costa de Ecuador tuvo un excepcional ministerio para plantar iglesias en una zona pobre de Guayaquil. Un domingo, visitamos su iglesia y fuimos sorprendidos por el hecho que no hac’a nada m‡s que predicar un serm—n.
Alguien hab’a abierto las puertas de la iglesia y las clases de escuela dominical estaban funcionando correctamente. Un hombre dirigi— el culto dominical. La mœsica sonaba bien. Los anuncios, las ofrendas y todos los dem‡s elementos del servicio tomaban lugar adecuadamente. Los que organizaban esto eran laicos, y nadie les pagaba ni un centavo.
El misionero explic— que era necesario que cada miembro tenga un ministerio de algœn tipo, una labor para realizar. Puede que esta labor no sea nada m‡s que organizar las sillas, pero es algo. A quiŽnes no les gustaba eso, pod’an seguir asistiendo, pero no eran considerados miembros.
Verdad, en el campo misionero frecuentemente tenemos el lujo
de fundar iglesias junto con personas que est‡n libres de nociones err—neas con
respecto a la manera en que la iglesia debe funcionar.
La soluci—n b’blica a la cuesti—n de la justicia social es elevar los oficios a los est‡ndares b’blicos, no rebajar el evangelio al evangelio social.
Ser’a tentador decir que ni un rastro de los vers’culos en las ep’stolas manda a los cristianos a ministrar a las necesidades materiales de aquellos que se encuentran fuera de la iglesia. Sin embargo, esto ser’a incorrecto porque esos rastros efectivamente existen. Dejaremos en manos de los te—logos la labor de responder a la pregunta de si estos rastros son iguales a la mitad al total.
As’ que segœn tengamos oportunidad
hagamos bien a todos; y mayormente a los de la familia de la fe. G‡latas 6:10
Los maestros del nuevo evangelio social efectivamente apelan a este vers’culo. Se han escrito extensivos art’culos sobre este punto[69]. Pablo deja a nuestro criterio propio el decidir a que se refiere cuando dice hacer bien. Ya sea que excluya un saludo amigable a un vecino o incluya un orfanato est‡ m‡s all‡ del alcance del libro de los G‡latas. La ambigŸedad probablemente sea deliberada.
La mayor’a de los cristianos no excluir’an ningœn tipo de buena obra de este vers’culo. Tampoco es probable que alguno asuma que tal obra haga que el ministerio cristiano sea incompleto en su ausencia. Un cristiano razonable tampoco concluir’a que el vers’culo se refiere a un mandato para reducir la pobreza en el mundo, arreglar las pol’ticas de comercio exterior de los Estados Unidos, o que representa la misi—n de la iglesia.
El Nuevo Testamento indica que los fondos de la iglesia pueden ser usados para aliviar las necesidades de los miembros pobres. No existe ninguna pol’tica para aliviar la pobreza en la comunidad.
Una iglesia puede ser guiada por Dios a ayudar a los pobres, pero no se lo manda como una pol’tica. Aun entre creyentes, se aplican algunas restricciones.
Viudas, s’. Sin embargo, que conste que no son todas las viudas. Solamente algunas. (1Timoteo 5:9-10)
Personas perezosas, de ninguna manera.
ÒPorque tambiŽn cuando est‡bamos con vosotros, esto: Si alguno no quiere
trabajar, tampoco comaÓ. 2Tesalonicenses 3:10
En cualquier caso, lo que se est‡ brindando no es justicia, sino caridad. Aun esto es evaluado con mucho cuidado.
Durante la hambruna, el ap—stol Pablo recogi— una ofrenda de los corintios para para los pobres que hay entre los santos que est‡n en JerusalŽn. No hay ninguna menci—n de satisfacer las necesidades de aquellos que estaban fuera de la iglesia.
Los fondos cristianos destinados a socorrer a los necesitados deben ser administrados con cuidado. Esto puede parecer requerir una aparente falta de generosidad. Nosotros rendimos cuentas a Dios, no a las percepciones humanas por cuanta compasi—n mostramos. Una perspectiva clara de esto nos impide ser desviados de nuestra misi—n verdadera.
ÀDebemos hacer caso omiso del ministerio de la misericordia? No, es uno de los dones ministeriales dados a la iglesia para su propio beneficio y el beneficio de otros. Sin embargo, no debemos elevarlo en la lista de dones m‡s de lo que merece.
Este don existe por una variedad de razones. La simple necesidad es una raz—n obvia. Otra raz—n es para cerrar las bocas de los cr’ticos que al ver nuestras buenas obras, malhechores, glorifiquen a DiosÉ, al considerar vuestras buenas obras.[70] Ciertamente, concordamos en que la compasi—n es central porque refleja el car‡cter de Dios.
En determinados momentos, debemos ser cuidadosos de aclarar este punto central: La iglesia nunca debe ser percibida como una instituci—n pœblica de ayuda social. Esa no es su misi—n. Su llamado es al ministerio del evangelio, definido b’blicamente como la predicaci—n de la palabra de Dios y la formaci—n de disc’pulos, sin m‡s.
_____________________________
La iglesia nunca debe ser percibida
Como una instituci—n pœblica
de ayuda social.
____________________
En una p‡gina web encontramos una excelente afirmaci—n con
respecto a este punto, expresado de una manera tan elocuente, que vale la pena
repetir aqu’, a pesar de no conocer nada acerca del escritor. (Esto fue
expresado a la luz de Santiago 1:27 el cual dice, la religi—n pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar
a los huŽrfanos y las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del
mundo.)
Sus observaciones son:
"El cristiano debe
cumplir con estas responsabilidades en sus diferentes roles dentro de la
sociedad: familia, negocio, social, civil, fraternal. Pero, la iglesia no es la familia, y no ha
recibido el mandato de Dios de criar hijos.
ÒLa iglesia no es un negocio, y no se le ha encomendado la labor de suplir
necesidades y ganar ingresos.
ÒLa iglesia no es una
organizaci—n o club social dedicado al cambio social.
ÒLa iglesia no es una autoridad civil, encomendada con la
responsabilidad de establecer y hacer cumplir la ley civil.
ÒY la
iglesia no es una organizaci—n fraternal, encomendada con la labor de suplir actividades recreacionales y
vocacionales.
ÒAquellos que buscan involucrar
a la iglesia en cualquiera de estas actividades la disuaden de su
responsabilidad principal de salvar almas. Este es un uso vergonzoso de la
instituci—n que Dios ha escogido para llevar su precioso evangelioÓ [71].
TambiŽn nos gustar’a a–adir un punto m‡s a esta lista, el cual desarrollaremos en el siguiente cap’tulo: la iglesia tampoco es una instituci—n fracasada.
á
La iglesia es el programa de justicia social de Dios.
á
Los ministros del evangelio no deben involucrarse en el ministerio de
la misericordia, excepto para ver que se estŽ llevando a cabo en la iglesia
local.
á
Los fondos de la iglesia son para el alivio de los pobres dentro de la
iglesia, con discreci—n. Ningœn mandato de Dios existe para aliviar la pobreza
en la comunidad o en el mundo.
á
La iglesia no es una instituci—n pœblica de ayuda social, y nunca debe
ser percibida como tal, ya que esa no es su misi—n.
Echemos un vistazo dentro de una iglesia que basa su ense–anza en la Biblia. Encontramos pecadores de todo tipo que han sido transformados: ex-alcoh—licos, ex-adictos, familias restauradas, j—venes anteriormente rebeldes, y los peores pecadores de todos: los ex-arrogantes y necios que pensaban que no necesitaban a Jesœs.
ÀExiste alguna otra instituci—n que podr’a jactarse de tener ese poder para cambiar a la gente de esa forma? La iglesia es el programa de justicia social de Dios y logra conseguir sus fines cuando hace lo que Dios le manda a hacerÉ predicar su palabra.
La iglesia est‡ lejos de ser un fracaso. Un pastor lo dijo correctamente:
ÁHoy en d’a
el pueblo de Dios es mucho mas fuerte que en cualquier otra Žpoca, incluso m‡s
fuerte que el pueblo de Israel o la iglesia primitiva! La iglesia deber’a
respetarse a si misma por su maravilloso pasado, presente, y futuro, sabiendo
que cabalga a la par de la historia como un coloso.
Es
amenazada mucho m‡s por su poder que por su debilidad. Es un fracaso de fe del
primer orden salir a su defensa, como si necesitara que alguien la defienda;
simplemente refleja lo limitada que es nuestra experiencia.
Rauschenbusch pensaba que ese era el caso, por eso hablaba acerca delÉ fracaso del cristianismo de emprender su misi—n social reconstructiva[72]. ƒl daba por sentado que la misi—n de la iglesia era la de reconstruir a la sociedad.
Hoy en d’a la mayor’a de los maestros del nuevo evangelio social toma por sentado que el cristianismo en el mundo occidental ha fracasado al descuidar su deber de satisfacer las necesidades materiales de la humanidad empobrecida.
El problema reside en la incapacidad de estos maestros de ver a la iglesia en si misma como una sociedad. Es la ekklesia, el tŽrmino griego, aquellos Òllamados fueraÓ de la comunidad que los rodea para formar un nuevo tipo de humanidad que representa el reino de Dios. Si queremos ver el Žxito de la iglesia, el lugar para verlo es dentro de ella, no juzgando exteriormente a cuantos pobres est‡ alimentando.
Era hora del testimonio durante un culto dominical en una villa de campesinos donde est‡bamos ayudando a establecer una iglesia. Piso de tierra. Techo de paja. El olor de la vida granjera. Hab’amos terminado de cantar.
JosŽ, de unos tres a–os en el Se–or, se levant— para hablar. ÒHe estado cantando ese coro por mucho tiempo, pregunt‡ndome si realmente era verdad. He descubierto que lo es. Desde que hago lo que el himno dice, no le ha faltado nada a nuestra familia. No sŽ exactamente como funcion—, pero funcionaÓ. Sus ojos se llenaron de lagrimas. ÒDe verdad funcionaÓ.
Se estaba refiriendo a la canci—n basada en Mateo 6:33, Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os ser‡n a–adidas. En base a esta promesa, junto a otras de las escrituras, les ense–amos las prioridades b’blicas. El principio de dar para la obra de Dios, el darle nuestras primicias y buscar la justicia nos dar‡ como resultado un Dios que satisfice nuestras necesidades. Dios no promete riquezas. Promete suficiencia. La simiente de los justos no mendiga por pan.
En otra iglesia de la capital, en medio de gente de negocios de clase media alta, un hombre se levant— y comparti— con nosotros que su negocio estaba atravesando por problemas. ƒl record— Mateo 6:33 porque cantamos el mismo coro en esa iglesia. ƒl estaba diezmando y se encontraba involucrado en el programa de preparaci—n el oficio de Anciano.
ÀSu testimonio? Era exactamente el mismo que el del campesino; c con una cultura diferente, una sociedad diferente. No entend’a completamente lo que hab’a pasado, pero su negocio sali— del hoyo. ƒl estaba aprendiendo a depender de las promesas de Dios.
