por
Roger Smalling, D.Min
Aunque
la Biblia no endosa ningún sistema económico, sin embargo tiene algo que decir
cuando cuestiones económicas afectan nuestro valor como seres humanos. La
manera en que tratamos los unos con los otros está basada, a menudo, en
consideraciones financieras.
Cuando
Carlos Marx escribió El Capital, a fines del siglo
XVIII, el capitalismo en Inglaterra y Rusia era brutal y desenfrenado. Fue así
como se transformó en el germen de revoluciones que resultaron en décadas de
opresión comunista.
Desafortunadamente,
en varios países de América Latina, prevalecen condiciones económicas similares
a las de esos tiempos, lo cual explica el actual resurgimiento de comunismo en
la región. La raíz se encuentra en una relación de corrupción entre empresas
capitalistas y los gobiernos que las amparan, permitiendo prácticas de
explotación como aquéllas del pasado. Bajo tales condiciones, los pobres se
empobrecen más y los ricos se enriquecen más, hasta niveles intolerables.
Los
políticos de tales países emplean el término menos alarmante de socialismo cuando lo que en realidad
promueven es el comunismo.
La Enciclopedia Encarta define el socialismo como, «una
teoría o sistema político en el cual los medios de producción y distribución
son controlados de manera igualitaria y justa por el pueblo y no por las reglas
del mercado».
El
comunismo es una forma extrema de socialismo y se define como una teoría o
sistema político en el cual toda la propiedad y riqueza es propiedad de todos
los miembros de la comunidad, en una sociedad sin clases.
Todo
socialismo es humanista en su raíz, incluido el comunismo. El humanismo asume
que el ser humano es básicamente bueno, o al menos moralmente neutral. Si a las
personas se les provee de un ambiente correcto y educación, pueden llegar a ser
buenas. De allí nace la idea de que es posible una sociedad utópica. Si se
produce una generación de seres «buenos» la utopía es inevitable.
El
primer error salta a la vista de todo cristiano. Se trata de una ostentosa
negación del pecado original y de la naturaleza adámica, que es antítesis de
Dios e inherentemente egoísta. Además, desestima el poder de la corrupción
humana.
El
humanismo y sus derivados, como el socialismo, niegan la necesidad de la
regeneración como el medio de hacer «buena» a una persona y vencer su
corrupción innata. El socialismo es la antítesis del evangelio, porque el evangelio
no es humanista.
Un
principio fundamental del comunismo es abolir el derecho a la propiedad
personal, especialmente en el sentido a tener más posesiones que el vecino. El
comunismo proclama la equidad, en que cada uno recibe igual porción. La Biblia,
sin embargo, afirma claramente el derecho a la propiedad personal e incluso a
veces sugiere que el aumento de riquezas puede ser visto como una bendición de
Dios.
En los
Diez Mandamientos dice: No codiciarás la
casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su
criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo[1].
En este
mandamiento se sobreentiende que existe el derecho a la propiedad personal. No
podríamos codiciar algo si nadie fuera dueño de nada. Esto no puede ser tomado
como relativo a la época o cultura del Antiguo Testamento, porque los Diez
Mandamientos se reiteran en el Nuevo Testamento, y se dirigen a gente de toda
edad y pueblo.
Yo
argumentaría que el concepto de propiedad personal es inherente a la naturaleza
humana creada a la imagen de Dios. Cuando Dios crea a Adán lo pone a cargo de
un jardín, el cual le pertenece.
Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? Hechos 5:3,4
Pedro
reconoce el derecho a la propiedad de Ananías, con las palabras «en tu poder». Esto tomó lugar en el
tiempo durante el cual ellos «tenían en
común todas las cosas» en el festival de Pentecostés (Hechos 2:44). Aun
cuando los delegados a ese festival vivían en una situación comunal, los
apóstoles nunca negaron el derecho a la propiedad privada.
La ley de la siembra y la cosecha supone
a las claras el derecho a obtener ganancia de las inversiones.
Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. 8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra. 2Cor.9:6,8
Jesús
describe cómo un amo puso dinero en manos de sus sirvientes para que lo
hicieran producir ganancias. El que no sacó ganancia es el que fue castigado.
