por
Roger y Diana Smalling
Cuando los r’os son profundos corren silenciosos. Los de poca profundidad van bramando sobre las rocas y a sus aguas se las puede represar f‡cilmente, a diferencia de los primeros, que van penetrando todo a su paso y causan gran impacto en el campo que riegan.
Dios busca personas que, como algunos r’os, tengan profundidad. El necesita reformadores, hombres y mujeres comprometidos en la bœsqueda de avivamiento y reformaci—n en AmŽrica Latina. Esto requiere individuos fuera de lo ordinario, con una pasi—n ardiente por una transformaci—n cultural que brinde libertad a la gente y gloria a Dios.
Quienes vayan a ser reformadores deben aprender a escuchar a Dios, a ser guiados por Dios y a caminar consistentemente en su gracia. Esto toma tiempo. Se debe tambiŽn aprender nuevas motivaciones que vayan m‡s all‡ del entusiasmo inicial. Sobre todo, ser movidos por una pasi—n que har‡ ver c—mo la gloria de Dios romper‡ el dominio que ejerce el diablo en la cultura.
Esta preparaci—n requiere un nuevo orden de disciplina espiritual, la cual llevar‡ a una tenacidad que, desde la perspectiva del diablo, ser‡ muy peligrosa de ignorar. Puede requerir que el creyente aprenda en quietud por un tiempo, dando pocos chapoteos, pero alist‡ndose para causar un gran impacto.
Estamos en busca de reformadores.
El Dr. Rogelio Smalling y su esposa Diana son misioneros de la Iglesia Presbiteriana de AmŽrica, sirviendo a LatinoamŽrica. Su iglesia matriz es una rama teol—gicamente conservadora del movimiento reformado. El Dr. Smalling es director de Visi—n R.E.A.L. (Reformaci—n En AmŽrica Latina), donde se da preparaci—n a cristianos latinoamericanos en cuanto a principios de liderazgo y sana doctrina.
Los esposos Smalling han viajado extensamente por LatinoamŽrica, ofreciendo seminarios y conferencias en iglesias de varias denominaciones y supervisando los centros de preparaci—n.
Su programa de preparaci—n, libros, gu’as de estudio y ensayos se encuentran disponibles, tanto en espa–ol como en inglŽs, en su sitio de la red www.smallings.com
El s’ndrome de Wilbur
Sube el volumen
Unir los puntos
Orando con las promesas
C—mo ser guiado por Dios
Trampas
Una fe falsificada
Deje de llamarse pecador
Wilbur tiene ojos grandes, cejas expresivas y su cabeza es de madera. Es el mu–eco ventr’locuo de Roger. Por a–os, Wilbur nos ha acompa–ado a las iglesias y campo misionero, entreteniendo tanto a ni–os como a adultos. Wilbur puede ser muy c—mico y bastante presumido.
En cierta ocasi—n, frente a su audiencia, Roger decidi— ense–ar a nuestro amiguito de madera, una lecci—n de humildad.
—Wilbur, te tengo una sorpresa, le dijo Roger.
—ÀCu‡l?— Le pregunt— Wilbur, levantando las cejas.
—Soy yo el que te hace hablar
—Bueno, si creer eso te hace sentir bien—É respondi— Wilbur.
Era obvio que Wilbur requer’a un cambio en su actitud. Roger se lo hizo saber.
—ÀY quŽ es lo que me vas a hacer?— pregunt— Wilbur.
Entonces, Roger apoy— al mu–eco en la pared y se alej— de Žl.
—ÁHola. Wilbur! Roger agitaba la mano frente a Žl, pero Wilbur se quedaba all’ sentado sin moverse.
—Dinos algo, Wilbur—. Silencio. Roger regres— donde Žl y lo levant—.
—ÁUuy! ÀPor quŽ me hiciste pasar esa vergŸenza delante de toda esta gente?— se lament— Wilbur.
—Para que cayeras en cuenta que sin mi, Áno puedes hacer nada!— dijo Roger.
Seguidamente, Roger explic— que esas fueron las palabras de Jesœs y que tienen un significado muy importante.
—Entonces, ÀJesœs era ventr’locuo?— pregunt— Wilbur.
—No, Žl estaba aclar‡ndoles a sus disc’pulos que lo necesitaban a El para lograr cualquier Žxito en el ministerio.
Wilbur hizo un gui–o a los espectadores.
—Bueno, eso yo ya lo sab’a. Solo quer’a comprobar que tœ lo supieras. O si no, te iba a cambiar con otro ventr’locuo, pero creo que voy a dejarte por un tiempo m‡s conmigo.
Roger felicit— a Wilbur y termin— la presentaci—n con el siguiente punto clave:
Cristo no es un suplemento para nuestros talentos. No importa lo que podamos hacer por nuestra cuenta. El prefiere usar a alguien que no pueda hacer nada sin Žl.
Un pastor lamenta:
Dios quiere sacarnos de la trampa de confiar en nosotros mismos. Sin embargo, nuestra cultura es un impedimento para lograrlo. ÁLa cultura nos ofrece constantemente libros que nos ense–an c—mo superarnos y tontamente, Álo creemos! [1]
Una vez, en el Ecuador, Roger estaba preparando a un joven estudiante de Teolog’a para su ordenaci—n y durante un receso, Roger le pregunt—: —JosŽ, Àc—mo te va con tu culto personal?
—ÀMi quŽ?
—ÀCu‡ntas veces en la semana has le’do la Biblia y orado esperando escuchar a Dios?
JosŽ, d‡ndose golpecitos con el dedo en la frente, pensaba seriamente.
—Bueno, tal vez unas dos veces, no estoy muy seguro.
Roger quedo perplejo. JosŽ era uno de nuestros estudiantes m‡s promisorios, encantador y brillante. Hab’amos asumido que si era lo suficientemente maduro para estudiar, deber’a estar haciendo su culto personal.
JosŽ sufr’a del s’ndrome de Wilbur, una actitud de autosuficiencia.
—JosŽ, esto es lo que haremos— le dijo Roger. —DespuŽs de terminar la clase de hoy, debemos tocar algo vital.
—ÀQuŽ puede ser m‡s vital que prepararme para la ordenaci—n?— le pregunt— JosŽ.
—Escuchar con Dios.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Sin Jesœs no podemos hacer nada que agrade a Dios.
¯ La comuni—n personal con Jesœs es el latido del vivir cristiano.
¯ Esta comuni—n requiere aplicar los medios que Dios ha provisto para ella.
Susana levant— los pies en la silla frente a ella y movi— la cabeza diciendo:
—ÀPor quŽ no hablar‡ Dios fuerte y claro como en los d’as de la Biblia?
—S’, como a travŽs de MoisŽs y esos otros profetas— dijo Rodrigo.
—ÁEso s’ que ser’a grandioso!— asinti— Timoteo.
—As’ sabr’amos exactamente quŽ hacer!
Nicol‡s, el l’der, se inclin— hacia atr‡s y mirando al techo, dijo —ÀPor quŽ no sube Dios el volumen?
Nicol‡s escuchaba cuidadosamente mientras se pasaban unos a otros las frustraciones de este tipo. El, que era su l’der, se daba cuenta de que buscaban una manera m‡s c—moda y segura de conocer la voluntad de Dios en la vida pr‡ctica. El consenso indicaba que preferir’an el acercamiento de Dios m‡s directo como en los d’as del Antiguo Testamento.
Nicol‡s permiti— ese ambiente pesado por un momento y luego dijo:
—DŽjenme preguntarles algo. Si Dios usara a profetas para guiarnos, Àcu‡n maduros ser’amos? ÀCu‡n maduro era el pueblo de Dios en los d’as de MoisŽs?— continu— diciendo.
Hubo risitas y un general asentimiento de cabeza en todo el grupo.