______________________________
Entonces ÀCual es el puente para atraer
lo material a lo espiritual?
Respuesta: Las promesas de Dios.
___________________________
Ambas iglesias, la de la aldea y la de la ciudad, son exitosas si est‡n ense–ando a la gente a vivir de esa forma.
Entonces, ÀCual es el puente para atraer lo material a lo espiritual? Respuesta: Las promesas de Dios. Esto es exactamente lo que la palabra de Dios dice.
Mi Dios, pues, suplir‡ todo lo que os falta conforme a sus riquezas en Gloria en Cristo Jesœs. Filipenses 4:19
Dad, y se os dar‡; medida buena, apretada, remecida y rebosando dar‡n en vuestro regazo; porque con la misma medida con que med’s, os volver‡n a medir. Lucas 6:38
De verdad funcionan. De verdad y verdad.
En otra villa, est‡bamos sentados alrededor de la mesa listos para cenar un delicioso y fresco guiso de pollo. El pollo estaba vivo hace unos cuantos minutos atr‡s. Mi compa–ero misionero se encontraba conversando con el anfitri—n, el hermano Enrique, que hab’a conocido al Se–or hace aproximadamente 18 meses.
—Sabes— dijo Enrique —es dif’cil ganar dinero para sobrevivir ac‡. El œnico trabajo en nuestra villa es en los campos de ca–a, cortando ca–a de azœcar para los negocios de licores. La paga no es buena. Como deseo que Dios pudiera proveer otro tipo de trabajo—.
El misionero respondi— —Oremos por eso—. Y lo hicimos.
Unos pocos minutos mas tarde, el misionero dijo —Enrique, ÀquiŽn hizo la mesa alrededor de la que estamos sentados?
—Yo— respondi—.
—Eso, pensŽ. Antes mencionaste que hab’as hecho todos los muebles de tu casa. ÀPor quŽ no haces muebles para la villa?
Enrique pens— por un momento y dijo: —Si abandono mi trabajo en el campo y esto no funciona moriremos de hambre. Adem‡s, mis herramientas est‡n viejas y gastadas.
El misionero le dijo —Sabes, yo te prestarŽ mis herramientas. Has un mueble y trata de venderlo. Si funciona puedes entrar al negocio de esa forma hasta que tengas dinero suficiente para comprar tus propias herramientas.
Resultado: Enrique ya no trabaja en los campos de ca–a. Ahora es el carpintero de la villa y est‡ estable econ—micamente. Otro hombre de la iglesia fue inspirado por el Žxito que tuvo Enrique, decidi— entrar tambiŽn al negocio de la carpinter’a.
A pesar de que algunos miembros de la iglesia todav’a trabajan en los campos de ca–a, la iglesia es su comunidad y se ayudan los unos a los otros. TambiŽn toman turnos para visitar villas vecinas para alcanzarlos con el evangelio. Esto es Žxito en tŽrminos b’blicos.
Ojal‡ que pudiŽramos decir que la poblaci—n de la villa lleg— a un punto auge en su entendimiento del evangelio y que multitudes se incorporaron a la iglesia porque vieron que el reino de Dios se hab’a manifestado en palabras y en hechos. Sin embargo, eso ser’a mentira.
La realidad es que la persecuci—n continœa. Algunos aldeanos
piensan que los cristianos han traicionado a la religi—n local por recibir
sobornos de los misioneros para convertirse y
ocasionalmente se lanzan rocas al edificio durante los servicios nocturnos.
Dejando a un lado la fantas’a del evangelio social, esa es la realidad del ministerio evangŽlico.
Las promesas de Dios son el puente entre lo espiritual y lo f’sico.
El ministerio de la misericordia no es ese puente. Algunos dir‡n que tal afirmaci—n no es Çpr‡cticaÈ. Pero tampoco podemos observar de inmediato que la levadura dentro de una masa de pan estŽ funcionando. Igual con las promesas divinas. Se ven sus efectos a largo plazo.
Lo mejor que puede hacer el ministerio de la misericordia,
es mostrar que los cristianos son sinceros con el mensaje que dan. Esto podr’a
lograr que algunos escuchen el evangelio, pero no es el evangelio en si mismo
ni la norma para el ministerio evangŽlico.
As’ que volvemos al mismo tema de siempre: Creer lo que Dios dice. El problema del mundo no es el fracaso de la iglesia de suplir las necesidades f’sicas de la humanidad para as’ demostrarles el evangelio. El problema simple y sencillamente es la incredulidad.
El evangelio social ha criticado siempre a los conservadores por caer dentro del antiguo dualismo plat—nico que separa lo espiritual y lo material en dos reinos diferentes e ignoran la realidad pr‡ctica de aquellos que sufren alrededor de ellos.
Quiz‡s esto sea verdad en algunos casos. Y cuando lo es, es deplorable. Pero m‡s deplorable aun es la respuesta que da el nuevo evangelio social.
La soluci—n real es hacer lo que Jesœs nos dijo en la Gran Comisi—n, lo que los disc’pulos modelaron y mandaron: vayan y prediquen el evangelio a la comunidad. Ense–en a aquellos que quieren o’r. Si te encuentras con alguien hambriento, dale de comer; no gastes la mitad de tus recursos en la creaci—n de programas de justicia social con la esperanza de que el mundo sea impresionado y lo note. No se impresionar‡ y har‡ lo posible por no notarlo.
Los cristianos han creado tantos hospitales, misiones de rescate, orfanatos, centros de consejer’a y todo tipo de lugares de trabajo social que si el ministerio de la misericordia pudiera convencer a las personas, el mundo ya se habr’a convertido. La realidad es que los ministerios de la misericordia generalmente complementan el trabajo del evangelio, pero aun as’ no producen el maravilloso y poderoso movimiento que los seguidores del evangelio social predicen.
John MacArthur tiene un enfoque realista:
La iglesia no debe ser una agencia pac’fica y de benevolencia, cuyo principal rol sea el de alcanzar prestigio, popularidad, y aceptaci—n intelectual. Los cristianos contempor‡neos piensan que si le agradamos al mundo, le agradar‡ tambiŽn a nuestro Salvador. Pero ese no es el caso (Juan 15:18) [73].
Hemos visto en la pr‡ctica la forma en la que el mundo nota el trabajo de la iglesia: no lo hace.
Aun as’ los seguidores del nuevo evangelio social est‡n convencidos de que el futuro ser‡ diferente si la iglesia se mueve dentro de la filosof’a delÇequilibrioÈ .
Imagina un mundo diferente. Uno en el que dos billones de cristianos aceptan el evangelio—todo el evangelio— É y logran cumplir la visi—n divina de un mundo rescatado y redimido —el reino de Dios entre nosotrosÉ Àlo notaria el mundo? É[Ellos dir’an] ÀQuiŽn es el Dios al que ellos sirven? Y m‡s importante aun, Àpodemos servirle nosotros tambiŽn? [74] (Stearns, Visi—n mundial)
Este Òevangelio completoÓ es verdaderamente buenas noticias para el pobre, y es la base de una revoluci—n social que tiene el poder de cambiar el mundo[75].
ÀLe dej— Dios a la iglesia algœn criterio para evaluar su propio Žxito?
Esta es una forma: Persecuci—n
El mundo persigue a la iglesia cuando siente que ya no puede ignorarla. Esto prueba que el mensaje se est‡ entendiendo. La gente no puede reprimir lo que no percibe.
El que los medios de comunicaci—n se burlen de los cristianos evangŽlicos por los documentarios que los retratan como intolerantes porque insisten en un solo Salvador. Tales documentarios son claras pruebas de que nuestro mensaje ha sido escuchado y rechazado, como siempre. Los ministerios de misericordia y pecadores transformados no han podido cambiar esto.
Es interesante observar lo que Cristo no menciona como un criterio para las alabanzas y reprensiones en el libro de Apocalipsis cuando habla a las siete iglesias de Asia Menor. Las estrategias de crecimiento de la iglesia nunca se presentan como un criterio. Tampoco le interesa que el mundo considere a la iglesia como una instituci—n œtil.
Sus criterios aparentemente son dos: la persistencia durante la persecuci—n, y la fidelidad a su nombre. La justicia social esta contundentemente ausente como criterio.
Bas‡ndonos en estos criterios que Cristo presenta, podemos afirmar que una iglesia que predica fielmente la palabra de Dios, que trata de alcanzar a la comunidad con el evangelio y que cuida de los suyos, es una iglesia exitosa.
á
La iglesia misma es una comunidad porque est‡
compuesta de pecadores que han sido salvados. Por eso, es un Žxito asombroso.
á
El puente que Dios ha provisto entre lo spiritual y lo material son
sus promesas, que cuando son aplicadas, realmente funcionan.
á
La persecuci—n es una buena manera de evaluar el Žxito de la iglesia,
ya que las personas solo persiguen lo que perciben.
Estamos embobados. Estamos maravillados. Los cristianos est‡n aceptando el nuevo evangelio social sin cuestionarlo, a pesar de los siglos de batalla ardua que se tuvo para mantener el evangelio completamente puro.
Cuando los maestros del nuevo evangelio social nos dicen que su evangelio es el autŽntico, implican dos cosas:
á
En el sentido de validar. Es decir, a–adir el ministerio de la misericordia a la
predicaci—n comprueba al mundo que el mensaje
del evangelio es v‡lido.
á
En el sentido de un evangelio completo. Es decir, el ministerio del
evangelio es incompleto, especialmente en el evangelismo, al menos de que vaya
acompa–ado de beneficios materiales para el mundo.
Ambas ense–anzas son doctrinas falsas que r‡pidamente le alejan a uno del evangelio. Pablo vio que esto ocurr’a aœn en sus propios d’as. A los G‡latas dijo:
Estoy maravillado de que tan pronto os hay‡is alejadoÉ para seguir un evangelio diferente. G‡latas 1:6
Énosotros tambiŽn hemos cre’do en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la leyÉ G‡latas 2:16
La justificaci—n por la sola fe en Cristo es el evangelio completo, y no hay nada m‡s que a–adir a eso. Ponga un punto final despuŽs de eso. Nuestros pecados son perdonados y el regalo gratuito de Dios, la justicia de Cristo, es acreditado a nuestra cuenta. No hay balance. No hay otra mitad. No le a–ada nada, ni siquiera cosas buenas como ser el ministerio de la misericordia.
ÀPodemos a–adir o quitarle algo a una canica y que siga siendo canica? Ser’a bastante complicado hacerlo, Àno es cierto? Cualquier esfuerzo por a–adir o quitar le quita su naturaleza esencial. Se convierte en otra cosa.
Tampoco podemos balancear una canica. No tiene partes. Es un solo objeto simple.
As’ es el evangelio. No podemos balancear el evangelio con ningœn componente que se encuentre dentro suyo, porque no tiene partes. Es un solo mensaje indivisible, la justificaci—n por medio de la sola fe en Cristo. De la misma forma, el a–adir o quitarle cualquier cosa cambia su naturaleza esencial. Las a–adiduras, por mas buenas que sean, lo matan.