Aunque
la lección de esta parábola es la fidelidad, no las finanzas, sin embargo
muestra que la prosperidad por medio de la inversión no es mala en sí. Si lo
fuera, Cristo no habría usado tal ejemplo.
En este
texto, Cristo da una promesa a aquellos que se ven forzados a abandonar sus
propiedades por causa del evangelio, debido a persecución. El promete una
remuneración. Obviamente, algo de esto tiene sentido figurado, pero dentro de
la promesa se encuentra el reconocimiento del derecho a las posesiones
personales.
Una
dificultad que surge al discutir sobre el socialismo es que el socialista
siempre hace comparaciones entre el peor tipo de capitalismo y el mejor
socialismo. Esto es como comparar una manzana totalmente podrida y una
mediocre. Al menos, ésta es comible, especialmente si la persona nunca ha
probado nada más que manzanas podridas.
Los
socialistas, y aun más los comunistas, hacen que la palabra capitalismo suene
como una mala palabra, y aquéllos que lo practican como unos villanos. Pero
existen otras formas de capitalismo, no solo las de tipo abusivo como en
algunas partes de América Latina.
Algunas
democracias desarrolladas practican la doctrina capitalista del mercado libre.
La idea es que exista competencia entre un capitalista y otro. Esto provoca la
mejora de los productos y el control de precios. El cliente es el rey.
Frecuentemente
los capitalistas realizan prácticas abusivas y corruptas si no existen
regulaciones legales como:
Existe
monopolio cuando una compañía tiene el control absoluto de un mercado, con poca
o ninguna competencia. Por ejemplo, en los Estados Unidos, la compañía AT&T
tenía un control total del sistema telefónico. Si algunas compañías pequeñas
intentaban competir en ese mercado, eran aplastadas por AT&T. Las empresas
afectadas hicieron una demanda. El resultado: el gobierno dictaminó que AT&T
debía separarse en empresas más pequeñas y entrar a competir.
El
resultado de esta competencia fue el nacimiento de la industria de telefonía
móvil, un mejor servicio y tarifas competitivas.
Un
truco utilizado por algunas compañías poderosas, es el acuerdo secreto de
precios para evitar la competencia. De esta forma, pueden obtener más ganancias
que compitiendo entre ellas. Los ejecutivos que fueron sorprendidos en este
tipo de práctica, fueron puestos en prisión.
Aun
cuando en la mayoría de países existen leyes de salario mínimo, en algunos de
los más pobres no exigen el pago de un sueldo que cubra las necesidades
básicas, debido a la corrupción tanto en el sector empresarial, como
gubernamental.
La
libre empresa regulada motiva la inventiva, la iniciativa y el riesgo. No es de
carácter explotador en sí, aunque puede llegar a serlo sin ciertas adecuadas
restricciones. Veamos un ejemplo:
Un
artículo que leí en la revista Selecciones se
me ha grabado:
Imaginen
una pequeña aldea en que cada familia gana alrededor de 10 dólares diarios. La
aldea queda cerca de un río. Obtener agua de ese río ocupa dos horas diarias a
cada familia.
Uno de
los vecinos decide cavar un pozo en su terreno, instala una bomba y vende el
agua a los otros a un costo de 1 dólar diario. El acuerdo es entregarles la misma
cantidad de agua que ellos tendrían que acarrear desde el río. Cincuenta
pobladores aceptan el trato.
El
resultado es ahorrarse dos horas diarias, las cuales pueden invertir en otras
actividades. Algunos deciden fabricar textiles para venderlos, y obtienen mucho
más que el dólar que pagan ahora por el agua.
Mientras
tanto, el dueño del pozo gana más diez dólares diarios y prospera más que
cualquier otro poblador. Sin embargo, lo ha hecho sin explotar a ninguno.
Incluso,
hasta puede contratar a un empleado que gane quince dólares diarios para que se
encargue del negocio, mientras él recorre otros poblados e inicia similares
empresas. Los vecinos están contentos porque han ganado dos horas diarias para
dedicar a otras cosas. El empleado está igualmente contento porque ahora gana
más que el sueldo promedio y, el dueño está contento porque obtiene ganancias
del pozo y ni siquiera tiene que hacer el trabajo.