—All’ est‡ la diferencia. En ese entonces, Dios hablaba por medio de un hombre. Ahora que Jesœs ya ha venido, todo el pueblo de Dios tiene su Esp’ritu. El quiere que lo escuchemos individualmente y as’ crezcamos.
—S’, Susana, si se puede subir el volumen. Dios nos dice c—mo.
Un d’a, un joven se acerc— a Roger y le pregunt—:
—ÀCree que me podr’a ayudar a descubrir cual es la voluntad de Dios en mi vida?
—S’— le contest— Roger. —Pero primero dime quŽ te ha estado diciendo Dios en tu tiempo devocional.
—ÀC—mo? ÀQuŽ significa eso?
—El tiempo diario que pasas con Dios en su Palabra y orando acerca de su voluntad.
Luego de un momento de silencio, Roger continu—:
—Supe por tu pregunta, que hay una debilidad en tu vida devocional. Te ayudo, pero ser‡ de una manera inesperada. Te ensenarŽ a o’r personalmente a Dios.
Muchos cristianos viven frustrados. Su deseo de alcanzar una fe mas profunda los lleva a una bœsqueda inœtil de f—rmulas o experiencias. La respuesta es m‡s sencilla que tales cosas.
Épuestos los ojos en Jesœs, el autor y consumador de la fe,
–Hebreos 12:2
Al principio, esto parece ambiguo. En tŽrminos pr‡cticos, Àc—mo fijamos los ojos en Jesœs?
Todas las relaciones implican comunicaci—n. Dios ha provisto de formas tangibles para comunicarnos con Žl.
El avivamiento personal debe estar en constante crecimiento, no a brincos y saltos.
Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Se–or y Salvador Jesucristo.
–2Pedro 3:18
No es posible que el ‡rbol tenga ramas de la noche a la ma–ana, tampoco que los ni–os crezcan 15 cent’metros en una semana.
Algunos creyentes tienen disciplina en cuanto a lo f’sico y hacen ejercicio todos los d’as pero descuidan la lectura de la Biblia y la oraci—n. De similar forma que en lo f’sico, los buenos h‡bitos espirituales se los logra con ejercicio. La frase Çdisciplina de la graciaÈ tiene validez.
Parecer’a ser que la gracia, por su naturaleza soberana, autom‡ticamente impondr’a disciplina. Pero no es as’. ÀPor quŽ no? Dios usa su palabra, la oraci—n y la comuni—n entre hermanos para desarrollar en nosotros sabidur’a y car‡cter, junto con disciplina.
Este libro se trata de c—mo se puede aprovechar estos medios consistentemente y a as’, deleitarnos en Dios, glorificarle y crecer.
Este es el avivamiento.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Dios nos habla hoy por medio de su Esp’ritu por medios pr‡cticos: la Palabra, la oraci—n y la comuni—n entre hermanos.
¯ El culto personal diario es una forma de aplicar estos medios.
¯ El avivamiento personal tiene que ver con crecimiento constante.
Los cristianos reformados a veces son muy apegados a la sana doctrina. Sin embargo, la sana doctrina no es Dios. O pueden ser muy apegados a la iglesiaÉ pero la iglesia no es Dios tampoco. Nuestra comuni—n es con el Padre y su Hijo Jesucristo. [2]
El concepto de esperar escuchar a Dios en nuestra vida devocional no deber’a sonar extra–o a nuestros o’dos. Nuestro tiempo devocional es una comuni—n espiritual con Cristo.
La revelaci—n extra-b’blica practicada por algunos grupos, ha hecho que los te—logos reformados reaccionen con sospecha a la idea de la experiencia espiritual personal.
Esto resulta tr‡gico e innecesario, pues provoca un error igual y opuesto, el s’ndrome de WilburÉ vivir por la mera raz—n natural, independiente de la gu’a divina personal.
Los creyentes tienen experiencias subjetivas del Esp’ritu Santo. Somos guiados por el Esp’ritu[3] y tenemos el testimonio del Esp’ritu[4]. La naturaleza interna de Žstos es dif’cil de describir, ense–ar o defender.
Ési no existe comuni—n privada entre usted y Jesœs – comuni—n frecuente y profunda— su religi—n es inœtil.[5]
–Cris Lundgaard
Con unos pocos par‡metros b’blicos, los cristianos podemos escuchar a Dios por medio de los medios ordinarios de gracia sin caer en revelaciones extra-b’blicas o en versiones cristianizadas del humanismo naturalista.
En este libro, esperamos hacer esto tangible, de manera que nos gu’e a un avivamiento autŽntico.
*****
En la Biblia, vemos c—mo el pueblo de Dios pasa un tiempo con El a diario.
Muy de madrugada, cuando todav’a estaba oscuro, Jesœs se levant—, sali— de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar;
–Marcos 1:35
Éde ma–ana mi oraci—n se presentar‡ delante de ti.
–Salmos 88:13
Acercaos a Dios, y Žl se acercar‡ a vosotros.
–Santiago 4:8
En forma pr‡ctica, lo realizamos por medio de un tiempo devocional diario.
Dios cre— nuestras mentes para que pensara e hiciera comparaciones; Òesto es as’, por lo tantoÉÓ Por esto, Dios nos ha dado las historias en la Biblia. El Esp’ritu relaciona con nosotros los principios b’blicos incorporados en esas historias.
Esto se denomina analog’a. La analog’a es subjetiva y corresponde al intelecto. Esta conexi—n es tanto espiritual como intelectual y se denomina razonamiento anal—gico.
Para simplificar:
Escuchamos a Dios cuando el Esp’ritu establece la comparaci—n entre lo que dice la Palabra y nuestras propias circunstancias.
Un buen ejemplo es la experiencia de Pablo en Antioquia. Mientras predicaba en una sinagoga, justific— su derecho de predicar a los gentiles citando el vers’culo de Isa’as 49:6,
Porque as’ nos ha mandado el Se–or, diciendo: ÒTe he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvaci—n hasta lo œltimo de la tierra.Ó
–Hechos 13:47
Si miramos el contexto de Isa’as, encontramos la profec’a acerca de un futuro ministerio de los jud’os hacia los gentiles. Es evidente que Pablo vio la conexi—n entre su llamado personal al ministerio y este texto y consider— que esta era la gu’a personal de Dios para su vida.
ÀPensar’a Pablo que este vers’culo requer’a que todos los jud’os predicaran a los gentiles? Ciertamente no. Tampoco lo interpret— en maneras no pretendidas en Isa’as. El Esp’ritu us— la analog’a entre Pablo y el texto para guiarlo.
Cuando ponemos atenci—n al Esp’ritu Santo mientras leemos la Palabra, escuchar a Dios se facilita, y hace que nuestra vida cristiana sea emocionante.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ La iglesia y la doctrina no substituyen a la comuni—n con Dios.
¯ Escuchar a Dios personalmente en nuestro culto personal diario no es una revelaci—n extra-b’blica.
¯ Cuando el Esp’ritu Santo establece la conexi—n entre la Escritura y nuestras propias circunstancias, all’ es cuando estamos oyendo de Dios mismo.
ÒTodos tenemos tanto de Dios como lo deseemos.Ó Esta conclusi—n a la que lleg— un amigo nuestro, nos llam— la atenci—n. ÀSimplista? Pues no, simplemente es la verdad.
Acercaos a Dios, y Žl se acercar‡ a vosotros.
–Santiago 4:8
Dios es din‡mico y espera de nosotros alguna iniciativa.
Dios nos ha dado formas concretas para ayudarnos a ser vibrantes transformadores de culturas. En la Biblia encontramos estos medios que son: La Palabra, la oraci—n y la comuni—n de la iglesia[6].