El hacer esto entristece al Esp’ritu Santo. Entra la muerte. Lo œnico que queda son las buenas obras e intenciones nobles que, con el tiempo, desvanecen al igual que el evangelio que acaban de matar.
Aqu’ est‡ el coraz—n mismo del movimiento del nuevo evangelio social. La mayor’a de la literatura que trata con el asunto pide ÇequilibrioÈ.
El punto: cualquier intento de equilibrar la definici—n del evangelio con cualquier cosa es malo.
Esta es la forma en la que el nuevo evangelio social se desvi— del centro:
Muchos cristianos suponen que Pablo estaba rotundamente en contra de guardar la ley o aplicar la circuncisi—n. Esto no es completamente cierto. En 1Timoteo 1:8, Pablo dijo, pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa leg’timamente. Es decir, reconoc’a que hab’a maneras correctas para que los cristianos usen la ley, aunque el obtener la justicia no era una de ellas.
Tampoco se opuso Pablo a la circuncisi—n como tal, ya que circuncid— a Timoteo por razones que no ten’an nada que ver con la justificaci—n. (Hechos 16:3)
Entonces, Àpor quŽ estuvo tan molesto Pablo con los judaizantes que quer’an suplementar el evangelio con aquellas cosas e imponerlas a los gentiles?
Como dijo Mart’n Lutero en su Comentario de G‡latas:
Élos falsos ap—stoles hab’an devaluado el evangelio de Pablo entre los G‡latas con el argumento de que estaba incompleto[76].
Entonces, el asunto no era la cualidad moral de lo que estaba siendo suplementado, ya que la ley es buena. El error era el de suplementar el evangelio con algo en absoluto.
No tenemos registro de los argumentos de los judaizantes, aunque podemos imaginar lo que estaban pensando. Podemos escucharles decir algo como esto: Seguramente, si lo gentiles se circuncidaran y guardaran la ley, esto mejorar’a y embellecer’a el evangelio. ÀNo es razonable pensar as’?
La respuesta de Pablo: ÁNo! Cualquier suplemento implica que el evangelio esta incompleto. M‡s aœn, alguna otra cosa autentica el evangelio.
Es aqu’ donde el nuevo evangelio social es enceguecido por su propio celo: ÁServir a los pobres es una cosa tan maravillosa!
Si estas buenas cosas pudieran completar el evangelio, ÀQue otra cosa de la ley podr’a ser incluida? ÀCircuncisi—n? Sin embargo, el evangelio no es validado por la justicia social como tampoco lo es por guardar cualquier otra parte de la ley.
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Cualquier intento de equilibrar
la definici—n del evangelio
con cualquier cosa es malo.
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Si Pablo emple— semejante esfuerzo para defender la suficiencia de su evangelio entre los G‡latas, Àtendr’a algo que decir sobre c—mo se manifiesta el evangelio en las vidas de aquellos que son justificados?
Lo hizo. Esto es lo que dijo:
Porque el fruto del Esp’ritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. G‡latas 5:22-23
La œnica validaci—n del evangelio que los ap—stoles reconocen es el Esp’ritu Santo. Los frutos del Esp’ritu es una de las tres maneras espec’ficas en las que el Esp’ritu trabaja en la validaci—n. Las otras dos son:
á
Su poder de convicci—n y convencimiento a travŽs del evangelio.
o Y cuando El venga, convencer‡ al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Juan 16:8
á
Los dones espirituales y ministerios otorgados a la iglesia.
o Pero a cada uno le es dada la manifestaci—n del Esp’ritu para provecho. 1Corintios12:7 [Continua con una lista de dones espirituales.] Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Esp’ritu, repartiendo a cada uno en particular como Žl quiere. 1Corintios12:11
Algunos de estos dones pueden ser visiblemente sobrenaturales, otros no. En algunas ocasiones, Dios puede otorgar una se–al especial, como explic— Marcos. (Marcos 16:17-18)
_______________________________
La œnica validaci—n del evangelio
que los ap—stoles reconocen
es el Esp’ritu Santo.
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Ser’a, por lo tanto, un error l—gico e interpretativo el asumir que la misma se–al debe seguir a cada creyente o incluso que la lista est‡ completa. Eso ser’a tan rid’culo como asumir que el ministerio de la misericordia es para todos los creyentes. En el mejor de los casos, este es un principio general: que el Esp’ritu Santo se presentar‡ a la iglesia de maneras sobrenaturales, a travŽs de los dones y ministerios que Žl da. DespuŽs de todo, Pablo resalt— esto y sabemos que las ep’stolas interpretan a los evangelios y no viceversa.
Pablo describe una definici—n de palabra y hecho en su ep’stola a los Tesalonicenses,
Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elecci—n, pues nuestro evangelio no lleg— a vosotros en palabras solamente, sino tambiŽn en poder, en el Esp’ritu Santo y en plena certidumbre. 1Tesalonicenses 1:4
Esto muestra otro enfoque a la frase en palabra y hecho que la que es usada por el nuevo evangelio social. Pablo toma en cuenta el poder convincente del Esp’ritu como la verdad que acompa–a a la palabra.
Si el ministerio de la misericordia fuera la manera de validar el evangelio en algœn sentido, los ap—stoles lo habr’an mencionado. De hecho, si habr’a por lo menos una manera de validar el evangelio, la habr’an mencionado. Pero no lo hicieron. Solamente mencionaron al Esp’ritu Santo, a su poder convincente, sus dones espirituales para la iglesia y la canasta de frutos y virtudes. Evidentemente los ap—stoles cre’an que esto era suficiente.
El crecimiento en el fruto del Esp’ritu ciertamente resultar‡ en algœn tipo de buenas obras, tal vez incluso en una vida dedicada completamente a los pobres. Inevitablemente nos dar‡ como resultado el vivir por el Esp’ritu G‡latas 5:16 Esta vida tambiŽn dar‡ como resultado un estado de vigilancia en contra de aquellos que nos evalœan por medio de la ley para probar nuestra autenticidad.
La Ep’stola a los G‡latas no menciona nada de vivir una vida
dedicada a servir a los pobres o de perseguir la justicia social como el
resultado inevitable de la justificaci—n. Aun as’ escuchamos de los maestros de
hoy en d’a que, ÒÉuna vida que se derrama
en servicio a los pobres es el signo inevitable de una real y verdadera
justificaci—n por medio de la fe en el evangelioÓ [77].
ÀA Pablo se le escap— esto? La ep’stola a los Romanos sigue el mismo patr—n que la de los G‡latas pero es mas detallada. En los primeros once cap’tulos Pablo analiza los mecanismos hist—ricos y teol—gicos de la justificaci—n. En el resto del libro, nos explica ampliamente como funciona en pr‡ctica.
En el cap’tulo 12, vemos a un creyente libre de los paradigmas del mundo, en favor del que se encuentra en la Palabra de Dios. En el cap’tulo 13 vemos cristianos que son obedientes a las autoridades civiles. En el cap’tulo 14, vemos la libertad de consciencia en cuestiones menores. En el cap’tulo 15, la importancia de las misiones.
Finalmente, en el cap’tulo 16, saludos junto con una exhortaci—n para cuidarse de los falsos maestros quienes presentan ideas que son contrarias a lo que Pablo acaba de ense–arles.
Eso es todo. Es as’ c—mo Pablo pens— que su evangelio de la justificaci—n se validar’a a s’ mismo. ÀUna vida dedicada a servir a los pobres? ÀA la justicia social? ÀUn nuevo orden mundial? ÀUn reino visible? Ni un susurro de esto ni de equilibrio alguno.
S’, por la siguiente raz—n:
Cualquier cosa que a–ade al evangelio es por definici—n ley. No importa cual sea esa ley. Ni siquiera importa si es algo que Dios manda. Si se est‡ a–adiendo algo al evangelio para autenticarlo, es un evangelio falso.
Si a–adimos benevolencias materiales al evangelio como algo que incumbe a todos los cristianos para que puedan validar o mostrar la autenticidad de su fe, entonces estamos repitiendo el error de los g‡latas en una nueva forma.
El practicar la benevolencia material para los creyentes y pecadores por igual es una pr‡ctica que se debe esperar del creyente genuino. Sin embargo, esas cosas no definen el evangelio, ni lo validan, ni son la misi—n de la iglesia.
Si no es bautizar y ense–ar, puede que sea permitido, puede ser que sea un mandato, pero no es obediencia a la Gran Comisi—n[78].
á
La noci—n de un balance equitativo entre el evangelismo y la justicia
social es falsa.
á
El programa social de Dios es la iglesia local.
á
La predicaci—n del evangelio es el œnico programa de acci—n social que
Dios jam‡s haya mandado a la iglesia.
á
Las situaciones de peligro y emergencia podr’an requerir que los cristianos
enfaticen el ministerio de la misericordia. Sin embargo, no se debe permitir
que estos obscurezcan la verdadera misi—n de la iglesia.
á
El movimiento del nuevo evangelio social es una forma de legalismo
porque a–ade a la misi—n de la iglesia una serie de obligaciones que Dios no ha
impuesto.
En una subsecci—n de Jesœs Humanitario (Humanitarian Jesus) titulado ÒVerdadero evangelismoÓ, los autores Buckley y Dobson dicen:
El
evangelismo incluye tanto compartir el evangelio como tambiŽn satisfacer las
necesidades de las personas. Incluye el combatir la injusticia y el ayudar a
que los oprimidos salgan adelante[79].
En otras partes del libro afirman queÉ el evangelismo y la participaci—n socio-pol’tica son ambas parte de nuestra responsabilidad cristiana[80]. Esto, por supuesto, tiene como prop—sito final É transformar a la sociedad en el reino de Dios, haciendo que las instituciones y comunidades entren en acuerdo con la voluntad de Dios[81].
El nuevo evangelio social enfatiza mucho que el evangelismo b’blico est‡ incompleto si no va acompa–ado de una bœsqueda por la justicia social. Cualquier otra perspectiva no es una visi—n integral de la misi—n de la iglesia.
En el mismo libro, Jesœs humanitario, Rod Sider, presidente de EvangŽlicos por la acci—n social es citado:
Ése
supone que los cristianos b’blicos deben encargarse tanto del evangelismo como
del ministerio social[82].
Écuando
se trata del dinero, el tiempo, y los recursos, deseo que la iglesia invierta
la misma cantidad en el evangelismo y en la acci—n social[83].
Sider asume dos cosas falsas: el evangelismo no es una acci—n social en s’ misma y la acci—n social es de igual importancia que el evangelismo.
Keller expresa esto de la siguiente manera:
Yo propongo una diferente manera de entender el
evangelismo y la justicia social. Deber’an existir en una relaci—n asimŽtrica e
inseparable[84].
En su libro sobre el
evangelismo, Harvey Conn dijo:
En el calvario, Jesœs uni— el evangelismo con su labor
de restaurar a la sociedad[85].