El
propietario ha sido muy bien recompensado por su iniciativa e inversión. ¿Quién
fue afectado o explotado? Nadie. ¿A quién se le ha robado? A nadie.
Pero,
qué si el dueño hubiera sabido de antemano que el gobierno le iba a expropiar
su pozo y entregarlo a la comunidad? ¿Se hubiera siquiera molestado con este
proyecto?
Según
el socialismo, si una persona tiene más que otra, debe ser porque lo ha quitado
a alguien por medios dudosos. Los pobres y con poca educación, caen a menudo en
este razonamiento simplista.
La idea
de redistribuir la riqueza sería correcta, siempre y cuando se pueda demostrar
que ésta ha sido obtenida en base de competencia injusta, fraude o alguna otra
conducta inmoral. De otro modo, la redistribución es un robo controlado por el
gobierno. La mera presencia de riqueza en sí no es evidencia suficiente de que
exista explotación.
La
oferta comunista de igualdad se queda corta en el mundo real. En este tipo de
gobierno, igual que en otras formas de socialismo, los líderes políticos
reemplazan a las clases pudientes y poderosas. ¿Existe algún cambio en verdad?
Si
todos han de compartir igualmente tanto en trabajo como en beneficios, entonces
todos deben estar de acuerdo con la base filosófica. No solo que la gente debe actuar al unísono, también deben pensar de la misma manera. De no
hacerlo, la unidad será amenazada.
¿Cómo
pueden todos ponerse de acuerdo? La única forma es a través de un gobierno
coercitivo. Es decir, que el gobierno no solo debe controlar los medios de
producción, sino también las mentes de los trabajadores. No se permite la
disensión y la libertad sale volando por la ventana.
El
resultado es seriamente deshumanizante. ¡Qué ironía! La base del movimiento, el
humanismo, lleva inevitablemente a la pérdida de la esencia humana. La imagen
de Dios se rebaja al nivel de una criatura que tiene que ser manipulada.
Históricamente,
los gobiernos se entregan a un plan para educar» a la población, comenzando con
la juventud y niñez. Se les presenta solo un punto de vista como el «correcto».
De allí
nace una fuerte paranoia por parte de los gobiernos comunistas. Se hacen
temerosos de ideas que puedan regarse entre la población, que contradigan las
políticas de su gobierno. Esto es más notorio para los visitantes. En regímenes
comunistas, se interroga fuertemente a los turistas y se revisa estrictamente
su equipaje.
Uno de
los mentores del programa del Seminario Internacional de Miami (MINTS), me comentó
que los agentes de aduana de Cuba le interrogaron por una hora y media.
Examinaron cuidadosamente los libros que llevaba consigo, obviamente para
asegurarse que no se trataba de material «subversivo» .
Un
gobierno socialista teme las nuevas ideas. En una sociedad libre, las nuevas
ideas son bienvenidas porque pueden llevar a algún tipo de ganancia.
La
falla más notoria del socialismo es la pérdida de libertades que conlleva. Este
es el resultado inevitable del intento de producir una sociedad sin clases. Es
igualmente cierto en formas socialistas moderadas, en las que el gobierno
controla la producción y desmotiva la competencia.
En este
tipo de gobierno hay un estricto control de la opinión, pues se desea que todos
piensen de la misma forma. Se pierde la libertad de expresión. Cunde el miedo
porque la gente teme decir algo que los meta en problemas.
De este
temor surgen nuevas pérdidas de libertad, tales como la libertad de
movilizarse, de reunirse y de profesar alguna religión. La libertad artística
igualmente se ve coartada.
Como el
socialismo no funciona, el partido necesita de un chivo expiatorio para
culparlo de su fracaso. Para los nazis, fueron los judíos. Para los comunistas,
es el capitalismo occidental en general.
En la
actualidad, es muy común echar la culpa a los Estados Unidos Obviamente ésta es
la línea seguida por Cuba. De acuerdo con Fidel Castro, los Estados Unidos son
los causantes de todos los problemas de Cuba. Aparentemente, su «revolución» no
es lo suficientemente poderosa para vencer los obstáculos generados por Estados
Unidos, aunque no es muy claro cuáles son dichos obstáculos. Escuchamos el
mismo tipo de discurso de los demagogos socialistas en otros lugares.