Comenzando con la Palabra, notamos dos elementos necesarios para que Žsta sea efectiva: el Esp’ritu y la fe.
Porque la letra mata, pero el Esp’ritu da vida.
–2Corintios 3:6
Éel mensaje que escucharon no les sirvi— de nada porque no se unieron en la fe a los que hab’an prestado atenci—n a ese mensaje.
–Hebreos 4:2
*****
A medida que nos relacionamos con Dios por medio de su Palabra, el Esp’ritu Santo nos trae comparaciones entre lo que leemos y nuestra propia circunstancia. Aqu’ es donde el Esp’ritu y la fe actœan como catalizadores para ense–arnos, motivarnos y guiarnos.
Debemos acercarnos a su Palabra de forma intencional, esperando escuchar a Dios. Lo que buscamos es una relaci—n, no mero conocimiento.
Como esto involucra a la persona total, coraz—n y mente, es un encuentro tanto intelectual como espiritual.
Eso es un avivamiento b’blico. Difiere de la definici—n popular de avivamiento como un entusiasmo religioso general. Tales avivamientos han ocurrido a lo largo de la historia. Sin embargo, la norma escritural es un llamado a la fidelidad en la aplicaci—n de los medios de la gracia diaria.
Mis ovejas conocen mi voz ; yo las conozco y ellas me siguen.
–Juan 10:27
Comuni—n. Relaci—n. Compartir algo en comœn. El avivamiento personal traspasa f—rmulas y su resultado es la madurez.
Existe un aspecto a la normal vida cristiana que es el latido de esa vida. Este elemento subjetivo es dif’cil de definir y delicado de ense–ar.
Quiz‡s as’ se explique por quŽ muchos cristianos permanecen indisciplinados en la pr‡ctica de la comuni—n con el Padre, y con su Hijo Jesucristo[7]. Escribimos este libro para ayudar a que estos elementos subjetivos se vean de manera m‡s tangible y sean m‡s f‡ciles de aplicar.
Los reformadores entendieron la importancia de un impacto duradero. Los avivamientos vienen y van, pero la reformaci—n tiene influencia global hasta hoy en d’a. Los reformadores insistieron en la palabra, la oraci—n y la comuni—n como medios de gracia en la vida de cada creyente.
Por medio de este maravilloso proceso Dios comunica su gracia. Llamamos a la Biblia el Çmedio primero de graciaÈ. ÀPor quŽ primero? Porque endosa a los otros dos: la oraci—n y la comuni—n entre hermanos.
El culto personal diario es vital en un proceso de avivamiento porque sin Žl, r‡pidamente dejamos de mirar a Cristo y comenzamos a acudir a otros recursos para lograr nuestras metas. Los mŽtodos reemplazan a los medios b’blicos y los planes humanos suplantan el poder de Dios.
Fijemos la mirada en Jesœs, el autor y perfeccionador de nuestra feÉ
–Hebreos 12:2
ÀEl culto personal es una idea nueva? Veamos algunos ejemplos:
Oh Jehov‡, de ma–ana oir‡s mi voz; De ma–ana me presentarŽ delante de ti, y esperarŽ.
–Salmos 5:3
Ése arrodillaba tres veces al d’a, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo sol’a hacer antes.
–Daniel 6:10
Levant‡ndose muy de ma–ana, siendo aœn muy oscuro, sali— y se fue a un lugar desierto, y all’ oraba.
–Marcos 1:35
A travŽs de la historia, el pueblo de Dios ha considerado algo puramente natural el dedicar un tiempo a Dios diariamente. Esto no constituye una ley o una regla sino que es una evidencia de vida cristiana. El creyente esperaba que Dios le escuchara y viceversa.
Hoy en d’a, esperamos lo mismo.
En este cap’tulo hemos aprendido
¯ El Esp’ritu de Dios se–ala analog’as entre la Palabra y nuestras circunstancias personales.
¯ El avivamiento personal es algo m‡s que entusiasmo.
¯ El culto personal diario nos concede una gracia diaria.
No des el concierto primero y despuŽs pienses en afinar los instrumentos. Comienza tu d’a con Dios[8].
-Hudson Taylor
Generalmente Dios nos habla cuando esperamos que lo haga. Tener esta actitud hacia nuestro culto personal es m‡s din‡mico que un estudio b’blico.
Cuando damos ense–anzas sobre la vida devocional en nuestros centros de preparaci—n de l’deres, nuestros alumnos siguen las gu’as dadas en las sugerencias que sirven para desarrollar disciplina en su habilidad para escuchar a Dios. Les sugerimos usar esta estrategia por unas pocas semanas, hasta que escuchar a Dios sea un h‡bito en su vida.
¯ Tenga su culto personal en la ma–ana, de ser posible
o Poner primero a Dios en el d’a es una forma de mostrar que es nuestra prioridad. Esto va paralelamente con el principio de buscar primero el reino de Dios[9].
¯ Lea principalmente el Nuevo Testamento
o El Nuevo Testamento va directo al punto en lo que se refiere a vivir en el Esp’ritu. Aunque toda la escritura es igualmente inspirada, el Nuevo Testamento toca espec’ficamente el asunto de una vida cristiana din‡mica.
¯ Evite los comentarios o notas de estudio
¯ La idea central en tener un culto personal es la de saber lo que Dios le dice a usted, no lo que los dem‡s digan.
¯ Lea de seguido libros enteros de la Biblia, antes que saltando de un lado a otro.
o Esto cohesiona sus lecturas y le ayuda a pensar m‡s en lo que Dios le est‡ diciendo, antes que d—nde encontrar vers’culos.
¯ Lea la Palabra, ore y alabe en el orden que vaya de acuerdo con su gusto personal.
Encuentre un lugar aparte para usted y siga los pasos.
Mientras lee, ponga atenci—n a lo que el texto parece decirle personalmente. All’ est‡ Dios habl‡ndole.
Aqu’ es donde su culto personal se vuelve algo emocionante. Consiga un cuaderno con este fin. Cada d’a escriba la fecha y la porci—n b’blica por la cual Dios ha hablado y su aplicaci—n personal. En unos cuantos d’as, se sorprender‡ de lo claro que Dios le habla.
Nuestro cuaderno devocional tiene dos consecuencias pr‡cticas:
¯ Al enfrentarnos con decisiones importantes que tomar, podemos consultar el cuaderno devocional. A menudo, Diana y yo descubrimos que Dios ya nos ha venido preparando para tomar la decisi—n correcta. Podemos ver una serie de versos relevantes que tratan del tema.
Durante una cr’tica situaci—n en el campo misionero, revisamos nuestros libros. Descubrimos con sorpresa, que Dios ya nos hab’a hablado, d‡ndonos los principios que necesit‡bamos en ese problema.
Las providencias hay a veces que leerlas al revŽs, como los escritos en hebreo.
– John Clavel [10]
¯ Nuestro cuaderno devocional puede ser una gran fuente de inspiraci—n si se nos invita a compartir algo con otros. Los mejores temas son aquellos que nos han sido ense–ados por Dios, pues tienen un aura de autenticidad como ningœn otro, por ser nacidos de la experiencia personal, basada en la Palabra.
¯ Somos olvidadizos, as’ que si escribimos lo que Dios nos dice, podremos revisar si hemos aplicado la verdad.
¯ Al escribir lo que Dios nos da, Dios nos ayuda a darnos cuenta por quŽ suceden las cosas. Esto pas— paraÉ(2 Corintios 1:9).
Dios usa nuestro culto personal para afilar nuestra capacidad de discernir su voluntad en tiempos de incertidumbre. Aprendemos c—mo debemos juzgar las experiencias espirituales, crecer en la fe y cambiar nuestro concepto de Dios y de nosotros mismos.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Debemos hacer nuestro culto personal esperando que Dios nos hable.