Aparentemente, los promotores del nuevo evangelio social
sienten que el evangelismo es insuficiente como una acci—n social. Y aœn menos,
estar’an de acuerdo con que la predicaci—n del evangelio es, de hecho, el œnico
programa de acci—n social que Dios ha mandado para estos tiempos actuales. Esto
es precisamente lo que la Gran Comisi—n afirma.
Interesantemente, Tony Campolo quiŽn por lo general se conoce por su liberalismo, parece haberlo entendido bien cuando dice:
Hablar de cualquier tipo de declaraci—n del reino que
no pone como supremo el evangelismo, es una distorsi—n de la manera en la que
Cristo hubiera enfrentado semejante tarea[86].
Podr’a haber a–adido
que distorsionar’a la manera en la que los ap—stoles lo hicieron en el libro de
los Hechos y la forma en la que lo mandaron en sus ep’stolas. Una vez m‡s, el
principio de la revelaci—n progresiva nos ayuda. ÀTenemos la autoridad de tomar
vers’culos del Antiguo Testamento y de los evangelios e ignorar el libro de los
Hechos y las ep’stolas?
Sin embargo, en Hechos
20:35 encontramos un vers’culo que parece contradecir nuestra afirmaci—n,
entonces debemos mirar este vers’culo primeramente.
En todo os he ense–ado que, trabajando as’, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Se–or Jesœs, que dijo: M‡s bienaventurado es dar que recibir. Hechos 20:35
Aqu’, Pablo est‡ hablando acerca de apoyar a los dŽbiles que
se encuentran entre los creyentes, no acerca de un equilibrio entre el el
evangelismo y el combatir las injusticias sociales. Nunca lo vemos invirtiendo
la misma cantidad de tiempo y recursos a la acci—n social. ƒl model— su ministerio con los pobres entre los hermanos.
En el Nuevo
Testamento, el evangelismo siempre se presenta como una declaraci—n verbal. Es
f‡cil encontrar vers’culos que demuestran esto, es m‡s dif’cil encontrar una
conexi—n no-verbal con el evangelismo, al menos de que se trate de alguna
sanidad milagrosa.
Al Mohler, Presidente
de Seminario Teol—gico de los Bautistas del Sur, lo explic— elocuentemente:
El Nuevo Testamento guarda un silencio sorprendente en
cuanto a algœn plan para la acci—n social o gubernamental. Los ap—stoles no
lanzaron ningœn movimiento de reforma social. En lugar de esto, predicaron el evangelio
de Cristo y plantaron iglesias basadas en el evangelio. Nuestra responsabilidad
es de seguir el mandato de Cristo y el ejemplo de los ap—stoles.
Sin embargo, hay m‡s con respecto a esta historia. La
iglesia no debe adoptar como su mensaje un argumento de reforma social, sino
que la iglesia fiel, sin importar donde se encuentre, es en s’ misma un
movimiento de reforma social precisamente porque es poblada por pecadores
redimidos que est‡n llamados a la fidelidad a Cristo. El evangelio no es un
mensaje de salvaci—n social, pero s’ tiene implicaciones sociales[87].
La caridad es una
cosa, la justicia social es otra. El nuevo evangelio social frecuentemente
confunde la diferencia. Un escritor lo expres— elocuentemente:
El Buen Samaritano no se detuvo para practicar
Òjusticia socialÓ cuando encontr— al hombre herido que hab’a sido v’ctima de
los ladrones junto al caminoÉ Žl demostr— compasi—n a una victima de crimen, no porque tenga una
desventaja social, Žtnica, o financiera, sino simplemente porque era un
Òpr—jimoÓ necesitado.
Adem‡s, el Buen Samaritano no fue tras los ladrones
para recuperar las pertenencias del hombre, vengarse del abuso,
arrestarlos, y empezar un programa de protecci—n o recuperaci—n de las
pertenencias de los viajeros en la sinagoga local porque eso no era lo que
Jesœs les estaba ense–ando a sus seguidores con la par‡bola – tampoco era
la misi—n por la cual hab’a venido.
Si tœ le robas el dinero a alguien, es ÒjusticiaÓ ver
que el dinero sea devuelto a su due–o respectivo y/o que seas castigado por tu
crimen – no ÒcaridadÓ [88].
Es lo mismo con alimentar a los pobres. El ayudar a un pr—jimo que padece de hambre es caridad. El empezar una campa–a en la que se redistribuye la riqueza o se corrige la pol’tica de comercio en AmŽrica es justicia. Esto œltimo no incumbe a los cristianos. El presentar textos b’blicos sobre la caridad para racionalizar la justicia social como una responsabilidad cristiana es un abuso reprochable de la palabra de Dios[89].
Concedemos que puede haber momentos cuando la caridad y la justicia se unen. Sin embargo, debemos ejercer sabidur’a para que estas no nos desv’en de nuestra misi—n. Si no es predicar y bautizar, puede que sea una causa noble, pero no es la Gran Comisi—n.
Debemos ser generosos con la caridad, no con la justicia, porque la justicia puede llevarnos a juzgar o a conseguir venganza. Estos son del dominio de Dios, no del nuestro.
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La caridad cristiana es un mandato
del Nuevo Testamento.
La justicia social no.
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La caridad cristiana es un mandato del Nuevo Testamento. La justicia Social no. La iglesia debe ministrar a los pobres dentro de ella. Pero puede ministrar a los pobres en la comunidad si las condiciones lo permiten.
Algunos han sugerido un v’nculo entre la doctrina de la justificaci—n por medio de la fe y la justicia social. ƒste es un error sem‡ntico. En la l—gica, esto se llama la falencia de definiciones, lo cual significa mezclar definiciones.
Las palabras justificaci—n y justicia tienen la palabra justo como su ra’z pero tienen diferentes significados. El primero se refiere a la declaraci—n que Dios pronuncia sobre un creyente, por medio del cual lo vindica con respecto a la ley divina gracias a la santidad imputada de Cristo. Justicia se refiere a la ratificaci—n de un acto ilegal o inmoral sobre las relaciones sociales. El intentar asociar estos dos conceptos para apoyar la idea de un mandato cristiano para luchar por la justicia social est‡ completamente fuera de l’nea.
En Jesœs Humanitario, Dobson y Buckley creen que Òel evangelismo es compartir el evangelio y satisfacer las necesidades de las personasÓ [90]. En el contexto, est‡n hablando de benevolencias materiales para los inconversos. El libro fue escrito como una medida correctiva a un desequilibrioÉ demasiado evangelio y escaso ministerio de la misericordia. Se basa en su mayor’a, en una serie de entrevistas a l’deres cristianos involucrados en obras sociales. Al final, los pone en una especie de escala horizontal con el balance adecuado en algœn punto medio.
La literatura del evangelio social generalmente se escribe con este tipo de intento correctivo en mente. Quieren que veamos el evangelismo puro como un extremo sobre la escala y el puro trabajo social como el otro extremo, con la verdad en algœn punto medio.
Perm’tame hacer una correcci—n al intento correctivo. Este tipo de pensamiento generalmente se proclama en base a la t’pica manera occidental de percibir la realidad y es muy Americana en particular.
Puede que este sea un buen enfoque en la pol’tica o en los negocios. Sin embargo, en la teolog’a frecuentemente lleva al error; y la conclusi—n del nuevo evangelio social es uno de ellos.
La Biblia es un libro oriental, no occidental, y los escritores no percibieron la realidad como una escala horizontal con extremos que deb’an ser evadidos. Su marco es m‡s como el de una llanta con radios, con una ense–anza central y otros temas que part’an de Žl.
As’ es con el evangelismo en el Nuevo Testamento. Ni la Gran Comisi—n, ni el libro de los Hechos, ni las ep’stolas justificar’an el tipo de escala balanceada que el nuevo evangelio social quisiera que adoptemos. En lugar de esto, nos dan a entender que el evangelismo es el centro de una rueda. Los ministerios de misericordia son radios que pueden o no fluir de Žl. La bœsqueda de la justicia social para crear una sociedad equitativa no es ni siquiera uno de los radios.
El animarnos unos a otros al amor y a las buenas obras es perfectamente correcto. (Hebreos 10:24) Sin embargo, el hacerlo desde una perspectiva que los ap—stoles nunca promovieron es inapropiado.
Mientras visit‡bamos una base militar, escuchamos a un soldado decirle a otro, —ÁEsos no son los P.E.O.!— Yo preguntŽ a quŽ se refer’a. ƒl me dijo, —Son siglas que significan Procedimientos Est‡ndar Operativo. El ejŽrcito tiene P.E.O. para todo.
—ÀY quŽ de las condiciones de guerra?— PreguntŽ. ƒl explic— que durante las emergencias como de guerra, surgen excepciones con tanta frecuencia que uno puede llegar a confundirlas con la norma. La regla est‡ all’ precisamente para que el ejŽrcito no las confunda con sus metas y prop—sitos, y pueda volver a encaminarse r‡pidamente cuando las condiciones permitan.
El libro de los Hechos nos da la norma. La norma para promover el reino de Dios es el testimonio verbal y la palabra de Dios hablada, nada m‡s. ƒste es nuestro P.E.O. A medida que nos encontramos con situaciones de peligro o de emergencia, es all’ donde entran los ÒÀY que siÉ?Ó Nada aparte de esto es b’blico y nada m‡s es la misi—n de la iglesia.
Desafortunadamente, como sucede en condiciones de guerra, nos enfrentamos con muchas situaciones de peligro y riesgo. Algunos sectores de grandes ciudades e incluso culturas enteras podr’an estar en modalidad de crisis. Los terremotos, hambrunas, o zonas de guerra podr’an justificar un Žnfasis en el ministerio de la misericordia.
Las condiciones sociales o religiosas de muchos pa’ses obstaculizan que los misioneros puedan predicar el evangelio abiertamente. Los ministerios de la misericordia proveen una plataforma que posibilita que puedan infiltrar con el evangelio. Esta es otra excepci—n a los P.E.O. de la iglesia.
Las situaciones de peligro no son la norma para la mayor parte de la humanidad en la actualidad, ni tampoco lo eran en el primer siglo. Los equipos apost—licos iban a las ciudades y a grupos de personas que estaban gan‡ndose la vida y formando familias al igual que lo hacen en la actualidad. Esos equipos iban a las sinagogas, a los mercados, y a los foros donde la gente ordinaria frecuentaba.
El patr—n de los libros del nuevo evangelio social es describir a las culturas en situaciones de peligro, tales como las agrupaciones de personas empobrecidas y testimonios de c—mo los ministerios de misericordia trajeron resultados fruct’feros a los misioneros. En sus mentes, esto demuestra que el evangelismo, el ministerio evangel’stico, e incluso el evangelio mismo son incompletos sin el ministerio de la misericordia[91].
Franklin Graham de
SamaritanÕs Purse habl— acertadamente cuando dijo:
Nunca lastima practicar la Gran Comisi—n, Ôvayan al mundo y
prediquen el evangelioÕÉ Cristo no nos llam— a alimentar a las personas. Cristo
no nos llam— a sanar a las personas. Sus seguidores son llamados a llevar su
evangelio a los hambrientos,
enfermos, solitarios, atormentados, y perdidosÉ ya que Žl es el œnico
que puede saciar la sed de alguien, aliviar su hambre, y tocar el alma con el b‡lsamo
del perd—n, el consuelo, y la vidaÓ.
