por
Roger
Smalling
Éedificados sobre el fundamento de los ap—stoles y profetas, siendo
la principal piedra del ‡ngulo Jesucristo mismo, Y Žl mismo constituy— a unos,
ap—stoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y
maestros, Efesios 4:11
El
movimiento reformado divide los oficios mencionados en los vers’culos en dos
categor’as: ordinarios y extraordinarios. La diferencia tiene que ver con la
existencia o no del oficio hoy en d’a. Los oficios ordinarios son los de
evangelista y pastor-maestro.
Los extraordinarios son ap—stoles y profetas. Los te—logos
reformados piensan que los oficios extraordinarios eran fundamentales para el
establecimiento del movimiento cristiano. La funci—n de Žstos estaba basada en
las revelaciones especiales que recibieron.
Estos dos oficios ten’an funciones
interconectadas: El establecimiento del movimiento cristiano y la revelaci—n
especial para poder hacerlo. Desde el punto de vista reformado, no hay
necesidad de la continuaci—n de ese oficio extraordinario debido a que las
escrituras ya han sido completadas y de que el movimiento cristiano ya ha sido
puesto en marcha.
El siguiente material describe las evidencias
b’blicas que apoyan este punto de vista.
***
Las razones por quŽ el movimiento reformado
rechaza la existencia de ap—stoles hoy son:
1. Los ap—stoles fueron especialmente
comisionados por la persona presente de Cristo mismo. (Juan 20:21,22)
2. Tienen que haber visto el Se–or
Jesucristo en la carne y testigos de su resurrecci—n. (Hechos 1:21,22; 3:15; 1Corintios
9:1)
3. Los ap—stoles mismos reconoc’an que
solo hab’a doce ap—stoles. (Hechos 1:24-26)
4. Sus nombres y solo de ellos son
inscritos en la ciudad celestial. (Apocalipsis 21:14)
5. Sus declaraciones son autoritativas
como declaraciones de Cristo. (1Corintios 14:37)
6. Ellos ten’an la autoridad para
establecer la iglesia cristiana como los arquitectos del cuerpo de Cristo en el
mundo. (1Corintios 3:10)
7. Se–ales especiales los acompa–aban.
(2Corintios 12:12)
ÀPor quŽ en Hechos 14:4,14 BernabŽ parece ser
incluido en el tŽrmino ap—stol, aunque no fue incluido entre los doce?
El punto de vista reformado es que Žl fue llamado
eso debido a su asociaci—n con un equipo apost—lico y por comodidad literaria
de Lucas. Se trataba de una narraci—n hist—rica, no una lecci—n de la
eclesiolog’a.
Parecer ser una hermenŽutica dŽbil para depender
de tales obscuridades separa revocar las evidencias claras ya citadas arriba.
El asunto con respecto a la continuaci—n del
oficio de profeta presenta complicaciones exegŽticas mayores a la de la
continuaci—n de los ap—stoles. Esto se debe a la necesidad de distinguir entre
tres grupos de factores:
1. La diferencia entre los profetas
del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. ÀSon los profetas iguales, o
tienen distinciones?
2. La diferencia entre el don y el
oficio. Si el oficio de profeta ya no existe, Àsignifica esto que el don de la
profec’a ya no existe en ningœn sentido?
3. La diferencia entre revelaci—n e
inspiraci—n. Si no existe nueva revelaci—n desde los d’as de los profetas,
Àimplica esto necesariamente que hoy en d’a ninguna proclamaci—n es inspirada? Independientemente
de los puntos de vista entre los te—logos reformados acerca de la continuaci—n
de los dones espirituales, todos est‡n de acuerdo de que en los tiempos
apost—licos, los profetas del Nuevo Testamento eran diferentes a los del
Antiguo Testamento.
Primero, Jesœs fue bastante claro al decir que el
linaje de profetas del Antiguo Testamento termin— con Juan el Bautista.
La ley y los profetas eran hasta Juan;
desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar
en Žl. Lucas 16:16
A pesar de que el reino de Dios era representado
por Israel en el Antiguo Testamento, Jesœs da a entender que el reino ahora ha
llegado a su cumplimiento en Žl, por lo tanto ya no se necesitan a los profetas
del Antiguo Testamento.
Si alguien asegura que el oficio de los profetas
del Nuevo Testamento existe hoy en d’a, las funciones de Žstos deben ser
claramente diferentes a las de los profetas del Antiguo Testamento. Los
profetas del Antiguo Testamento son distintos en tres aspectos fundamentales
que parecen ser incompatibles con la pol’tica del Nuevo Testamento.
Las palabras del profeta del Antiguo Testamento
eran infaliblemente las palabras de Dios. La desobediencia llevaba a juicio
divino. Esta infalibilidad hacia de las palabras del profeta una gu’a divina
para la gente. Muchas veces el pueblo de Dios era guiado por ƒl por medio de
este elemento de directivas infalibles e inspiradas.
La infalibilidad es una caracter’stica rechazada
en las profec’as del Nuevo Testamento.
Asimismo, los profetas hablen dos o tres,
y los dem‡s juzguen. 1Corintios
14:29
En el Antiguo Testamento no existe evidencia de
que los profetas hayan sido sometidos a evaluaci—n humana. Cuando el profeta
Agabo en Hechos 21:10-12 profetiz— que Pablo seria atado por sus enemigos en
JerusalŽn, Pablo no tom— la profec’a como una gu’a divina, sino m‡s bien se
dej— guiar por el Esp’ritu Santo.
Los profetas del Antiguo Testamento le rend’an
cuentas solamente a Dios y no a una entidad eclesi‡stica tal como la sinagoga.