¯ Llevar un cuaderno devocional nos ayuda a recordar lo que Dios dice.
Un joven le’a la Biblia mientras buscaba la voluntad de Dios acerca de si deb’a casarse. Se fij— en el relato de cuando Jesœs san— a la suegra de Pedro. El joven lleg— a la conclusi—n de que Dios le hablaba personalmente sobre que deb’a casarse.
No podemos saber si era la voluntad de Dios que este joven se case o no. Lo que s’ sabemos, sin embargo, es que Dios no lo dec’a por medio de ese texto. ÀPor quŽ? Porque el pasaje es acerca del ministerio de sanidad de Jesœs, mas no acerca del matrimonio.
Una dama se hab’a estado quejando sobre los l’deres de la iglesia. Mientras le’a el Cap’tulo Tres de Santiago, encontr— la expresi—n: La lengua es un fuego, un mundo de maldad. As’ ella lleg— a la conclusi—n de que Dios le hablaba personalmente acerca de su lengua.
ÀFue Žste un uso leg’timo de la Escritura? ÁUn s’ rotundo!
*****
Es correcto usar las escrituras para escuchar a Dios personalmente, si aplicamos el principio general en el pasaje, sin imponer al mismo nuestros propios deseos o motivos.
ÀC—mo se sentir’a usted si alguien leyera una carta escrita por usted y le aplicara significados que usted nunca los pens—? Similarmente, debemos respetar la intenci—n de los escritores b’blicos.
Durante la Edad Media, los m’sticos otorgaban a la escritura ciertas ideas que llevaban a ense–anzas y pr‡cticas absurdas. Los reformadores reaccionaron contra esto e insistieron en el significado original y dentro de su contexto hist—rico.
Algunos movimientos reformados sobre-reaccionaron a estos abusos de la escritura y adoptaron una posici—n paranoica hacia cualquier tipo de experiencia subjetiva.
Esto ha sido desafortunado, pues esa postura mental ha robado a los creyentes de experiencias espirituales leg’timas de obtener.
Debemos evitar aplicar a nuestra vida cosas dirigidas solo a la era del Antiguo Testamento.
La Biblia es una revelaci—n progresiva que fluye desde las predicciones del Antiguo Testamento hacia su cumplimiento en el evangelio. Por lo tanto, el Antiguo Testamento es lo que el Nuevo Testamento dice que lo es, y nada m‡s que eso.
Todo esto sucedi— para servirnos de ejemplo a fin de que no nos apasionemos por lo maloÉ Todo eso les sucedi— para servir de ejemplo, y qued— escrito para advertencia nuestra pues a nosotros nos ha llegado el final de los tiempos.
–1Corintios 10:6 y 11
Debemos tomar los ejemplos generales del Antiguo Testamento acerca de evitar el pecado, sin enfocarnos en los detalles.
Un aspirante a misionero, durante su preparaci—n buscaba la voluntad de Dios acerca del campo a donde ir’a, cuando encontr— el nombre Barzilai en 2Samuel 17:27 y, debido a la similitud con este nombre y la palabra Brasil, pens— que era una evidencia de que Dios lo llamaba a servir en dicho pa’s.
Podemos ahora ver cu‡l es el error en esto. Se ignor— el principio general en el pasaje y se enfoc— en el detalle hist—rico.
El Nuevo Testamento es el enfoque primario del cristiano para aprender a caminar con Dios.
El vers’culo que da inicio a Hebreos se–ala esto:
Dios que muchas veces y de varias maneras habl— a nuestros antepasados en otras Žpocas por medio de los profetas, en estos d’as finales nos ha hablado por medio de su Hijo.
–Hebreos 1:1,2
De la misma forma, las Ep’stolas clarifican el Evangelio y los Hechos. Por esto es que animamos a los creyentes a enfocarse primero en las Ep’stolas. En el cap’tulo uno de los Hechos, vemos a los ap—stoles echando suertes para decidir quiŽn reemplazar’a a Judas. Echaron los dados. ÀSer’a apropiado que echemos dados para determinar la voluntad de Dios?
Hacerlo ser’a ignorar el contexto hist—rico. Los Hechos constituyen la transici—n entre el per’odo del Antiguo Testamento y el Evangelio. Sin embargo, desde el PentecostŽs nunca se vuelve a ver a los ap—stoles recomendando los dados. Todo el pueblo de Dios sabe que tenemos el Esp’ritu y la Palabra como nuestra gu’a.
ÀSer’a lo siguiente un uso correcto de las Escrituras?
Un misionero estaba orando acerca de si era el tiempo propicio para evangelizar en una regi—n cercana donde no exist’a ninguna iglesia. Fue impresionado al leer 2Corintios 10:16,
Épredicar el evangelio m‡s all‡ de sus regionesÉ
De ah’ comenz— a considerar que Dios lo podr’a estar guiando en esa direcci—n.
El contexto se refiere a Pablo predicando el evangelio en regiones que no estaban evangelizadas. Este principio es ciertamente aplicable a los misioneros. Podemos ver c—mo Dios gui— al misionero en esta forma.
Esto es escuchar a Dios por medio de la Palabra. Pero de all’, ÀquŽ sigue?
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Hay que evitar subordinar a las escrituras a nuestros propios deseos.
¯ Hay que respetar el significado del texto.
¯ Hay que evitar aplicar a nuestro caso algo dirigido solo a la era del Antiguo Testamento
¯ El Nuevo Testamento es el enfoque primario cuando aprendemos a caminar con Dios.
La oraci—n iguala resultado. La oraci—n iguala resultado. La oraci—n iguala resultado. AprŽndase bien esta ecuaci—n, porque habr‡ un examen. [11]
Problema: En cuanto a la oraci—n, ninguno de nosotros sabe totalmente de lo que se trata. No se nos ha mandado a hacerlo bien. Solamente se nos ha mandado hacerlo y punto.
El œnico experto en oraci—n es el Esp’ritu Santo.
As’ mismo, en nuestra debilidad, el Esp’ritu acude a ayudarnos. No sabemos quŽ pedir, pero el Esp’ritu mismo intercede por nosotrosÉ
–Romanos 8:26
Cuando la oraci—n asciende al trono de Padre, el Esp’ritu se encarga de arreglarla y si hay un tornillo flojo, de ajustarlo.
La oraci—n es la llave del poder de Dios.
Como lo se–ala E. M. Bounds:
El Esp’ritu Santo no fluye a travŽs de mŽtodos sino a travŽs de gente. El no unge planes, sino a genteÉ a la gente que ora[12].
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Nosotros presentamos la oraci—n con hechos y razones. Debemos presentar nuestras oraciones con razonamientos l—gicos.
ÀCu‡les ser’an algunas l’neas aceptables de razonamiento para presentar? Las promesas que recibimos en nuestro culto personal. Cuando ÇdiscutimosÈ con Dios en base de sus promesas, tenemos un caso irrefutable.
No es que seamos abogados defendiendo un plieto. Dios es Padre, no juez. Y le gusta ver pensamientos claros en sus hijos. A El le gusta ver que sus hijos razonen claramente.
Hay ocasiones para orar espont‡neamente. Sin embargo, cuando se trata de orar de acuerdo con las promesas, oramos de manera racional, no solo lanzando palabras al aire.
Somos hijos de Dios, no mendigos. Si hablamos como mendigos, esto revela que sospechamos que Dios no nos ha aceptado. Pues p’dale como a un padre, con un tono reverente, pero confiado.
Dios usa la oraci—n como cat‡lisis para cumplir sus promesas. Por eso dijimos que la oraci—n igual resultado.
Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibir‡n para que su alegr’a sea completa.
–Juan 16:24
Dios no depende de nada, ni siquiera de nuestras oraciones. Para bien nuestro, parecer’a que s’. Por medio de par‡bolas y promesas nos anima a quedarnos con la ecuaci—n: Oraci—n=resultado.