Este es el P.E.O. del evangelismo. Eso, y nada m‡s.
á La Biblia no ense–a un balance entre el evangelismo y la justicia social. Esta es una fantas’a inventada por los maestros del evangelio social.
á El evangelismo es el programa social de Dios.
á El movimiento frecuentemente confunde la caridad con la justicia o incluso la justificaci—n con un compromiso a las causas de justicia social.
á El nuevo evangelio social generalmente confunde la diferencia entre la caridad y la justicia.
A primera vista, los textos que son usados para justificar el movimiento parecen imponentes, casi masivos. Sin embargo, en este cap’tulo y el siguiente, le mostraremos que las interpretaciones de estos textos son un abuso a las escrituras. Finalmente, revelaremos el factor clave que expone el sistema entero como miserable.
El texto favorito del evangelio social, tanto de la antigua versi—n como de la nueva, es la par‡bola de las ovejas y las cabras en Mateo 25:31-46. Esta par‡bola es invariablemente citada en todos los libros del evangelio social que hemos revisado hasta ahora.
En esta historia del juicio final, las ovejas y las cabras son divididas delante de Cristo, un grupo a la izquierda, y el otro a la derecha. Aquellos que mostraron compasi—n hacia los oprimidos son aceptados en el reino. Aquellos que no lo hicieron, son condenados al fuego eterno.
Stearns comenta:
ÒÉel
criterio para dividir a los dos grupos no es que las ovejas confesaron su fe en
Cristo mientras que las cabras no lo hicieron, sino mas bien que las ovejas
actuaron de maneras compasivas y tangibles hacia los pobres, enfermos,
prisioneros, y vulnerables, mientras que las cabras no lo hicieronÉ Aquellos
que han fallado en responder, aquellos que no demostraron su fe a travŽs de la
compasi—n por los necesitados, fueron enviados al fuego eternoÓ
[92].
Como evangŽlico, Stearns aclara r‡pidamente Òesto no significa que somos salvos por medio de acumular suficientes buenas obras para agradar a Dios. No, significa que cualquier autŽntico y genuino compromiso con Cristo ser‡ acompa–ado por evidencia demostrable de una vida transformadaÓ [93].
Los cristianos a travŽs de la historia, han declarado siempre que un compromiso genuino con Cristo ser‡ demostrado por una vida transformada. Mateo 25 es un gran texto para demostrarlo. La pregunta es, ÀquŽ tiene que ver todo esto con la misi—n de la iglesia? Los maestros del nuevo evangelio social lo agrandan a mucho mas.
En su ministerio, Jesœs luch— con legalistas religiosos duros de coraz—n que trataban a la gente comœn como ignorantes[94]. Esta par‡bola muestra la diferencia entre los creyentes genuinos y los simples religiosos. Jesœs dijo antes en Mateo 23:4,
Atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los dem‡s, pero ellos mismos no est‡n dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas.
En su explicaci—n de esta par‡bola en su libro El Dios Pr—digo, Keller piensa que Jesœs esta diciendo,
...la
se–al inevitable de que sabes que eres un pecador salvo por la sola y costosa
gracia de Dios es una consciencia social sensible y una vida entregada al
servicio de los pobres[95].
Jesœs simplemente est‡ demostrando c—mo los verdaderos
creyentes se caracterizan por una normal compasi—n por el sufrimiento de la
humanidad. La religiosidad tiende a disminuir esa compasi—n.
En el curso ordinario de la vida, nos encontramos con personas a las que podemos ayudar. Tanto las ovejas como las cabras se hacen la pregunta, Se–or, Àcuando te vimos con hambreÉ? Esto significa, mientras lidiaban con su diario vivir, ellos vieron a personas en necesidad y reaccionaron compasivamente hacia ellas.
Esto es muy diferente que decir que no sirvieron en nada a Jesœs a menos queÉ
estuvieran sirviendo a los
hambrientos, los refugiados, los enfermos y los prisioneros É [96]
Es una falta injustificable asumir en esta par‡bola que el servicio a los pobres es la misi—n a la que se debe dedicar la iglesia, y que tal dedicaci—n es la medida de nuestra espiritualidad o que es la otra mitad del evangelio.
Es como decir que los cristianos deben guardar los Diez Mandamientos y manifestar el fruto del Esp’ritu[97]. Estos caracterizan a los cristianos. Eso es diferente a la misi—n de la iglesia, a los llamados individuales o a la Gran Comisi—n. Alguno dir‡ que el guardar los Diez Mandamientos es la otra mitad del evangelio. O que el fruto del Esp’ritu es la misi—n de la iglesia.
En la par‡bola de las ovejas y las cabras, Jesœs est‡ hablando palabras de consuelo, como Isa’as predijo que el mes’as har’a. consolaos, pueblo m’o É [98] Les est‡ dejando saber que aquellos l’deres religiosos que los oprimen y que no hac’an nada para aliviar su miseria, recibir’an su recompensa.
Mientras tanto, los tronos del reino est‡n siendo preparados para algunos de los supuestos ignorantes que ve’an el ayudar a sus vecinos en necesidad como algo completamente natural. Ese es el punto de esta par‡bola y ningœn otro. Jesœs no ten’a la intenci—n de darles otra ley y otra responsabilidad a sus disc’pulos.
El Comentarista Matthew Henry observa que Òla indiferencia caritativa hacia los pobres es un pecadoÓ [99]. Eso queda bastante claro en esta par‡bola. Lo que no est‡ tan claro es quŽ tiene que ver esto con los mandatos que el nuevo evangelio social le impone a la iglesia.
La segunda par‡bola que se cita con frecuencia por el nuevo evangelio social es la del buen samaritano, Lucas 10:25-37.
Un escriba, un experto en la ley, trat— de atrapar a Jesœs traicionando un mandato que la ley especificaba. ƒl pregunt—, ÒÀQuien es mi pr—jimo?Ó
ÀPor quŽ pregunt— eso el escriba? En la ley del Antiguo Testamento, el tŽrmino pr—jimo se refer’a generalmente a los jud’os, solamente a los miembros de la comunidad del pacto. (Lev’tico 19:18) Jesœs explot— esa burbuja al convertir en hŽroe de la historia a alguien que los jud’os consideraban estaba fuera del pacto, un Samaritano.
Sobre este punto, Keller est‡ bastante acertado al mencionar que Jesœs extendi— el tŽrmino pr—jimo para incluir a aquellos que se encontraban fuera de la Òcomunidad del pacto,Ó la cual es ahora la iglesia.
El punto central de la famosa par‡bola de Jesœs del
Buen Samaritano (Lucas
10:25–37) es que el ministerio de la misericordia no debe estar confinado
a la comunidad del pacto, sino que debe extenderse a aquellos que se encuentran
fuera de ella[100].
En Jesœs humanitario, los autores tambiŽn muestran al samaritano demostrando compasi—n por una
persona externa a su propia raza.
ÒEl amor es dar un paso
mas del que crees que puedes dar, porque la persona a la que estas sirviendo no
puede dar pasos para llegar a tiÓ [101].
Bien dicho.
Desafortunadamente, los maestros del evangelio social en general tienden a
citar esta par‡bola en libros o art’culos como una de las muchas evidencias que
apoyan sus principios, pero en realidad, no tiene nada que ver con la intenci—n
original del texto.
El samaritano no era
la iglesia y la v’ctima del robo no era el mundo. Tampoco Jesœs us— esta
par‡bola como un ejemplo de una lucha por la
justicia social, de la misi—n de la iglesia o de la Gran Comisi—n. Esta
par‡bola no apoya a ninguna de esas ideas.
A–adir nuestros
propios elementos de interpretaci—n a la par‡bola, y despuŽs imponerlo a los cristianos
sin ninguna raz—n es ciertamente una f—rmula para la confusi—n. El incidente
dentro de esta par‡bola es una situaci—n singular de emergencia, no t’pica de
la vida diaria. Est‡ dise–ada para exponer la diferencia entre un coraz—n
encallecido por la falsa religiosidad y una persona normal con sentido de
compasi—n.
Solamente nos pidieron que nos acord‡semos de los pobres; lo cual tambiŽn procurŽ con diligencia hacer. G‡latas 2:10
Los maestros del nuevo evangelio social mencionan este vers’culo ocasionalmente para mostrar que los ap—stoles estaban conscientes de la necesidad de ministrar a los pobres. Supuestamente muestra a Pablo ense–ando que el servicio a los pobres es indispensable para el ministerio del evangelio.
Un art’culo de internet considera este vers’culo comoÉ m‡s evidencia de que cuando servimos Òal menor de estos,Ó
ciertamente hemos llegado al coraz—n del evangelio.Ó[102] El contexto muestra que el autor se est‡ refiriendo a
los pobres de afuera de la iglesia.
En su intento por probar
que la congregaci—n debe ministrar a los pobres que se encuentran fuera de la
iglesia, Keller usa
G‡latas 2:10 para decirle a la iglesia den
ofrendas y alivien a los pobresÓ. A–ade:
As’ que no solo las
personas individuales, sino que toda la iglesia como un cuerpo debe estar
involucrado en el cuidado f’sico y econ—mico de los pobres [103].
El contexto de G‡latas Dos muestra lo opuesto. Durante su visita con los otros ap—stoles a JerusalŽn, Pablo les present— su ministerio y el mensaje que predicaba. Quer’a asegurarse de que todos estaban de acuerdo, Òpor temor de estar corriendo o haberlo corrido mi carrera en vanoÓ.
Pablo dijo, Òa m’,
pues, los de reputaci—n nada nuevo me comunicaronÓ. Es decir, los otros ap—stoles encontraron que el
evangelio de Pablo estaba completo y no necesitaba adiciones. DespuŽs de eso,
le extendieron nos dieron Òa m’ y a BernabŽ la diestra en se–al de
compa–erismoÓ.
El servicio a los pobres era algo que no estaba incluido en su presentaci—n del contenido del evangelio. De otra manera los ap—stoles no hubieran tenido la necesidad de mencionarlo posteriormente.
Los ap—stoles entend’an claramente que el ministerio para los pobres no era parte del evangelio ni defin’a el ministerio evangŽlico en ninguna forma. Mencionarlo al final de la conversaci—n tampoco pon’a el servicio a los pobres en ÒequilibrioÓ con el mensaje de Pablo.
Los ap—stoles no especificaron a quŽ pobres se refer’an, si
dentro de la sociedad en general o dentro de la iglesia. Vemos c—mo la conducta
de Pablo lo defini— cuando acepto una ofrenda para Òlos pobres santos en JerusalŽnÓ [104].
En Hechos 14 leemos que Pablo y BernabŽ retornaron a Antioquia, Òdesde donde hab’an sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que hab’an cumplidoÓ. Su ministerio de predicar el evangelio y plantar iglesias hab’a sido cumplido. No se menciona nada de alimentar a los pobres.
