por
Roger Smalling, D.Min
La cuesti—n de la ordenaci—n de mujeres se
reduce a la diferencia entre creaci—n y
cultura.
Los que
defienden la ordenaci—n de mujeres a cargos eclesi‡sticos, sostienen
que la mujer es igual al hombre. De all’, asumen que la exclusi—n de ellas a tales cargos, se basa en normas culturales pasadas de moda. Este enfoque se
denomina igualitarismo.
Debido
a que actualmente las mujeres han sido exitosas en la competencia con los
hombres en campos de negocios y pol’tica, los igualitarios no ven ninguna raz—n
para excluirlas del liderazgo dentro de la iglesia. Rehus‡rsela —se
argumenta— es simplemente discriminaci—n, en base a un prejuicio ya
superado.
Aquellos
que reservan la ordenaci—n solamente a los hombres, basan su pensamiento en los
prop—sitos de Dios en la creaci—n, antes de que existieran las culturas. Este
enfoque se denomina complementarismo, ya
que ellos sostienen que la mujer fue creada como un complemento del hombre en
el prop—sito para el que fue creado, o sea, el de cuidar la tierra para la
gloria de Dios.
Para
acabar con 3500 a–os de pr‡ctica jud’a y cristiana, los igualitarios deben
demostrar —del texto b’blico mismo— que la raz—n de excluir a la
mujer de puestos de autoridad en la iglesia ha sido cultural. Meramente afirmar
que es algo cultural, no constituye prueba. Acusar a los complementaristas
de chauvinismo o prejuicio, tampoco es prueba.
En el
estudio que sigue, veremos que los ap—stoles, aunque conoc’an de las
consideraciones culturales, las ignoraron a favor de temas que se remontan a la
creaci—n, antes de que las culturas existieran.
La
autoridad del hombre en el hogar Ŕse extiende a la iglesia?
El
hombre como cabeza del hogar se lo establece claramente en el GŽnesis, antes de
la existencia de las culturas. Tanto los complementaristas como los
igualitarios lo reconocen as’.
Y dijo Jehov‡ Dios: No es bueno que el hombre estŽ solo; le harŽ ayuda id—nea para Žl. GŽnesis 2:18
De aqu’,
vemos que la mujer fue creada para dos prop—sitos: Como compa–era del hombre y
como su ayuda. Se establece as’ la cuesti—n de la autoridad.
Aunque
los igualitarios aceptan este punto, a la vez sostienen que el hogar y la
iglesia son instituciones separadas.
Pero
Ŕlo son? O, la autoridad del hombre en el hogar Ŕse extiende a la iglesia?
Veamos quŽ dice Pablo al respecto:
1Timoteo 2:11-15 La mujer aprenda en silencio, con toda sujeci—n. 12 Porque no permito a la mujer ense–ar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. 13 Porque Ad‡n fue formado primero, despuŽs Eva; 14 y Ad‡n no fue enga–ado, sino que la mujer, siendo enga–ada, incurri— en transgresi—n. 15 Pero se salvar‡ engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificaci—n, con modestia.
Inmediatamente,
Pablo recurre a un argumento de la creaci—n para justificar dos prohibiciones: Las
mujeres no pueden ense–ar a los hombres en la iglesia ni ejercer autoridad
sobre ellos.
La
raz—n dada es que Ad‡n fue creado primero. Esto le dio el derecho de ejercer
autoridad. Pero, Ŕacaso Pablo afirma que esto se refiere solo al hogar? Pablo
usa la creaci—n de Ad‡n para justificar una pr‡ctica en la iglesia. Esto antecede
a las culturas.
Adem‡s,
Pablo da a entender que poner a una mujer en un puesto de autoridad puede
dejarlas aptas al enga–o demon’aco. La iglesia puede estarles exponiendo al
mismo tipo de tentaci—n que enfrent— Eva. La intenci—n de Pablo, por lo tanto,
no es discriminatoria sino protectora.
El
śltimo vers’culo del texto anterior me dej— perplejo hasta que vi el elemento
protector que contiene.
La
cl‡usula, se salvar‡ engendrando hijos,
no significa que la maternidad tenga un valor salvador ni que sea una
obligaci—n moral de todas las mujeres el tener hijos. Simplemente quiere decir
que el papel primario de las mujeres lo constituye el cuidar a su esposo e
hijos.
Al
ponerlas en funciones para las cuales no fueron creadas, las sometemos a
presiones que no son suyas de manejar. Lidiar con serpientes en el jard’n es
trabajo del hombre. Les corresponde a los hombre hacer frente a serpientes del
jard’n.
Nuevamente,
el contexto indica que el tema de la ordenaci—n es una cuesti—n de la creaci—n,
mas no cultural. Los tiempos pueden cambiar, pero los prop—sitos de Dios en su
creaci—n nunca cambian.
Otro
texto clave es 1Corintios 11:3-16. En este cap’tulo, Pablo contesta la pregunta
acerca de la costumbre de las mujeres en Corinto de cubrirse la cabeza. Aunque
clarifica que las dem‡s iglesias no tienen tal costumbre, sin embargo la
aprueba ya que los corintios intentan expresar la sumisi—n de las mujeres a la
autoridad de la iglesia, la cual a su vez, se basa en los prop—sitos de la
creaci—n.
Resulta
dif’cil ver c—mo los igualitarios puedan encontrar otra intenci—n en este texto
que la de establecer la autoridad masculina en la iglesia.
Los
igualitarios a veces sostienen que tanto hombres como mujeres son creados a
imagen de Dios, y que por eso deben tener el mismo valor. De all’, asumen que
las mujeres tienen derecho a las mismas funciones y cargos en la iglesia.