Dios nos da la impresi—n de que Su actividad en los asuntos de la gente es de alguna manera contingente de las oraciones de intercesores. Si no oramos, El no actœa. En su divino ordenÉ, nuestras oraciones ser’an esenciales. Su plan es que nosotros pidamos; cuando no lo hacemos, vamos contra su planÉ[13]
–Chris Tiegreen
William Temple dedujo,
cuando yo oro, hay coincidencias que suceden y cuando no, no las hay[14].
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Oraci—n igual a resultado
¯ Es mejor orar mal que no orar.
¯ A Dios le agrada que oremos l—gicamente y con confianza.
Los cristianos que aprenden c—mo obtener promesas de Dios, normalmente disfrutan de una vida de oraci—n vibrante. Adem‡s, crecen en su fe porque han descubierto la conexi—n entre las promesas y la oraci—n.
Tomemos el ejemplo de Abraham. El quer’a tener un hijo, pero fue s—lo cuando recibi— la promesa de Dios de que era capaz de no vacil— como un incrŽdulo, sino que se reafirm— en su fe y dio gloria a Dios.
–Romanos 4:20
Las promesas llevan a la alabanza porque sabemos lo que depara en el futuro.
Los cristianos tienen un acuerdo con Dios, como lo ten’a Abraham, aunque no se den cuenta. La Biblia usa la palabra pacto para describir este acuerdo. Muchos cristianos viven sin conocer los beneficios que pueden pedir, como por ejemplo bendiciones a sus hijos, provisi—n divina, seguridad en su relaci—n con el Padre.
Los misioneros en LatinoamŽrica tenemos un dicho ÇDios es latinoÈ. Lo decimos c—micamente, no irreverentemente. Parece que a menudo El contesta m‡s tarde de cuando quisiŽramos, a veces en el œltimo momento posible.
La raz—n de Dios para hacerlo as’ no se relaciona a la cultura. El quiere que aprendamos a confiar en El, pese a las apariencias. As’ pues, deja que las cortinas de humo de circunstancias negativas sigan all’ hasta el œltimo momento, para ayudarnos a aprender a tener fe.
El periodo de espera es un tiempo muy activo. Revela nuestros temores escondidos y dudas, alumbrando dentro de nuestro coraz—n y sus motivos. TambiŽn aprendemos persistencia y paciencia.
En tŽrminos pr‡cticos, c—mo manejamos estas demoras? De dos formas:
Dios dio a sus disc’pulos una par‡bola, para mostrarles que deb’an orar siempre y no darse por vencidos[15]É
Hab’a en cierto pueblo un juez que no ten’a temor de Dios ni consideraci—n de nadie. En el mismo pueblo hab’a una viuda que insist’a en pedirle: ÕH‡game una justicia contra mi adversarioÕ. Durante algœn tiempo Žl se neg—, pero por fin concluy— ÔAunque no temo a Dios ni tengo consideraci—n de nadie, voy a tener que hacerle justicia, no sea que con sus visita me haga la vida imposibleÕ.
–Lucas 18:1-5
Ciertamente Dios no es un juez injusto. El usa la oraci—n para desarrollar en nosotros tenacidad y perseverancia.
Suponga que ha ganado un juicio. El juez dicta que usted va a recibir una compensaci—n. ÀSignifica esto que saldr‡ de la sala con el dinero en la mano? No. Existe diferencia entre el decreto legal y la ejecuci—n del mismo.
As’ mismo sucede con las promesas de Dios. El las da de manera legal. Debemos confiar en sus promesas hasta que las recibamos en la pr‡ctica.
Abraham not— algo sobre Dios, quien llama las cosas que no son, como si fuesen[16]. Dios ve la realidad aunque esa realidad sea un evento futuro. El es eterno, entonces en su perspectiva ya est‡ hecho. Jesœs habla en ese sentido cuando dice,
Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibirŽis, y os vendr‡.
–Marcos 11:24
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Obtener las promesas de Dios es la llave de una vida vibrante de oraci—n.
¯ Se pueden dar demoras como parte del proceso.
Hace a–os, Diana y yo nos encontr‡bamos en la frontera con MŽxico, prepar‡ndonos para ingresar a MŽxico como misioneros. No ten’amos ideas de d—nde ministrar en ese vasto pa’s. As’ que nos quedamos en un hotel buscando la voluntad de Dios.
Esa era una t’pica situaci—n misionera: est‡bamos en camino, pero sin saber exactamente a d—nde ir. Mientras busc‡bamos la voluntad de Dios en la habitaci—n del hotel, Dios nos habl— por medio de principios b’blicos.
Con base en esta direcci—n personal nos dirigimos a la siguiente ciudad grande en MŽxico, que quedaba a unos 300 kil—metros de la frontera. Ten’amos el nombre del misionero que trabajaba all’, pero no lo conoc’amos en persona.
Encontramos al misionero en Ciudad Victoria, sentado afuera de su tr‡iler en una temperatura de m‡s de 40 grados. Mientras conversamos, Žl nos explic— su deseo de plantar otra iglesia en un ‡rea de la ciudad donde no hab’a una, pero que su pr—xima mudanza a Guadalajara no le dejaba tiempo para hacerlo. Nos present— a la familia que quer’a ver comenzar una iglesia en su propiedad. Desempacamos nuestras maletas y empezamos ese mismo momento nuestro ministerio en MŽxico.
Parecer’a que literalmente ca’mos en la voluntad de Dios por medio de una simple cadena de eventos. Sin embargo, nosotros pod’amos recordar la sensaci—n de incertidumbre mientras luch‡bamos en busca de la gu’a divina en aquella habitaci—n de hotel.
ÀEs normal que de vez en cuando nos encontremos confundidos (perplejos) acerca de la voluntad de Dios? Durante un estudio b’blico reciente, un cristiano nuevo se quejaba de que la voluntad de Dios es dif’cil de encontrar en ocasiones. ÒÀPor quŽ no nos habla de forma audible y nos dice directamente lo que El quiere?Ó nos pregunt—. No decida que algo va mal porque la voluntad de Dios est‡ temporalmente obscura. Existen razones para que as’ suceda.
El Se–or a veces nos habla de maneras sorprendentes. Hay veces que no dudamos acerca de su gu’a.
Pero, frecuentemente, descubrir la voluntad divina es m‡s dif’cil, como si El la ocultara deliberadamente. Podemos sentirnos obligados a actuar como detectives buscando pistas en la Palabra, orando por su gu’a. Con el tiempo, las pistas nos llevar‡n en una direcci—n de tal forma que sabremos cu‡l es su voluntad.
Hay algunas personas que dan la impresi—n de siempre saber la voluntad de Dios de manera precisa e instant‡nea. Pero es mejor ignorar tal petulancia, pues m‡s es un s’ntoma de arrogancia que de gu’a infalible.
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Por tanto, no se‡is insensatos, sino entendidos de cu‡l sea la voluntad del Se–or.
–Efesios 5:17
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabidur’a, p’dala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le ser‡ dada.
–Santiago 1:5
Si Dios es generoso con su sabidur’a, Àpor quŽ resulta a veces tan dif’cil de obtenerla? Porque es un proceso de crecimiento, no una entrega inmediata.
Cuando leemos la Biblia en nuestro culto personal, estamos alertas al Esp’ritu Santo. Dios puede enfocar nuestra mente en vers’culos que nos dan pistas de su voluntad. Podemos confiadamente acudir a la Palabra de Dios en esta forma, siempre que recordemos el principio del texto sin imponer nuestros propios deseos. Este es un paso inicial para aprender sabidur’a.