Conclusi—n: El servicio a los pobres no es parte del evangelio. Tratar de usar G‡latas 2:10 para apoyar la idea de que lo es, es contraproducente para los promotores del nuevo evangelio social.
Y si un hermano o una hermana est‡n desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada d’a, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, Àde quŽ aprovecha? Santiago 2:15-16
Pero alguno dir‡ Tœ tienes fe, y yo tengo obras. MuŽstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostrarŽ mi fe por mis obras. Santiago 2:18
Santiago Cap’tulo Dos
es otro texto popular usado para justificar la aplicaci—n distorsionada del
slogan Òen palabra y en hechosÓ.
Todos los seguidores
del evangelio social, Antiguo o Nuevo, concuerdan en que solamente predicar el
evangelio es una forma inadecuada de manifestar la fe cristiana. Ese es el tema
central en todos los libros que hemos revisado hasta ahora[105]. Santiago Dos es su texto favorito para
ilustrar esta idea y segœn ellos, es algo incuestionable.
CuestionŽmoslo: ÀExcluir’a
Santiago el evangelismo de la lista de buenas obras generadas por una fe
genuina?
Esto expone el cl‡sico error llamado falencia de la exclusi—n; asumir que la presencia de un factor excluye necesariamente todo lo dem‡s. Es bastante claro que los cristianos que se niegan a ayudar a otro creyente en verdadera necesidad est‡n probando que su fe no es real. Esto es muy diferente a decir que los que no est‡n sirviendo a los pobres del mundo carecen de fe.
Santiago est‡ diciendo que la fe genuina produce obras de una forma u otra. Es dif’cil imaginar a un ap—stol diciendo que el evangelismo no cuenta como una buena obra. Santiago usa el ejemplo f’sico de un hermano o hermana en necesidad para ilustrar su punto de forma concreta.
Si un creyente que profesa su fe no est‡ involucrado en nada, ni en predicar, ense–ar, evangelismo o en el ministerio de misericordia, tenemos una raz—n para asumir que su fe es una simple pretensi—n.
El asunto que trata de enfatizar Santiago es una fe que se muestra a si misma a travŽs de las obras versus una fe falsa que no tiene fruto de ningœn tipo. El contraste no est‡ entre lo verbal y lo f’sico. Pensar lo œltimo y aplicarlo como si fuera una doctrina es una tergiversaci—n injustificable de las escrituras.
Pablo lo dijo de esta forma:
Pero teniendo el mismo esp’ritu de fe, conforme a lo que est‡ escrito: Cre’, por lo cual hablŽ, nosotros tambiŽn creemos, por lo cual tambiŽn hablamos, 2Corintios 4:13
Esto nos da a entender que Pablo consideraba el evangelismo como el producto de una fe genuina. El no incluir’a una obra material como un componente necesario del evangelismo de la misma manera que Santiago excluir’a el evangelismo de ser una buena obra. Pero entonces, si esto es correcto, el nuevo evangelio social no tiene nada que decirnos del Cap’tulo Dos de Santiago.
á Nada en la par‡bola de las ovejas y las cabras, ni en la del buen samaritano apoya los argumentos del nuevo evangelio social.
á El uso de Santiago dos y G‡latas dos como textos de apoyo para las ideas del nuevo evangelio social sale de la intenci—n que ten’an los autores.
á El Nuevo Testamento no valida la idea del nuevo evangelio social de que existe un equilibrio entre el evangelismo y el intentar buscar la justicia social.
El texto del Antiguo Testamento m‡s popular en la ense–anza del nuevo evangelio social es Isa’as 58. En este cap’tulo, el profeta se queja de Israel por la negligencia que tiene hacia los pobres que se encuentran en su medio. Isa’as expone la hipocres’a religiosa de la naci—n mostrando la dedicaci—n que le presta a los ayunos, d’as festivos, y otros rituales religiosos, mientras ignora la ley de Dios con respecto a los pobres que all’ habitan.
Algunos argumentan en base a este cap’tulo que la justicia se define como ministrar a los pobres[106]. Como consecuencia, dicen, si nos enfocamos en servir a los pobres, estamos haciendo justicia y siendo justos. Si no nos comprometemos a eso, es cuestionable que seamos justos en absoluto o incluso que seamos justificados por medio de la feÉsegœn los maestros del nuevo evangelio social.
Esta es una verdad a medias. Ciertamente es bueno ministrar a los pobres y malo ignorarlos cuando est‡n a nuestro alrededor.
La mitad incorrecta tiene que ver con la definici—n b’blica de la justicia. En toda la Biblia, los tŽrminos moralistas siempre tienen la ley moral como su punto de referencia. Estos incluyen la justicia, el pecado, la santidad, la maldad, las buenas obras, etc. Los esfuerzos humanos, sin importar cu‡n bien intencionados sean, no son buenos, justos o santos al menos que correspondan a los est‡ndares de Dios.
Al comienzo de Isa’as 58, el profeta se refiere a Israel como un pueblo que ha quebrantado la ley.
É y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; Isa’as 58:2
En el resto del cap’tulo, Isa’as explica los mandatos que han quebrantadoÉ negligencia hacia los pobres.
Ayudar a los pobres en su entorno era parte de la ley Mosaica. Isa’as est‡ reprimiendo a los jud’os de su Žpoca por cubrir su descuido de la ley con pr‡cticas religiosas. Como todos los profetas del Antiguo Testamento, Isa’as estaba sujeto a los l’mites de la ley[107]. Su rol era el de reprimir a la naci—n por su quebrantamiento de leyes, de las cuales una era cuidar de los pobres de en medio de ellos.
El principio moral aqu’ ciertamente es v‡lido para los cristianos de la actualidad. Somos igual de culpables que los Jud’os en los tiempos de Isa’as si encubrimos nuestra indiferencia por los mandatos de Dios con pr‡cticas cristianas. Los maestros del nuevo evangelio social tendr’an toda la raz—n de reprimirnos si nos vieran ignorando las necesidades de los pobres que se encuentran entre nuestros hermanos cristianos.
Desafortunadamente, van m‡s all‡ de esto al ignorar ciertos puntos:
á
Ni la exhortaci—n de Isa’as, ni la ley que la antecede, contiene algœn
mandato de alimentar a los pobres que se encuentran fuera de Israel.
á
El nuevo evangelio social asume que la iglesia en esta dispensaci—n
hereda las bendiciones y las maldiciones de Israel. Si esta no es una asunci—n
escondida, entonces sus exhortaciones basadas en Isa’as 58 no tienen
sentido.
Aunque la Biblia claramente dice que la iglesia es el Israel de Dios, el grado con el cual la iglesia hereda las bendiciones y maldiciones de Israel es un tema delicado entre te—logos.
Entonces si el nuevo evangelio social desea aplicar Isa’as 58 a la iglesia, se sobrentiende que la iglesia debe cuidar solamente de los pobres que son creyentes que se encuentran en medio de ellos.
Por lo tanto, ministrar a los creyentes pobres es algo que la iglesia debe hacer. Ayudar a los pobres de la comunidad que se encuentran fuera de la iglesia es algo que puede hacer, pero no es mandato.
Isa’as 58 no le brinda ningœn apoyo a los argumentos del nuevo evangelio social.
Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehov‡; porque en su paz tendrŽis vosotros paz. Jeram’as 29:7
Este vers’culo es usado para apoyar la estrategia de evangelismo del nuevo evangelio social. Si las iglesias se dedican a bendecir a la ciudad por medio del ministerio de la misericordia, la iglesia misma prosperar‡.
Jerem’as estaba hablando a los cautivos de Babilonia. Como
t’pico profeta hebreo estaba exponiendo lo que la ley ya mandaba. Dios advirti—
a Israel que el exilio ser’a uno de los castigos infligidos por la
desobediencia. Durante ese exilio, Dios les bendecir’a y les har’a recuerdo de
su pacto con ellos. (Lev’tico
26:44-45)
Es un poco dif’cil ver quŽ tiene esto que ver con una
supuesta lucha cristiana por la justicia social,
con un supuesto balance en el evangelio o con un mandato para reducir la
pobreza en el mundo.
Aun m‡s dif’cil que esto es entender por quŽ una exhortaci—n extra’da de la Ley de MoisŽs, escrita para hacer ver a Israel las consecuencias de su desobediencia, es relevante para la iglesia cristiana.
Es bueno exhortar a las iglesias a que busquen la prosperidad de sus propias ciudades y que las bendigan en todas las maneras posibles. Sin embargo, es dudoso cuando nos olvidamos de la manera en la que Jesœs nos dijo mand— hacerlo en la Gran Comisi—n, es decir, predicar el evangelio.
Un golpe duro a la teolog’a del nuevo evangelio social es el concept del Pacto de Gracia. Esta es la espina dorsal de la Biblia entera. La relaci—n de Dios con el hombre en ambos testamentos es basado en un pacto, un acuerdo entre Dios y su pueblo.
La palabra pacto ocurre 264 veces en el Antiguo Testamento y 33 veces en el Nuevo. Est‡ agarrado inseparablemente con la fidelidad de Dios a sus promesas, lo cual explica por quŽ los tŽrminos pacto y promesa ocurren en el mismo vers’culo 14 veces a lo largo del Nuevo Testamento.
Dios claramente es un Dios de pactos. En el Antiguo Testamento, el Dios que ten’a pacto con su pueblo prometi— suplir sus necesidades. Lo hizo cuando ellos eran obedientes. (Deuteronomia 28) En el Nuevo Testamento, por medio de las promesas de su pacto, Dios promete suplir todas las necesidades de los creyentes, espiritualmente y f’sicamente. ƒl lo hace cuando ellos son obedientes. (Filipenses 4:19)
No hay mucha diferencia all’, con excepci—n de que un Salvador derram— su sangre para confirmar las promesas del pacto para su pueblo y solamente para uso suyo. (Ver G‡latas Cap’tulos Tres y cuatro y el libro entero de Hebreos reos.)
Existe una caracter’stica comœn contundente entre los pactos de ambos testamentos: Exclusividad.
No hab’a ninguna cl‡usula en la Ley de MoisŽs que mandaba que se alimente a los filisteos. La ley era enf‡tica con respecto a c—mo se deb’a cuidar de los pobres en Israel. El pentateuco da instrucciones para que se guarde el a–o de jubileo para cancelar las deudas entre ellos.
Es lo mismo con el ÒIsrael de DiosÓ de hoy, la iglesia[108]. Las promesas de Dios en el nuevo pacto son para el pueblo de Dios, para aquellos que han depositado su confianza en Cristo. Es por esa raz—n que no encontramos ningœn mandato en el Nuevo Testamento impuesto sobre la iglesia para alimentar a la humanidad, luchar por causas de justicia social, o crear una sociedad equitativa antes de que Jesœs retorne.