La
falacia salta a la vista. Si el socialismo es tan práctico y maravilloso,
debería funcionar ante toda oposición. ¿Por qué, si es tan práctico, un embargo
comercial puede causar que un país siga en permanente pobreza?
Ya que
estos dictadores no pueden ofrecer detalles concretos sobre las causas de que
su sistema no funciona, están obligados a acudir a retóricas vehementes y
rimbombantes.
Entonces,
¿qué daño los países capitalistas les ha causado? ¿Cuál es el producto
específico que ellos han robado? ¿Cuál compañía no pagó su cuenta?
En tal
pensamiento, la causa de su pobreza jamás es fruto de su propio racismo,
corrupción o ética de trabajo que premia la mediocridad. Alguien de afuera la
produjo.
Para
generarse, el socialismo requiere que exista pobreza. Cuando la gente llega a
límites de desesperación, está lista a intentar cualquier cosa. La idea de que
todo pertenece a todos en una sociedad sin clases puede atraer solamente a
aquéllos que nada poseen.
La
prosperidad es un veneno para el socialismo. El momento que la gente empieza a
prosperar y gozar de ciertas comodidades, no desean compartirlas. Esto es por
qué los países comunistas son pobres. Sus gobiernos no pueden permitir que su
gente prospere más allá de una subsistencia básica, porque esto va en contra de
la idea misma de una sociedad sin clases e igualitaria.
El año
pasado, en un vuelo aéreo, tuve la oportunidad de discutir este tema con un cubano,
delegado a una conferencia. Me hizo la confidencia de que él era un buen
comunista sólo dentro de Cuba. Yo le manifesté que no estoy de acuerdo con el
embargo a Cuba impuesto por los Estados Unidos, porque si hubiera negocios
entre Estados Unidos y Cuba y los cubanos prosperaran, su comunismo no duraría
ni un año. El no estuvo de acuerdo con esto. Dijo que no duraría ni un mes.
¿A qué
se debe que los izquierdistas de América Latina ignoren las lecciones de la
historia? ¿Se han olvidado del día en que el Presidente de Rusia declaró frente
al Parlamento: “Enfrentémoslo: El comunismo simplemente no funciona”.
La
cruel realidad es que los países empobrecidos que caen en el comunismo,
tratando de escapar de la pobreza, generalmente terminan aún más pobres de lo
que comenzaron.
En los últimos años,
los liberales han ensalzado al socialismo señalando su aparente éxito en países
europeos, como por ejemplo los escandinavos.
Este tipo de propaganda
pasa por alto la matanza de decenas de millones de seres humanos en Rusia,
China, la Alemania nazi y otros en su órbita. No toma en cuenta décadas de
supresión de libertades y de dignidad humana hacia más de mil millones de
personas.
¿Aquellos países
escandinavos son de veras socialistas? Aquí aparece una falacia, ya que el solo
hecho de que tengan programas sociales avanzados no significa que sean
necesariamente socialistas. Para definirse como socialistas, los medios de
producción deben estar en manos del gobierno, mas no del sector privado. Sin
embargo, en tales países sí existe la libre empresa.
La medicina socializada
y la educación universitaria gratuita son algo maravilloso. Pero, ¿a qué costo?
Se grava a los ciudadanos más del 50 por ciento de sus ingresos. ¿Y el
resultado? Tanto la iniciativa como la creatividad se ahogan. ¿Para qué ser
creativo si los resultados no te pertenecerán?
Esto puede explicar por
qué tales países no han contribuido en nada significativo a la humanidad aparte
de las pastas danesas. Son inconsecuentes políticamente y están estancados
socialmente. ¿Éxito? !Difícilmente!
Si, por lo tanto,
dejamos de contar a estos países europeos como ejemplos del éxito socialista,
¿dónde se encontraría el éxito? La verdad es que el término socialista es un oxímoron.