ÀC—mo saber que es el Esp’ritu quien nos gu’a y no nuestra propia imaginaci—n? Aqu’ es donde aprendemos a discernir la sabidur’a.
ÀEs necesario ser expertos en sabidur’a para ser guiados por Dios? Si as’ lo fuera, todos estar’amos en tinieblas la mayor’a de veces.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Dios espera que nosotros conozcamos su voluntad.
¯ Descubrirla no es siempre f‡cil.
¯ La gu’a es a menudo la aplicaci—n de las caracteristicas de la sabidur’a divina.
Discernir no es œnicamente el hecho de dar la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto; m‡s bien es decir la diferencia entre lo correcto y lo casi correcto.
–C.H. Spurgeon
Durante nuestro ministerio en el Ecuador, recibimos el ofrecimiento que nos hac’a una pareja de donarnos un auto. Parec’a ser una genuina respuesta a nuestra oraci—n. Aunque hab’a ciertas restricciones de importaci—n, una mentira piadosa al Gobierno ecuatoriano resolver’a toda dificultad. DespuŽs de todo, pensamos, aqu’ los caprichos de la autoridad rigen como ley, ÀquŽ problema habr’a? Estamos haciendo la obra de Dios, fue nuestro razonamiento.
Pero nos escap— la paz, por lo cual volvimos a leer Santiago 3:17. Entonces, nos dimos cuenta c—mo se conoce la sabidur’a genuina:
En cambio, la sabidur’a que desciende del cielo es ante todo pura, y adem‡s pac’fica, bondadosa, d—cil, llena de compasi—n y de buenos frutos, imparcial y sincera.
La palabra pura sobresal’a, por lo tanto rechazamos la oferta del auto en esos tŽrminos. M‡s adelante, Dios provey— un auto de otra manera sin duplicidad.
Al enfrentarnos a decisiones importantes, siempre podemos compararlas con las caracter’sticas de la sabidur’a dadas en el texto arriba mencionada. Si la decisi—n se conforma a tales caracter’sticas puede ser la correcta. Si hay algo que falta, se trata de una trampa.
Satan‡s puede falsificar cualquier aspecto de la sabidur’a divina vista en Santiago 3:17, excepto la pureza. Si hay algo oscuro, duplicidad o mentiras piadosas, esto es la prueba de que la decisi—n no viene de Dios.
Que gobierne en sus corazones la paz de CristoÉ
–Colosenses 3:15
En la encrucijada de una decisi—n, podemos tomar la paz de Dios en nuestro coraz—n como un indicador de Su voluntad. Al tomar una v’a al azar, esa paz puede desaparecer durante el camino y debe ser la advertencia de que es el camino equivocado. Si tomamos el otro camino y la paz retorna al coraz—n, probablemente estemos en lo correcto.
Las decisiones piadosas normalmente no provocan disensiones entre creyentes. La mayor’a de veces, la pureza y la paz van de la mano. La excepci—n es cuando hay pecado involucrado y debemos defender la justicia, lo cual puede causar divisi—n, pero con un resultado positivo final.
La pureza sobrepasa en importancia a la paz y por eso se la menciona primero en la cita de Santiago Tres. A veces tenemos que poner la paz a un lado con el fin de mantener la pureza. Por ejemplo, cuando los l’deres de la iglesia tienen que disciplinar a un miembro en pecado, sabiendo que esto puede causar divisi—n.
Tales ocasiones vienen a ser una prueba de integridad. Buscamos la meta de mantener la uni—n entre creyentes, pero sin falsificar el primer principio de pureza.
Si es posible y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todosÉ
–Romanos 12:18
Hay cristianos que desean la unidad aun al punto de sacrificar la justicia o la verdad, incluso dejando que el pecado o la falsa doctrina continœen sin reprobar. Cuando se sacrifica la pureza por mantener la paz, se pierden las dos.
ÀCu‡l es el resultado final de la decisi—n? ÀCu‡l su fruto? ÀA quiŽn ayuda y c—mo lo hace? Estas preguntas pueden iluminarnos al enfrentarnos con decisiones importantes.
Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar.
–Apocalipsis 3:8
Éporque se me ha presentado una gran oportunidad para un trabajo eficaz, a pesar de que hay muchos en mi contra.
–1 Corintios 16:9
Note que Pablo menciona a adversarios. A veces no comprendemos bien y suponemos que la oposici—n es un signo de que la gu’a no es la correcta. M‡s bien es al revŽs. Estamos en conflicto espiritual con el diablo y debemos esperar resistencia a lo que Dios quiere que hagamos.
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ÀAcaso todo esto garantiza perfecci—n en discernir la voluntad de Dios? Ciertamente que no. Dios quiere que el elemento de fe estŽ presente en nuestro caminar con Žl.
Hay algunos que insisten en tener absoluta certeza antes de lanzarse con fe en alguna decisi—n. Si siempre estuviŽramos seguros, quŽ lugar ocupar’a la fe? La fe genuina, avanza creyendo que Dios est‡ guiando y confiando que El mismo corregir‡ cualquier equivocaci—n.
Aquellos que anhelan un sistema perfecto de gu’a est‡n inmersos en una bœsqueda infructuosa. Aquellos que proclaman haberla encontrado, se enga–an. Nuestra fe debe descansar finalmente en el poder de Dios para dirigirnos, m‡s que en los principios dados.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ La primera caracter’stica de la sabidur’a divina es la pureza.
¯ La pureza y la paz van casi siempre juntas pero hay excepciones.
¯ Siempre debemos priorizar la pureza sobre la paz cuando no van juntas.
¯ Tener absoluta certeza de la gu’a es algo raro.
La Biblia nos dice que somos salvos por fe, caminamos y vivimos triunfantes por medio de la fe. Suena bastante importante Àverdad? Si vamos a ser reformadores en nuestra generaci—n, es imperativo que comprendamos quŽ es la fe y que lo comprendamos muy bien.
Sobreabundan ideas absurdas sobre lo que es fe. A continuaci—n, tres ejemplos:
1. La fe es creer en algo sin evidencia o prueba l—gica.
2. La fe es una fuerza espiritual que podemos controlar para producir cualquier cosa que necesitamos.
3. La fe es una experiencia espiritual que nos ayuda a aceptarnos m‡s.
Todas estas tres ideas est‡n equivocadas.
Entonces, ÀquŽ es la fe y c—mo crecemos en ella?
La fe b’blica esÉ
Plenamente convencido de que era tambiŽn poderoso para hacer lo que hab’a prometido.
–Romanos 4:21
Aqu’ se subraya que a la larga, la fe es la fuerte convicci—n en la capacidad de Dios para hacer lo que hab’a prometido.
La fe no es fe a menos que estŽ conectada a una promesa de Dios. Por lo tanto, la fe es simplemente confiar en que Dios cumple sus promesas.
En cierta ocasi—n mientras est‡bamos en una cafeter’a de Kansas, esperando nuestra orden, nos pusimos a conversar con alguien sentado en la mesa contigua. Se trataba de un hombre de negocios, tambiŽn cristiano.
Luego de charlar un rato, nos dijo, —Tengo fe que Dios prosperar‡ mis negocios este a–o.
—Excelente— contest— Roger. —ÀCu‡l es la promesa de Dios para que as’ lo sea? Por su expresi—n de asombro se pudo ver que usaba la palabra fe, cuando lo que en verdad quer’a decir era esperanza o probabilidad.
En Romanos Cuatro, Pablo usa el ejemplo de Abraham, quien ten’a la esperanza de procrear un hijo. Pero cuando lleg— la promesa, Abraham tuvo una base s—lida. La promesa transform— su esperanza en fe.
Nuestras esperanzas se vuelven en fe el momento en que decidimos ignorar las circunstancias, capacidades humanas y probabilidades para confiar en la capacidad de Dios para cumplir sus promesas.