Somos libres para hacer estas cosas si as’ lo deseamos. Sin embargo, no tenemos la libertad de sugerir que son mandatos o parte de la Gran Comisi—n. Tampoco nuestra espiritualidad es medida por tales cosas.
El principio de la exclusividad rinde como irrelevantes a estos textos como apoyo al nuevo evangelio social. Entre esto y el principio de la relevaci—n progresiva, el movimiento cae.
Entender estos errores no debe llevarnos a un esp’ritu sin compasi—n. Aun permanece la imagen de Dios en las personas, sin importar ningœn otro factor. Debemos predicar la palabra de Dios a la humanidad. Podemos alimentarlos si est‡ a nuestro alcance hacerlo, siempre y cuando no ponga en peligro a nuestra propia gente, acabando con los recursos que son necesarios para completar nuestra misi—n, la Gran Comisi—n.
á Es anti b’blico ense–ar que debe existir un equilibrio entre el evangelismo y la justicia social para que el evangelio sea integral y autŽntico.
á Es anti b’blico ense–ar que la misi—n de la iglesia es combatir la pobreza en la comunidad y en el mundo.
á Es anti b’blico ense–ar que el servicio hacia los pobres es una parte inseparable del evangelio.
á Es anti b’blico ense–ar que la fe genuina en Cristo resultar‡ en una vida de servicio hacia los pobres.
á Es anti b’blico ense–ar que el reino de Dios consiste en una sociedad justa y equitativa, completa o en parte, antes del retorno de Cristo.
á Es anti b’blico ense–ar que parte de la misi—n de la iglesia es participar con Dios en la restauraci—n de la creaci—n f’sica.
á Es anti b’blico confundir la caridad cristiana con la justicia social.
á Es anti b’blico declarar que los cristianos tienen el mandato de participar en causas de justicia social.
á Es anti b’blico usar las par‡bolas de Jesœs para ense–ar que todos los cristianos deben dedicarse al servicio de los pobres.
á Es anti b’blico interpretar las profec’as del Antiguo Testamento, como Isa’as 58, Jerem’as 29 o de la ley mosaica, para imponer un mandato sobre la iglesia de aliviar la pobreza en la comunidad o en el resto del mundo.
á Es anti b’blico sugerir que la disparidad econ—mica entre los individuos o las naciones es en s’ una evidencia de la injusticia.
á Es anti b’blico declarar que los cristianos le deben algo a los pobres y que lo deben pagar por medio del ministerio de la misericordia, sin el cual ellos mismos son injustos.
á El
movimiento frecuentemente usa de una manera incorrecta los textos del Antiguo
Testamento como ser Isa’as 58 y Jerem’as 29.
á Los
promotores ignoran el principio de la exclusividad en el contexto de estos
textos y los aplican a la bœsqueda de la justicia social en la sociedad de la
actualidad.
á Al
principio, el sistema teol—gico del nuevo evangelio social parece grande y
amenazante. Sin embargo, el principio de la exclusividad en los pactos expone
el sistema entero como miserable, al punto de ser absurdo.
á El
movimiento abusa de la palabra de Dios en puntos importantes
de la teolog’a b’blica.
Echar licor dentro de una botella de leche tiene ciertos problemas Žticos, especialmente si no se notifica al comprador. Los esl—ganes ayudan a comunicar el mensaje de cualquier movimiento, a menos que utilicen dichos populares con otro sentido al que normalmente tienen. Ideas err—neas son comunicadas de esta forma a los inadvertidos, al igual que el licor en la botella de leche.
El nuevo evangelio social ha escogido algunos dichos, benignos en ciertos contextos pero que deber’an ser evadidos por los cristianos.
¥ Eslogan: Palabra
y hecho
Si el dicho popular, predica el evangelio en palabra y en hecho, significa que nuestra profesi—n verbal del evangelio debe ir acompa–ada de una vida santa, es loable. Si profesamos conocer el amor de Dios e ignoramos a nuestro hambriento vecino, la genuinidad de la profesi—n de nuestra fe debe ser puesta en duda.
Si, por el otro lado, significa que el evangelismo es incompleto a menos que se otorgue la benevolencia material al no creyente, entonces apunta a un falso evangelio que un cristiano debe rechazar.
Si aceptamos el uso de este dicho como legitimo, tendr’amos que excluir el predicar y ense–ar como una ÒobraÓ. ÀTiene esto sentido? Si lo tiene, debemos concluir que Pablo realiz— muy pocas obras en sus jornadas misioneras. Unos pocos milagros de sanidad, de seguro. Pero aparte de eso, ninguna buena obra, tal como los maestros de la nueva moda la definan, y ciertamente sin ninguna intenci—n de ÒequilibrarÓ el evangelio.
á
Eslogan: Predica el evangelio, usa palabras si
es necesario
Este dicho ha sido atribuido a San Francisco de As’s, aunque no existen evidencias de que Žl lo haya dicho.
ÀPorque es malo este dicho? Porque le falta algo vital a esta definici—n del evangelio: La cruz. Observe cuan r‡pido se desvanece frente a la definici—n de Pablo:
Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a Žste crucificado. 1Corintios 2:2
A vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado. G‡latas 3:1
Adem‡s os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, Porque primeramente os he ense–ado lo que asimismo recib’: Que Cristo muri— por nuestros pecados, conforme a las Escrituras. 1Corintios 15:1,3
La œnica forma de comunicar el mensaje de la cruz es verbalmente, al menos de que se trate de una obra teatral de la pascua o algo por el estilo. Debido a que el dicho excluye la cruz, resulta en un evangelio diferente al b’blico. As’ que no existe raz—n para que tal eslogan sea usado por un cristiano.
á
Eslogan: Ministerio Integral
Si ministerio integral significa que la iglesia debe ministrar tanto la parte material como la espiritual, est‡ bien. Pero si insinœa que el ministerio cristiano es incompleto a menos que se acompa–e del ministerio de la misericordia, debe ser rechazado.
á
Eslogan: Evangelio completo
Si este dicho quiere decir es que el mensaje de
salvaci—n conecta a la persona a Cristo, quien suple sus necesidades f’sicas y
espirituales, es excelente. Si implica que el evangelio en s’ mismo
es incompleto sin una benevolencia material a los no creyentes, expresa un
falso evangelio y un cristiano debe rechazarlo.
á
Debemos estar altera cuando se usan ciertos esl—ganes y palabras de
moda, ya que pueden esconder algœn significado diferente cuando son usadas por
los maestros del evangelio social.
ÀEs el nuevo evangelio social
es m‡s parecido al antiguo, o a la Biblia? Este cap’tulo resume los
puntos importantes.
Antiguo evangelio social: Dios le ha dado el mandato a la iglesia de cuidar a los pobres y reducir la pobreza mundial.
Nuevo evangelio social: Igual que el antiguo. Los cristianos deber’an servir a los pobres como evidencia genuina de su fe. Esta es la estrategia correcta para el evangelismo mundial.
Biblia: No existe ningœn mandato como ese mas que el de preocuparse por hermanos en la fe. La compasi—n cristiana le permite a la iglesia ayudar cuando puede. La iglesia no es una instituci—n de bienestar social.
Antiguo evangelio social: La raza humana es el guardi‡n de la tierra. Desde la Ca’da, los creyentes deben trabajar para restaurar la creaci—n f’sica como parte del mandato para la iglesia.
Nuevo evangelio social: Igual que el antiguo con la excepci—n de que reconocen la necesidad del evangelismo. La evangelizaci—n es solamente parte del mandato de la restauraci—n de la creaci—n.
Biblia: El hombre es el cuidador pero no existe un mandato para la iglesia sobre restaurar la creaci—n. Dios lo har‡ al final de los tiempos. La contribuci—n de la iglesia es hacer disc’pulos a las naciones a travŽs de la predicaci—n del evangelio.
Antiguo evangelio social: Este subconjunto del llamado mandato de la creaci—n fue elaborado por Kuyper despuŽs de Rauschenbusch.
Nuevo evangelio social: Como parte del mandato de la creaci—n, la iglesia deber’a estar involucrada en actividades culturales para adornar la creaci—n con formas de arte saludables. Esto incluye cambiar las instituciones de la sociedad.
Biblia: Cristo es el autor de los dones para la humanidad, no solo los espirituales. Los cristianos con dones art’sticos deber’an usarlos para la gloria de Dios. Los ap—stoles nunca se esforzaron conscientemente por cambiar las instituciones sociales.
Antiguo evangelio social: El evangelio tiene dos partes. Predicar y el ministerio de la misericordia. Uno sin el otro quedan truncados e incompletos.
Nuevo evangelio social: Difiere del antiguo evangelio social solamente en que le dan prioridad a la Palabra. Pero hacen al ministerio de la misericordia una parte inseparable del ministerio del evangelio.
Biblia: No existe tal equilibrio. El ministerio del evangelio esta completamente realizado cuando la Palabra de Dios es predicada y ense–ada, sin sumarle nada m‡s. El ministerio de la Misericordia debe practicarse cuando las circunstancias lo ameritan, primero a creyentes y despuŽs al mundo. Los ministros del evangelio no deben estar involucrados en el ministerio de la misericordia excepto para supervisar lo que es hecho a travŽs del diaconado de la iglesia local.
Antiguo evangelio social: El reino de Dios es una sociedad justa y equitativa. El cristianismo es el medio para llegar a eso.
Nuevo evangelio social: El reino de Dios es la iglesia, aunque algunos incluyen el nuevo orden social que la iglesia crear‡.
Biblia: El reino de Dios es la totalidad de los salvados, tanto en la tierra como en el cielo. Su prop—sito en la tierra es hacer disc’pulos a las naciones hasta que Cristo vuelva.
Antiguo evangelio social: La misi—n de la iglesia es conformar a la sociedad a los est‡ndares Žticos de Dios a travŽs del activismo socio-pol’tico.
Nuevo evangelio social: Igual que el antiguo evangelio social pero predicando como parte del proceso.
Biblia: La justicia social es una preocupaci—n para los cristianos pero no su misi—n. El evangelio apartado del activismo, aunque algunos pueden ser llamados a hacer eso.
Antiguo evangelio social: La desigualdad es la prueba de que existe la injusticia social. Los Estados Unidos son culpables de esto. Los cristianos deber’an participar en los esfuerzos por redistribuir las riquezas. El capitalismo es inherentemente maligno.
Nuevo evangelio social: Los cristianos Americanos, debido a sus riquezas, tienen el deber de participar en la reducci—n de la pobreza mundial.
Biblia: La Biblia presupone el derecho a la propiedad personal, a la ganancia por negocios y a la prosperidad. La desigualdad no es necesariamente injusta. Los cristianos ricos deben ser generosos y humildes pero tienen la libertad de disfrutar de sus bendiciones.
Antiguo evangelio social: Jesœs vino a establecer el reino de Dios como un orden social teocr‡tico visible, basado en principios Žticos.
Nuevo evangelio social: Jesœs vino a establecer el reino de Dios en la forma de una iglesia que ayudara a establecer justicia en la tierra. Los cristianos deben participar en ese proceso.
