Falacias de la lógica arminiana
en lo del libre albedrío

Lo siguiente representa presuposiciones típicas expresadas por personas de la línea de teología arminiana con el cual este autor ha conversado.

Falacia uno: Dios no nos puede ordenar hacer algo que no podemos.

O “Dios no nos mandaría hacer algo que no podemos hacerlo”. Dios dio la ley a Moisés, los diez mandamientos, para revelar lo que el ser humano no puede hacer, no aquello que sí puede.

Esta premisa no corresponde a las Escrituras

Dios entregó la ley por dos razones: para dar a conocer el pecado y aumentarlo para no dejar ninguna posibilidad de que el hombre declare su propia justicia.


…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Romanos 3:20

Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; Romanos 5:20

 

Como Martín Lutero le dijera a Erasmo: “cuando termines todos tus mandatos y exhortaciones del Antiguo Testamento, yo escribiré Romanos 3:20 sobre todo aquello”.

¿Por qué tratar de demostrar el libre albedrío con exhortaciones del Antiguo Testamento, cuando éstas fueron dadas para probar la pecaminosidad humana? Están allí para demostrar lo que no podemos hacer, no lo que sí podemos. Si, Dios dio sus mandamientos que el humano no puede cumplir.

Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; Romanos 8:7

 

Por lo tanto, mandatos y exhortaciones no constituyen prueba del libre albedrío. En ningún sitio de la Escritura existe algún indicio de que Dios dé órdenes a los humanos para demostrar que son capaces de seguirlas.

Esta premisa es irracional

Puede existir un sin número de razones para ordenar a alguien hacer algo, fuera de asumir que puede hacerlo. El propósito podría ser, como se mencionó antes, demostrar a la persona su incapacidad de seguir la orden. Por consiguiente, no se puede deducir nada en cuanto al libre albedrío, partiendo de la orden dada.

Falacia dos: Si nuestro albedrío es libre, no somos los responsables.

O, “si la voluntad no es libre, no es nuestra responsabilidad”.

Esto supone que si somos incapaces de tomar una decisión contraria, entonces nuestras voluntades no son libres. Por lo tanto, estamos completamente atados en el pecado y no podemos hacer nada aparte de pecar, quedando así libres de responsabilidad de tales pecados. Esto es irracional porque la suposición básica es la idea de neutralidad.

La Biblia no presenta el concepto de libertad de esta forma

Según la Escritura, la libertad se describe como santidad. La suma de la libertad es una santidad absoluta. Siendo esto verdad, Dios es el ser más libre del universo. De otra forma, debemos decir que Dios es el ser más esclavizado del universo porque él es el menos neutral en temas morales.

Asimismo, si afirmamos que la atadura elimina la responsabilidad, entonces la mejor manera de evitarnos la responsabilidad de nuestros pecados sería estar lo más atados a ellos que fuera posible. El ebrio que está atado al alcoholismo no sería responsable de sus actos. ¿Deberemos animar a que la gente peque lo que más pueda, ya que no tienen responsabilidad alguna?

Toda la idea de una voluntad neutral es absurda

Si las decisiones de la voluntad no son determinadas por la naturaleza interna de la persona, entonces, ¿en qué sentido puede decirse que tales decisiones sean resultado de una decisión de la persona misma? ¿Cómo podría en realidad una decisión ser moral si es moralmente neutral?

Falacia tres: Para que el amor sea real, debe existir la posibilidad de rechazo.

Dios quiere que lo amemos libremente, no por obligación. Verdad.

Pero a base de este supuesto, el arminiano supone que el hombre caído es capaz de amarle a Dios.

La Escritura nos enseña que el amor a Dios es un producto de su gracia

Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.  1Timoteo 1:14

 

Si es necesaria la gracia para que podamos amar a Dios, es obvio que no teníamos la capacidad de amarlo antes de que nos llegara la gracia. De aquí también se desprende que no se nos es dada la gracia porque escojamos amar a Dios, sino que podemos amarlo porque nos fue dada su gracia. La gracia tiene la iniciativa, no la virtud humana.

Esta premisa es similar a aquella que dice, “Es necesario que exista otra posibilidad de selección para que exista libertad”. ¿Será acaso que Dios entrega a los santos del cielo una posibilidad periódica de que lo odien, con el fin de ser “justo”? ¿Tuvo Jesús alguna capacidad de odiar al Padre? ¿O su amor por el Padre reflejaba lo que en sí mismo El es?

Si la fe es un don de la gracia, como ya lo vimos, entonces, ¿por qué resulta extraño pensar que el amor no sea también un don de gracia?

Falacia cuatro: Una persona no puede ser castigada por lo que no puede dejar de hacer.

Si éste es el caso, entonces un cristiano no puede ser recompensado por algo que su nueva naturaleza le constriñe a hacer. No olvidemos que la naturaleza del ser humano no es algo que éste posee. Es algo que él es.

 

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