Lo
il—gico de esto es muy simple sin ver las Escrituras, pero Pablo usa la idea de
imagen de Dios para llegar a este punto. Lo cual a su vez, refuta la posici—n
igualitaria.
Pero quiero que sep‡is que Cristo es la
cabeza de todo var—n, y el var—n es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de
Cristo. 1Corintios
11:3
Pablo
inicia su argumentaci—n desde una jerarqu’a simple que incorpora a toda la
creaci—n. Dios, Cristo, marido, mujer. El explica que ser’a totalmente absurdo
que la esposa ejerciera autoridad sobre su marido, tal como lo ser’a que el
esposo tuviera autoridad sobre Cristo, o Cristo sobre Dios Padre.
M‡s
importante aśn es que Pablo usa el hogar como el fundamento de la autoridad
dentro de la iglesia. En la tradici—n apost—lica, el hogar y la iglesia son diferentes
instituciones, pero —ninguna manera— separadas. Esto explica c—mo
Pablo continśa avanzando en su argumentaci—n sin problema, partiendo del hogar
y aplicando eso a la iglesia.
Esto
pone a los igualitarios en una posici—n muy inc—moda, estando obligados a
demostrar que las dos instituciones son completamente separadas, contrario al
texto.
Porque el var—n no debe cubrirse la cabeza, pues Žl es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del var—n. 1Corintios 11:7
El
hombre es la imagen de Dios. La mujer es la imagen del hombre. As’, por medio
del hombre la mujer lleg— a ser imagen de Dios tambiŽn. La imagen del hombre se
deriva directamente de Dios, la de la mujer, indirectamente, por intermedio del
hombre.
Porque el var—n no procede de la mujer, sino la mujer del var—n, 1Corintios11:8
Lo que
Pablo aqu’ implica es que Dios pone la autoridad en el hombre, pues Žl fue
creado primero.
y tampoco el var—n fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del var—n. 1Corintios 11:9
Dios
cre— al hombre para ser quien cuide de la creaci—n y a la mujer para que sea su
apoyo. Esto establece autoridad por el diferente prop—sito en la creaci—n para
cada gŽnero.
Pablo
muestra que comprende que la autoridad queda establecida con este prop—sito de la
creaci—n, con estas palabras,
Por lo cual la mujer debe tener se–al de autoridad sobre su cabeza 1Corintios 11:10
ŔAcaso
esto significa que las mujeres hoy en d’a deban llevar velo, como lo hacen en
algunas culturas del Oriente? No. Pablo da reconocimiento a los corintios por
aplicar una costumbre local para expresar una verdad b’blica, aunque tal
particular forma de expresi—n cultural no es aplicable universalmente. El
cabello femenino basta para cubrirse, si a alguien le preocupa esta cuesti—n.
Pablo
muestra que toma muy en cuenta los temas culturales, pero no da lugar a la
autoridad de la mujer en la iglesia, ni siquiera basada en la cultura, o en la
imagen de Dios, los talentos o ningśn otro aspecto.
Pero en el Se–or, ni el var—n es sin la mujer, ni la mujer sin el var—n; 12 porque as’ como la mujer procede del var—n, tambiŽn el var—n nace de la mujer; pero todo procede de Dios. 1Corintios 11:11,12
Es un
grave error del hombre si piensa que, siendo Žl la autoridad en el hogar o en
la iglesia, tenga el derecho de asumir una actitud independiente de la mujer.
Tal actitud es producto del orgullo, no es l—gica ni encuentra justificaci—n en
ningśn prop—sito de la creaci—n. Un l’der cristiano que desprecia a la mujer en
la iglesia o el hogar, encontrar‡ problemas, no solo con ellas, sino tambiŽn
con Dios.
La
mujer fue creada como complemento del hombre. Aunque no para liderar sobre Žl,
tampoco debe ser menospreciada.
Los
igualitarios a veces discuten en base de que las mujeres que poseen algśn don
espiritual tienen derecho a igual autoridad. Un ni–o tambiŽn puede poseer dones
espirituales pero ŔquŽ tiene que ver esto con el prop—sito de la creaci—n?
Y ŔquŽ
de la capacidad? La ordenaci—n no es un tema de capacidad sino de llamado.
Y nadie toma para s’ esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aar—n. Hebreos 5:4
El
llamado de Dios no es necesariamente a individuos porque sean las personas m‡s
capaces de todas. Su llamado se basa en su propia soberan’a y gracia. Esto no
tiene nada que ver con el prop—sito de la creaci—n en cuanto al gŽnero.
á
Los igualitarios basan su posici—n en tres aspectos: La cultura, la
imagen de Dios y la capacidad como tal. La ense–anza apost—lica sobre los
prop—sitos de Dios al crear los dos gŽneros, desbarata los tres argumentos
igualitarios y deja ver su total irrelevancia.
á
Los dos textos estudiados: 1Corintios 11 y 1Timoteo 2, son adecuados para
rebatir todos los argumentos igualitarios, aunque tambiŽn existen otros m‡s.
á
La mujer fue creada para ser complemento y apoyo del hombre. As’ se
establece que el hombre es cabeza del hogar. La pregunta es si esto se extiende
a la iglesia y la respuesta que nos da la Biblia es un contundente s’.
á
Aunque la mujer es tambiŽn la imagen de Dios y tiene igual valor entre
Sus hijos, ella no puede ejercer autoridad sobre los hombres en la iglesia, ni
tampoco ense–arles. Esto no es discriminatorio, sino m‡s bien protector.