Biblia: Jesœs vino para dar vida eternal a aquellos que el Padre le entreg—. El logr— esto por su vida, muerte y resurrecci—n. La noci—n de que vino para establecer el reino de Dios de forma visible con justicia social universal antes de la Segunda Venida, es pura ficci—n.
á Los maestros del nuevo evangelio social se consideran a si mismos eminentemente b’blicos y conservadores. Sin embargo, sus ense–anzas son mas parecidas al antiguo evangelio social que a la Biblia.
Hemos mostrado una versi—n del evangelio social que est‡ siendo reavivado bajo el disfraz de un nuevo Žnfasis en el ministerio de la misericordia y la justicia social. Es una nueva forma que involucra mayor participaci—n en las necesidades de la sociedad.
Es un sistema teol—gico en si mismo, una cosmovisi—n que redefine la misi—n de la iglesia, del reino de Dios, de la vida cristiana y aœn el contenido mismo de la palabra evangelio. Es casi una religi—n diferente.
El ministerio de la misericordia es ense–ado en la Biblia como un don del Esp’ritu y una consecuencia necesaria de la vida de la iglesia local. Los celosos esfuerzos por ayudar a los pobres son maravillosos. Pero cuando ese tipo de entusiasmo afecta el significado del evangelio, o de la misi—n de la iglesia, debemos alarmarnos[109].
Imponer mandatos que nunca fueron decretados por Cristo, entristece al Esp’ritu, desv’a a la iglesia de su llamado y extingue el poder del evangelio.
El mensaje del evangelio no es simplemente una cosa m‡s
dentro del amplio espectro del ministerio cristiano. Es suficiente en si mismo
para avanzar en el reino de Dios, porque solo Žl es Òel poder de Dios para salvaci—nÓ
[110].
Buckley,
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Walter. Chritianity and the Scoial Crisis. NY, NY: Harper, 2007
[1] Schweitzer es un misionero de
las Iglesias Presbiterianas de las AmŽricas en Inglaterra, implantando iglesias
reformadas.
[2] Romanos 16:17-18
[3] Corbett
es el fundador del Instituto Chalmers y Fikkert el presidente. Este instituto
se encuentra dedicado a ense–ar a las iglesias como realizar el ministerio de
la misericordia sabiamente.
[4] Corbett, Steve y Fikkert, Brian:
Cuando Ayudar Es Malo, Moody
Publishers, Chicago, Ill. 2009 p.14
[5] Ibid
[6] Ibid, p.78
[7] Corbett y Fikkert, p.40-41
[8] Keller, Justicia Generosa,
p.189
[9] Ibid, Prefacio, ix
[10] Ibid, p.47-48
[11] Buckley y Dobson, p.37
[12] Ibid, p.49
[13] Entrevista
con cristiandad de Hoy sobre su
libro Justicia generosa, publicado 12/6/2010, http://www.christianitytoday.com/ct/2010/december/10.69.html
[14] Justicia
generosa, p.91
[15] Ibid
[16] Rauschenbusch, p.313
[17] Ibid
[18] Ibid
[19] Wikipedia, http://en.wikipedia.org/wiki/Social_Gospel
[20] Jesus
Humanitario, p.32-33, 37
[21] Diccionario evangelico de teologia, p.913
[22] Ibid
[23] Ibid
[24] No hemos
encontrado un Žnfasis en Keller, en relaci—n a la cooperaci—n de incrŽdulos en
la renovaci—n cultural.
[25] Raukschenbusch, p.123
[26] Los maestros del antiguo
evangelio social rara vez dicen, Jesœs vinoÉ porque eso implicar’a deidad en la
encarnaci—n, algo en lo que ellos no creen. Siempre usan palabras como misi—n o
prop—sito
[27]Rauschenbusch, p.123
[28]Stearns, Richard. Hole In Our Gospel (Un hueco en
nuestro evangelio). p.5
[29] Ibid, p.179
[30] Ibid p.201
[31] Conn, Harvey. Evangelism: Doing
Justice and Preaching Grace (Evangelismo: haciendo justicia y predicando
gracia) p.56
[32] Ibid p.46
[33] Keller, Timothy. Ministries
of Mercy: The call of the Jericho Road (Ministerios de misericordia: el llamado
del camino a jerico), 2nd ed. Phillipsburg, N.J., Presbyterian and Reformed,
1997, p.52-53
[34] Buckley&Dobson. Humanitarian Jesus (Jesœs humanitario). p.14
[35] 1Tesalonicenses2:12
[36] 2Th.1:5
[37] Textos como 1Tesalonicenses4:15-17
y Mt 24:30-31 lo hacen enf‡ticamente claro.
[38] Un lema del movimiento humanista de Protagoras, filosofo griego, 429 A.C.
[39] Conn, p.56
[40] Tito 2:13
[41] Stearns, p.201
[42] Keller, Camino a Jeric—, p.52-53
[43] Buckley
y Dobson, Jesus humanitario,
p.14
[44] El libro
Cuando ayudar es malo usa
esta linea de razonamiento como cierta.
[45] El Instituto Chalmers es una organizaci—n asociada con
el Covenant College en Lookout Mountain, GA, dedicado a ense–ar a las personas
como conducir el ministerio de la misericordia sabiamente.
[46] Corbett&Fikkert,
Cuando Ayudar Es Malo, Cap’tulos Uno y Dos
[47] Mt 14:15
[48] Mateo Cap’tulo Ocho
[49] Marcos Cap’tulo Cinco
[50] Deuteronomia 15:10-12
[51] Jared
Wilson en un sitio web, Gospel Driven Church. Marzo, 2011 http://gospeldrivenchurch.blogspot.com/2010/10/why-social-justice-is-necessary.html
[52] James K.A. Smith. Contribuidor
del Instituto Cardus, Un cristiano
con estilo propio Òa la modaÓ
con la supuesta meta de Òequipar y conectar a la siguiente generaci—n de
lideres cristianosÓ. http://www.cardus.ca/comment/article/2024/
[53] Un
llamado evangŽlico a la responsabilidad civil, 2006 http://www.npr.org/documents/2006/feb/evangelical/calltoaction.pdf
[54] Corbett y Fikkert, Cuando Ayudar Es Malo, p.33
[55] Entrevista citada en Jesus Humanitario, p.169, con Rusty Pritchard,
fundador del Flourish, una organizaci—n cristiana dedicada a los problemas
ambientales.
[56] Ibid, p.170
[57] Corbett
y Fikkert, Cuando ayudar Es malo, p.33
[58] Ibid
[59] Ibid, p.60
[60] Ibid, p.59
[61] Rauschenbusch y Niebuhr estaban
involucrados en esto. Vea Rauschenbusch p.226,237,246 el libro de Richard
NeibuhrÕs Cristo y la cultura este ha influenciado la forma en la que los cristianos
se relacionan con la cultura. Neibuhr era neo-ortodoxo en su teolog’a, una
forma de liberalismo que no tiene nada de nuevo ni de ortodoxo.
[62] Un grupo Canadiense con base en Ontario Canada. Sitio web: http://www.cardus.ca/
[64] Una opera por el compositor Giacomo Puccini, 1904
[65] Se
refiere a una novella por el escritor norteamericano, Ernesto Hemingway, cuya
tema es la muerte y la futilidad de la vida. Para quien suena la
campana, 1940
[66] Diccionario Evangelico De
Teologia, p.715
[67] Citado
en Jesus humanitario, p.35,
de un foro de 50 lideres evangŽlicos en Chicago en 1973. Esta fue la
declaraci—n de Ron Siders, EvangŽlicos para la Acci—n Social.
[68] La Confesion de Westminster es el
est‡ndar doctrinal de las iglesias Presbiterianas con algunas revisiones de
muchas iglesias Bautistas. Es la declaraci—n de la fe en la historia
protestante m‡s. Les tom— 5 a–os escribirla a los 151 te—logos. Su contenido
muestra de cerca el pensamiento de la Žpoca de la reforma.
[69] Revista Por Fe, Oto–o 2010, 29 esta dedicado en gran parte al tema de la
justicia social.
[71] Cox,
Stan. The Social Gospel Posted July
1, 2000
[72] Rauschenbusch, p.145
[73] MacArthur, Standing Strong, p.53
[74] Stearns,
p.279
[75] Ibid, p.202
[76] Tomado del comentario de Lutero
de G‡latas.1:6. Vea cualquier edici—n.
[77] Justicia generosa, p.99
[78] Schweitzer,
William, Ph.D. Un fundador de iglesias en Inglaterra con la iglesia
presbiteriana de America. Del articulo, El Reporte de Aquila, Junio, 2010
[79] Jesus
humanitario, p.56
[80] Ibid, p.36
[81] Ibid, p.32
[82] Ibid, p.87
[83] Ibid, p.91
[84] Keller, Justicia generosa, p.139
[85] Evangelismo:
Haciendo justicia y predicando gracia, p.67
[86] Citado como parte de una
entrevista de Jesus humanitario.
[87] Al Mohler en el Evangelio social — Septiembre
17, 2010
http://www.albertmohler.com/2010/03/15/glenn-beck-social-justice-and-the-limits-of-public-discourse/
[88] Proctor,
Paul. La justicia social no es caridad
cristiana, Abril, 2011 http://www.newswithviews.com/PaulProctor/proctor204.htm
[89] Con
renuencia, debemos mencionar que el œltimo libro de Keller Justicia Generosa se basa en gran
medida en este error sem‡ntico. El vincula las palabras "justicia"
y "justificaci—n" y trata
de mostrar que el servicio a los pobres es algo que les debemos como una
cuesti—n de justicia, basado en la ley del Antiguo Testamento y los cristianos
"justificados" por la fe les har‡ "justicia" proveyendo
para ellos. El Nuevo Testamento ense–a la caridad cristiana no la justicia
social. Decimos esto "con renuencia" debido a que Keller es un
destacado escritor y maestro a quien le recomendamos en otros contextos.
[90] Jesus Humanitario, p.52
[91] El libro de Stearns, The hole in our gospel esta
completamente basado en este principio. A pesar de ser un buen libro, lleno de
buenos testimonios, el principio
que menciona lo hace no b’blico.
[92] Stearns, p.59
[93] Ibid
[94] Juan 9:34
[95] Keller, El Dios Pr—digo, p.112
[96] Ibid
[97] G‡latas 5:22
[98] Isa’as 40:1
[99] Henry, Matthew, p.383
[101] Jesus Humanitario, p.71
[103] Keller, Tim. El evangelio y los pobres
http://www.thegospelcoalition.org/publications/33-3/the-gospel-and-the-poor
[104] Romanos 15:26
[105] Jesœs Humanitario est‡ basado en este principio.
[106] Keller,
revista Por Fe, p.30, Otonho 2010 y en Justicia
Generosa Stearns, Hole in the Gospel p.184; Conn, p.49,76; Corbett y Fikkert, Cuando ayudar es malo p.40,56;
[107] !A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido. Isa’as 8:20
[108] G‡latas 6:16
[109] Romanos 16:17-18
[110] Romanos 1:16