ÀC—mo podemos reconocer cu‡les promesas de Dios se aplican a nosotros? Por medio de la Palabra, durante nuestro culto personal. ÀC—mo funciona esto?
Debemos hacer nuestro culto personal con una actitud de anticipaci—n, esperando que el Esp’ritu Santo nos gu’e a las promesas que se aplican a nuestra realidad presente.
Algunos no est‡n habituados a esta pr‡ctica. Por eso la resaltamos a lo largo de este libro.
La fe no ronda desorientada en el aire, sino que se planta en el firme cimiento deÉ la Biblia17.
–Sam Storms
La gente a menudo usa la palabra fe cuando deber’an emplear otras palabras. Una fe falsificada lleva a la decepci—n. La fe b’blica no significa creer en algo sin evidencia o prueba l—gica.
La raz—n entra en escena cuando evaluamos el poder de Dios en la creaci—n y deducimos lo obvio. Si Dios puede crear un universo, seguramente que puede mantener una promesa. Esto difiere de un mero reconocimiento de que Dios existe.
La fe b’blica tiene tres componentes: informaci—n, raz—n y confianza.
La informaci—n es la que ya tenemos acerca de la capacidad y car‡cter de Dios. La raz—n establece la conexi—n existente entre sus promesas y la capacidad de mantenerlas. La confianza significa que nos fiamos de la promesa sin tomar en cuenta las circunstancias.
Algunos que cuando se hace planes se demuestra una falta de fe.
Bruno estaba regando su jard’n un s‡bado, cuando su vecina de al lado, tambiŽn cristiana, le coment— con admiraci—n:
—Bruno, Àc—mo es que tienes ese magn’fico pasto y el m’o se ve tan fatal?
—Porque mi esposa manda que exista.
—Eso es maravilloso!— exclam— la se–ora, suponiendo que dec’a que su esposa ten’a gran fe.
—S’— dijo Bruno. Ella dice, —Bruno, lev‡ntate del sof‡ y vŽ a cuidar el pasto.
Jesœs es as’ de pr‡ctico cuando se refiere a c—mo aplicar la fe. En Lucas 22:35-36, envi— a sus disc’pulos sin nada. Cuando regresaron, estableci— el principio de c—mo caminar en fe.
Y a ellos dijo: Cuando os enviŽ sin bolsa, sin alforja y sin calzado, Àos falt— algo? Ellos dijeron: Nada. Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, t—mela, y tambiŽn la alforja, y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
–Lucas 22:35-36
Puede haber ocasiones en que Dios nos manda a hacer su obra sin herramientas ni nada. Estas son raras. La forma ordinaria de caminar en fe es a–adiendo planes razonables relacionados a la promesa de Dios.
En algunos movimientos se despliega una burda confianza o un encanto arrebatador al referirse a la fe, lo cual puede seducir al cristiano inmaduro y llevarlo a creer que esto es fe, cuando puede ser simplemente una manera de manipulaci—n de masas.
La fe genuina comienza con una comprensi—n clara del car‡cter de Dios y de su capacidad. Sigue luego una promesa de Dios. Finalmente nos afirmamos en esa promesa sin tomar en cuenta circunstancias o limitaciones humanas.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ La fe es la plena confianza en que Dios cumple sus promesas.
¯ Obtenemos las promesas de Dios durante nuestro culto personal.
¯ Muchas definiciones de la palabra fe son falsas.
Hay disparates rondando las iglesias y como virus. Si no se los detecta, pueden propagarse incluso desde el pœlpito.
Nos topamos con uno de Žsos mientras visit‡bamos iglesias. La ense–anza se centraba en contemplar la corrupci—n de nuestros corazones hasta que sintamos desesperaci—n y nos demos cuenta de lo pecadores que somos. Esta desesperaci—n, supuestamente nos har‡ volver a la cruz, donde clamaremos al Se–or que nos perdone. Entonces, Žl nos otorga gracia y nuestro gozo se restaura.
Supuestamente, este ciclo debe ser un h‡bito de la vida cristiana, la clave para vivir en victoria. El maestro lo llamaba Òvivir una vida de arrepentimientoÓ [17].
ÀHabr‡ algo malo con eso? Mejor ser’a preguntarse si hay algo bueno.
Es como meter la cabeza en el basurero y sacarla para respirar de vez en cuando. Vivir de esa manera puede volver loco a cualquiera.
El maestro estaba en lo correcto al decir que hay pecado oculto en nuestros corazones. Los restos de corrupci—n son siempre peores de lo que pens‡bamos. Sin embargo, estaba en un error al asumir que debemos hacer hincapiŽ en aquello.
ÀCu‡l es nuestra identidad como cristianos? ÀSomos pecadores en busca de gracia? O ÀSomos santos con restos de corrupci—n?
El punto es: El pecado no identifica a los cristianos como pecadores m‡s de lo que los condena.
Los cristianos tomamos nuestra identidad de la uni—n que tenemos con Cristo, no de Ad‡n. Somos santos, no pecadores, aun cuando pecamos[18].
Vivir una vida de arrepentimiento, como la ya descrita, es una forma sutil de justicia por obras, pues trata a los sentimientos como medios de gracia. ÀA cu‡l sentimiento? A la humildad.
Esta mentalidad despoja a la gracia de su soberan’a y la hace depender de nuestra capacidad de arrepentirnos apropiadamente. Llega a convertirse en una negaci—n sutil de la suficiencia de la cruz, de la aceptaci—n del Padre y es adem‡s una falsificaci—n del concepto de gracia.
En las religiones que se basan en las obras, el dolor es un ingrediente esencial. Este dolor supuestamente atrae el favor de algun dios y produce la humildad necesaria para evocar la simpat’a de aquŽl. En algunas religiones, la gente se arrastra de rodillas o se flagela. Los cristianos han superado esto de auto flagelarse con l‡tigos. Sin embargo, hay algunos que se auto flagelan con palabras.
La verdad es que nunca nos podremos castigar lo suficiente. Jam‡s podremos ser lo suficientemente humildes porque nunca seremos suficientes en nada.
Aunque la humildad es una virtud, no es la forma en que Dios provee su gracia. El œnico veh’culo de la gracia reconocido en el Nuevo Testamento es la fe.
El Nuevo Testamento no autoriza a los cristianos a vivir una vida de arrepentimiento arrastr‡ndose. Si fuera as’, tal consejo se destacar’a en el Nuevo Testamento. Al contrario, vemos exhortaciones a afirmarnos en nuestra identidad de santos de Dios, con autoridad sobre el mundo, la carne y el diablo.
ÀCu‡ntas ep’stolas se han escrito dirigidas a pecadores? Ninguna. ÀCu‡ntas dirigidas a los santos? Todas ellas.
ÀQuiere esto decir que nunca deber’amos llamarnos pecadores? Ciertamente que podr’amos, si a que lo nos referimos es a los restos de corrupci—n en nuestra naturaleza. Vivimos en una lucha permanente contra el pecado restante en nuestra carne. Esta corrupci—n es de veras pecaminosa.
Si nos referimos a nuestro estatus ante Dios, es inapropiado que nos llamemos pecadores. Al contrario, llamŽmonos como Dios nos llamaÉsantos.
Veremos en el cap’tulo siguiente una forma saludable de vivir una vida de arrepentimiento.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ El pecado no identifica a los cristianos como pecadores.
¯ Al referirnos a los restos de corrupci—n, es correcto que nos llamemos pecadores.
¯ Al referirnos a nuestro estatus ante Dios, podemos llamarnos santos porque as’ es como El nos denomina.