A menudo, los
liberales señalan el éxito de la medicina socializada de Cuba. Es una
lástima que no dispongamos de estadísticas de cuántas vidas humanas se habrán
salvado con este maravilloso programa, porque de tenerlas, podríamos
compararlas con los cientos de vidas perdidas por gente que trataba de escapar
tales maravillas hacia los Estados Unidos, donde no se tiene medicina
socializada.
En todo
tiempo, la doctrina del hombre hecho a la semejanza de Dios se debe respetar.
Esta doctrina garantiza a la humanidad su dignidad propia más allá de lo que cualquier
gobierno le conceda. Es por esta doctrina que «honramos a todos»[2] y hacemos obras de caridad, sin
tomar en cuenta su el valor social de la persona.
De esto
se desprende que ciertas libertades son derecho natural humano, y ningún
gobierno de hombres tiene autoridad para negárselas. Están incluidos los
derechos a la propiedad privada, al pensamiento creativo e independiente,
ganancia personal, libertad de expresión y de vivir en paz, sin amenazas a
todos estos derechos.
No
intento obligar a tomar una postura que podría calificarse como mera
perspectiva cultural norteamericana. Pero tampoco puedo dejar de citar una
parte de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, justificando la
toma de armas contra los británicos en 1776. La mayoría de los firmantes de
esta declaración eran miembros de iglesias protestantes. Y refleja lo que creo
que es una actitud cristiana apropiada ante un gobierno opresivo:
Sostenemos
como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que
son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están
la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos
derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes
legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma
de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho
a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos
principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las
mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.
En
esencia, tenemos el derecho dado por Dios de vivir en libertad y paz, con
nuestras ganadas posesiones, sin temores. Tenemos el derecho a que no se nos
robe. Y cuando los usurpadores son del gobierno, y amenazan nuestra vida, nuestra
libertad y propiedad, tenemos todo el derecho moral ante Dios —incluso el mandato— de derrocarlo.
Cuando
una revuelta así ocurre, no constituye violación a la Red Lex, derecho de la
ley. La toma de armas dirigida por Simón Bolívar no fue la de una turba. El
objetivo de ambas revoluciones independentistas en el hemisferio occidental fue
el establecer el derecho de la ley, no de echarlo abajo.
He
leído recientemente un artículo que afirma que es erróneo asumir que el
socialismo o comunismo sean opuestos a la democracia. Que el comunismo es un
sistema económico y que no deriva en antidemocrático.
Esto
parece ser lógico. He notado que los políticos socialistas y comunistas dicen
esto en sus campañas. La pregunta que tengo es la siguiente: ¿Dónde se ha visto
un ejemplo de esto? Todos y cada uno de los regímenes comunistas que han
existido han sido antidemocráticos. Cuando permiten el sufragio, solamente se
puede elegir entre miembros de un mismo partido.
Basándose
en Romanos Capítulo Trece, algunos pueden objetar a la sugerencia de que la
desobediencia civil o rebelión sea apropiada para un cristiano. El texto dice:
Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. Romanos 12:1
Yo
sostengo que el contexto refuta la objeción. Podemos ver que Pablo asume que el
gobierno existe para mantener el orden civil y castigar a los malhechores.
Pero, ¿qué si el gobierno promueve el desorden civil y castiga a los inocentes,
premiando la maldad? En tal caso, el gobierno ha abdicado del papel que Dios le
dio y ha perdido su derecho a existir.
En
resumen, el comunismo lleva a la devaluación del individuo como imagen de Dios,
con la pérdida de sus libertades. Desafía el derecho a la propiedad personal y
ganancia, disminuyendo así la iniciativa y ocasionando mayor pobreza. El
resultado es una atmósfera cargada de miedo. Ante Dios, el comunismo no tiene
derecho moral de existir.
No
podemos predecir lo que puedan llegar a padecer los cristianos en América
Latina. Pero esto sí sabemos: El comunismo no se compara al poder del evangelio.
El evangelio
trabajará como la polilla en la madera, silenciosa e invisiblemente. Roerá el
corazón de ese sistema injusto hasta que colapse en ruinas, como sucedió en Rusia.
Lo que permanecerá será el cuerpo de Cristo, vestido en su atuendo nacional y
plantado fuerte, sin ayuda alguna extranjera.
Porque no me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree … Romanos 1:16
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