El texto mencionado en 1Corintios 14:29 es
suficiente para demostrar que las declaraciones profŽticas en el Nuevo
Testamento estaban sujetas a la evaluaci—n del cuerpo de Cristo dentro de la
iglesia Cristiana. Pablo exhorta a los creyentes:
No
menospreciŽis las profec’as. Examinadlo todo; retened lo bueno. 1Tesalonicenses 5:20,21
Este verso demuestra el derecho que tiene el
cuerpo de creyentes cristianos de rechazar una profec’a si esta falla en
cumplir con ciertos est‡ndares. No est‡ claro en el pasaje cuales son dichos
est‡ndares. El punto central sin embargo, es que los creyentes hoy en d’a
tienen el derecho de juzgar a los profetas y a sus profec’as, este es un
derecho que los santos del Antiguo Testamento no ten’an.
Los profetas del Antiguo Testamento eran dotados
con una llenura especial del Esp’ritu Santo. En el Nuevo Testamento todas las
personas que pertenecen a Dios tienen el Esp’ritu Santo.
En el Nuevo Testamento, todos son bautizados con
el Esp’ritu Santo en el momento en que la persona pone su fe en Cristo. Esto da
como resultado una distribuci—n de dones espirituales entre los creyentes que
en el Antiguo Testamento eran un privilegio œnicamente de los profetas y no
estaban disponibles para todo el pueblo de Dios.
Porque por un solo Esp’ritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, sean jud’os o griegos, sean esclavos o libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Esp’ritu. 1Corintios 12:13
En ninguno de los Testamentos ha existido nunca
un profeta que haya sido ordenado al oficio de profeta a travŽs de una
autoridad eclesi‡stica. Los profetas del Antiguo Testamento parec’an ser
independientes de cualquier otra autoridad que no sea Dios mismo y no deb’an
rendir cuentas a nadie. Sin embargo, vemos a lo largo de ambos Testamentos que
exist’an personas que profetizaban a pesar de no ser profetas. Saœl, el rey de
Israel profetiz—. Los setenta ancianos profetizaron en el tabern‡culo de MoisŽs
y nunca m‡s.
Estos no eran profetas, sin embargo ejercieron el
don en circunstancias especiales. As’ tambiŽn, en 1Corintios 14:31, Pablo dice podŽis
profetizar todos. Esto no significa que toda la congregaci—n estaba llena
de personas que ten’an el oficio de profetas.
En el Nuevo Testamento, observamos a los
ap—stoles ordenando ancianos en cada iglesia pero nunca ordenando profetas. Por
lo tanto, concluimos que cualquier anuncio profŽtico hoy en d’a no prueba la
existencia del oficio.
Algunos bas‡ndose en Efesios 2:20 han argumentado
que los profetas del Nuevo Testamento tienen una funci—n autoritativa en la
iglesia. Los te—logos reformados rechazan esta interpretaci—n basados en que el
tŽrmino profetas usado en este texto se refiere a los profetas del
Antiguo Testamento. N—tese el contexto:
As’ que ya no sois extranjeros ni
advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de
Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los ap—stoles y profetas, siendo
la principal piedra del ‡ngulo Jesucristo mismo, Efesios 2:19
Pablo argumenta el por quŽ los gentiles que
hab’an sido previamente excluidos del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento,
son ahora miembros de la familia de Dios a travŽs de la obra de Cristo. Por lo
tanto, el tŽrmino profeta usado en este texto se refiere œnicamente a
los profetas del Antiguo Testamento.
Los ap—stoles citaban a los profetas del Antiguo
Testamento por la autoridad que estos representaban. No existe record alguno de
que algœn ap—stol haya citado a profetas del Nuevo Testamento. Si fuera cierto
que los profetas del Nuevo Testamento eran un componente fundamental del
gobierno eclesi‡stico, los ap—stoles deber’an haber citado a alguno de ellos.
Los ap—stoles se afirmaban entre s’ como piezas fundamentales de la iglesia pero
nunca citaron a ninguna otra autoridad m‡s que a los profetas del Antiguo
Testamento.
Pablo dijo:
Pero el que profetiza habla a los hombres para edificaci—n, exhortaci—n y consolaci—n. 1Corintios 14:3
Este vers’culo parece indicar una funci—n
principalmente pastoral dentro de la iglesia en lugar de la predicci—n de
eventos o revelaciones doctrinales.
Los te—logos reformados concuerdan en que no
existen nuevas revelaciones doctrinales aparte de las escrituras, es decir de
la Biblia. Esto es diferente a la inspiraci—n del Esp’ritu Santo en tŽrminos
personales para guiar nuestras vidas o a su unci—n en un mensaje o ense–anza.
Esta inspiraci—n que nos ha sido dada es el patrimonio de Dios para su pueblo
hoy en d’a.
En Apocalipsis 19:10 leemos, porque el
testimonio de Jesœs es el esp’ritu de la profec’a. Esto podr’a significar
que el cuerpo de Cristo en su totalidad es el profeta de Dios para el mundo.
Podr’a ser el cumplimiento de la declaraci—n de MoisŽs en Nœmeros 11:29, Ojal‡
todo el pueblo de Jehov‡ fuese profeta, y que Jehov‡ pusiera su esp’ritu sobre
ellos.
El simple hecho de que el oficio profŽtico ya no
exista, no excluye las otras funciones del don que son la edificaci—n,
exhortaci—n y consolaci—n.
A pesar de que es un asunto complicado, segœn la
teolog’a reformada el peso de la evidencia parece indicar que el oficio de la
profec’a no est‡ vigente hoy en d’a. Sin embargo, es dif’cil encontrar bases
claras para excluir ciertos aspectos pastorales del don de la profec’a que se
continœan manifestando hoy en d’a.
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