Poco encontramos en el Nuevo Testamento acerca del arrepentimiento de cristianos. Uno esperar’a encontrar mucho acerca de esto, considerando lo mucho que pecamos. Sin embargo, tal como el pecado no nos define como pecadores, igualmente el arrepentimiento no es la principal preocupaci—n en la vida cristiana, la cual vivimos para dar gloria a Dios y gozarnos en El para siempre[19].
ÀPor quŽ darnos la molestia de arrepentirnos si tenemos tan alto status en Cristo? Primera cosa, fracasamos en vivir a la altura de nuestra nueva identidad. Esto puede suceder si nos enfocamos en nuestras faltas.
Otra buena raz—n de arrepentimiento es porque aunque Dios no es ya nuestro juez, como Padre nos sigue disciplinando. Aunque estemos revestidos de la justicia de Cristo, esto no prevendr‡ que se nos aplique la vara. Evitar un castigo es siempre buena idea.
Aun cuando la ley de Dios no puede condenarnos, sigue siendo da–ino ir en contra de la ley. Nos lastima espiritual y emocionalmente, a veces incluso f’sicamente. Si tenemos hambre y sed de justicia, nos arrepentiremos solo por el hecho de que es correcto hacerlo.
[Nuestros padres], ciertamente por pocos d’as nos disciplinaban, como a ellos les parec’a, pero esto para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
–Hebreos 12:10
El principal enfoque de la vida b’blica es nuestra uni—n con Cristo y la libertad que Žsta nos trae,
En la libertad con que Cristo nos hizo libres.
–G‡latas 5:1
Libertad, Àde quŽ? De cualquier sentir de condenaci—n. Libres, Àpara hacer quŽ? Para acercarnos a Dios confiadamente. Arrepentirnos por no vivir como gente libre.
El Nuevo Testamento claramente nos ense–a a deleitarnos en nuestra nueva identidad en Cristo, sin trivializar nuestra corrupci—n restante.
ÀCu‡ndo es apropiado arrepentirse por nuestra restante corrupci—n?
Para ilustrar: al conducir un autom—vil miramos por el parabrisas. De vez en cuando, echamos un vistazo al espejo retrovisor para ver lo que dejamos atr‡s. Si nos concentr‡ramos principalmente en el espejo, nos chocar’amos.
Dios nos provee de ocasiones espec’ficas para que pensemos en nuestros pecados y faltas. Durante nuestro culto personal, el Esp’ritu Santo nos se–alar‡ ocasionalmente las ‡reas de nuestra vida de las que necesitamos arrepentirnos.
Esto tal vez no suceda todos los d’as. ÀSignifica esto que no tendremos pecado ese d’a? Si sacamos una manzana podrida de una caja, deber’amos asumir que es la œnica da–ada? Puede ser. O, puede representar a toda la caja. En el caso de la naturaleza humana lo segundo es m‡s probable.
Otro tiempo y lugar que Dios ha provisto para que su pueblo practique una Ôvida de arrepentimientoÕ es la Santa Cena. El ap—stol Pablo deja en claro que debemos examinarnos cada vez que la tomamos.
Por tanto, pruŽbese cada uno a s’ mismo, y coma as’ del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Se–or, juicio come y bebe para s’.
–1Corintios 11:28-29
Nuestro culto personal y la Santa Cena son dos tiempos espec’ficos en los que Dios llama nuestra atenci—n hacia el pecado. Existen otras maneras, tales como los sermones, la consejer’a o la misma obra del Esp’ritu en nuestra conciencia a lo largo de la jornada. Nos arrepentimos y luego volvemos al deleite de nuestra libertad en Cristo y nuestra identidad de santos.
Algunos preguntan, ÀNo parece esto como una licencia para la ociosidad, o incluso hasta para pecar?
Las ense–anzas acerca de nuestra identidad en Cristo no son una licencia para pecar. Sin embargo, as’ lo parecer’an, y por eso algunos se confunden.
Los ap—stoles advirtieron acerca del uso de la libertad como un pretexto para dar rienda suelta a la carne. Esta advertencia prueba que la libertad es exactamente lo que ellos proclamaban. La œnica verdadera ense–anza es aquella que puede provocar tal pregunta en primer lugar.
Aquellos que se alarman por posibles abusos se restringen con reglas que les hacen sentir seguros. Ir—nicamente, la Palabra de Dios da a los cristianos la libertad de hacerlo consigo mismo si as’ lo desean. Pero, no les da la libertad de hacŽrselo a otros.
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Una vida cristiana normal se enfoca mucho m‡s en nuestra identidad, privilegios y status en Cristo antes que en nuestra corrupci—n restante. Debemos vivir una vida de gozo en esta identidad y, en un plano secundario, una vida de arrepentimiento. Esta libertad tiene un largo alcance que estimula el crecimiento espiritual por medio de relaciones en vez de reglas, mirando al futuro m‡s que al pasado.
En este cap’tulo aprendemos que
¯ Existe una manera correcta y una incorrecta de vivir una vida de arrepentimiento. La forma correcta es acerc‡ndonos a Dios sabiendo de su aceptaci—n como padre. La forma incorrecta es acercarnos a buscar la aceptaci—n de Dios, como un juez.
¯ Una buena raz—n de arrepentimiento es por no reconocer nuestra nueva identidad.
¯ Nuestra identidad en Cristo no puede volverse en pretexto para la pereza o para el pecado.
[1] Esteben Brown, evangelista de radio, Miami, 2008
[2] 1Juan1:3
[3] Romanos 8:14,16
[4] Confesi—n de Fe de Westminster, Cap.1, Art.5
[5] The Enemy Within, P&R Publishing, 1998, pp.119s
[6] Los te—logos reformados sostienen que lo œltimo son los ÒsacramentosÓ, el bautismo y la Santa Cena. Para el prop—sito de este libro, lo he expandido a la relaci—n del creyente con la iglesia toda, ya que la Santa Cena es su suprema expresi—n. 1 Cor.10:16
[7] 1Juan 1:3
[8] A Place of Quiet Rest, Moody, 2000, p.99.
[9] Mateo 6:33
[10] Reformador Suiso, 16th century http://athousandtimes.wordpress.com/2009/02/24/ten-for-tuesday-past-present-and-providence/
[11] Escuchamos esto en la radio Esp’ritu FM en Miami. No recordamos de quiŽn era la cita, pero creemos importante incluirla.
[12] Un parafrase de comentarios de E.M. Bounds, Poder por la oraci—n Cyberbooks, 1996. http://www.leaderu.com/cyber/books/bounds/power.html
[13] The One Year Walk With God Devotional, Tyndale House, 2004, pp.29
[14] Escritor y fil—sofo Ingles del siglo XVII.
[16] Romanos 4:13
17 Citado de Pleasures Evermore: The Life-Changing Power of Knowing God by Sam Storms, © 2000, p. 189. Usado con permiso de NavPress – www.navpress.org.
[17] Un amigo psic—logo diagnostic— al autor de tal sistema como una persona esquizofrŽnica maniaco-depresiva. Este tipo de esquizofrŽnico vive la vida con altas y bajas emocionales. Evidentemente este autor superpuso su patolog’a a la Biblia, en af‡n de justificarla, ya que nunca podr’a vencerla. El psic—logo dijo que el autor escribi— este material durante sus periodos altos del ciclo y en verdad nunca alcanz— la victoria que promov’a en su programa. Por gentileza, no identificamos a este autor, quien ya ha fallecido.
[18] Solo en dos vers’culos del Nuevo Testamento se llama pecadores a los cristianos. Se encuentran en 1Timoteo 1:15 y Santiago 4:8. Incluso en Žstos existen dudas de interpretaci—n. Aunque vemos que los creyentes pecan en el Nuevo Testamento, aun as’ no se los llama pecadores al haber sido justificados por la fe en Cristo. Un santo que peca no es lo mismo que un pecador que peca.
[19] Catecismo Menor de Westminster, Pregunta Uno.