por
Roger Smalling, D.
Min
El libre albedr’o
ha sido un tema de controversia por siglos. Al respecto se han escrito muchos
volœmenes y hasta hoy continœan los debates acalorados en los c’rculos
teol—gicos.
Mucho calor se
disipa cuando se trata de definir claramente los tŽrminos. ÀQuŽ es la voluntad?
ÀA quŽ se refiere por libre? ÀExiste
una conexi—n entre el libre albedr’o y la responsabilidad? ÀLibre de quŽ?
ÀLibre para quŽ? ÀNos gobierna la voluntad o somos gobernados por alguna otra
facultad?
Existe poca
controversia con respecto a la definici—n de voluntad. Sin embargo, todos
estamos de acuerdo en que el albedr’o es la facultad por la cual hacemos
elecciones. Los desacuerdos surgen cuando se trata el significado de libre.
Los te—logos
distinguen entre libertad natural y libertad moral. La libertad natural se
refiere a las decisiones ordinarias que involucran nuestro bienestar material y
nuestras relaciones humanas. Lo que comemos en el desayuno, si continuamos
leyendo esta p‡gina, con quiŽn nos casaremos o lo que veremos en la televisi—n
esta noche, todo cae en la categor’a de libertad natural.
El tŽrmino libertad natural incluye ciertas
actividades religiosas. Los que no son salvos pueden memorizar textos de la
Biblia, aprender himnos o hacerse miembros de una congregaci—n. Los pecadores
tienen conciencias y diariamente hacen elecciones morales positivas. Ellos pueden
escoger entre decir la verdad o mentir.
Ninguna rama de la
teolog’a niega la libertad natural de la voluntad o albedr’o. La controversia
surge cuando nos referimos a la libertad moral. Las siguientes preguntas
enfatizan el asunto:
ÀEs el hombre ca’do,
sin la gracia soberana, capaz de someterse a Dios, confiar en Cristo y desear
la santidad como su valor supremo? ÀPuede el libre albedr’o del hombre ca’do
generar la fe y el arrepentimiento?
En GŽnesis 1:27
leemos: Y cre— Dios al hombre a su
imagen. La Biblia define a un ser humano como una criatura hecha a la
imagen de Dios. Al revŽs, podemos decir que la imagen de Dios es un ser humano.
Suponga que dos
‡ngeles estuvieran hablando y uno de ellos preguntara c—mo es Dios. El otro
podr’a contestar: All’ hay un ejemplo. Se llama ser humano. El tŽrmino imagen
de Dios define nuestra esencia como seres.
Como im‡genes de
Dios, somos responsables de reflejar lo que Žl es, y esto es la raz—n de la
existencia humana. Por tanto, nuestra responsabilidad de reflejar a Dios nunca
puede cambiar, no importa lo que suceda.
Dios no tiene
cuerpo. ƒl es infinito. Por tanto, la imagen de Dios debe reflejar la
naturaleza interna de Dios. ÀEs Dios absolutamente santo? S’. ÀTiene Dios libre
albedr’o? ÁPor supuesto! ƒl es el ser m‡s libre del universo. ÀPuede Dios
mentir? No. (Vea Tito 1:2) ÀPor quŽ no? Porque nada en su santo car‡cter
encuentra atractiva a la mentira. ƒl no puede desear mentir.
Libre albedr’o moral significa Òpureza absolutaÓ y
libertad del pecado debido a una naturaleza santa.
Segœn esto, vemos
que gran traici—n lo es si un ser humano es otra cosa que enteramente santo. El
pecado es una negaci—n de nuestra definici—n como imagen de Dios y por lo tanto
un supremo insulto a nuestro creador.
La idea de libre
albedr’o moral como una facultad suspendida entre lo bueno y lo malo es una
ficci—n. La neutralidad moral no existe.
Romanos 6:17,18 nos
sugiere esto:
Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habŽis obedecido de coraz—n a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
El albedr’o o
voluntad refleja la naturaleza verdadera de la persona. En este sentido, la
voluntad no es la facultad que gobierna en el hombre. No es libre en el sentido
de autonom’a.
Esto explica por quŽ
Dios dice la verdad, el diablo hace el mal y los pecadores aman el pecado. Cada
uno actœa de acuerdo con su propia naturaleza. Cada uno escoge libremente segœn
su deseo, sin compulsi—n, dependiendo de su verdadera naturaleza.
Segundo, la voluntad
del hombre no es moralmente neutral. Si as’ fuera, tambiŽn su car‡cter ser’a
moralmente neutral. Nada en la Escritura, raz—n o experiencia humana, apoya
esta suposici—n.
ÀLe gustar’a ver su
libre albedr’o? P‡rese enfrente de un espejo de cuerpo entero. Lo que se
refleja es su libre albedr’o. Es usted mismo. Su voluntad es la totalidad de
todo lo que usted es. Su voluntad es como el espejo. Refleja lo que usted es
como persona.
Esto explica el
porquŽ la Biblia nos habla mucho acerca del coraz—n y tan poco acerca de la
voluntad. El enfoque b’blico est‡ en la totalidad de la naturaleza y car‡cter
de uno, no en una sola caracter’stica como voluntad.
Cuando
una persona se alej— de Dios, se aleja tambiŽn de su libertad y su esclavitud
se incrementa. Segœn la definici—n de esclavitud,
Žl se vuelve incapaz de regresar a Dios; su voluntad aœn existe y funciona pero
resbala hacia una mayor esclavitud.
ÀPuede
Dios hacer responsable al hombre por no volver a Žl, aunque Žl no pueda
hacerlo? ÀDeber’a Dios ordenar al
hombre que haga lo correcto aun cuando Žl no pueda desear hacerlo?
El
hombre es aœn la imagen de Dios aun cuando la imagen estŽ estropeada. La
responsabilidad del hombre se basa en el prop—sito para el cual fue creado, no
en su capacidad moral actual.
Adicionalmente,
el hombre ca’do retiene algœn conocimiento de Dios a travŽs de la creaci—n y de
la conciencia. Todos tienen algœn grado de iluminaci—n aunque ellos prefieren
reprimirla.
La Biblia nunca
sugiere que nuestra responsabilidad se basa en el libre albedr’o. Nunca ningœn
fil—sofo o te—logo ha sido capaz de mostrar una conexi—n necesaria entre la responsabilidad
y el libre albedr’o. Uno podr’a tambiŽn decir que un deudor no es responsable
de su deuda si Žl no puede pagarla.
La ense–anza b’blica
nos indica el estado moral de la mente carnal. La mente est‡ dominada por la
raz—n carnal, no puede someterse a la ley de Dios, sigue los pensamientos de
este mundo, es corrupta y enemiga de Dios, y est‡ bajo el dominio de Satan‡s.
Los humanistas
religiosos que declaran la libertad moral de la voluntad deben hacer una de dos
cosas: mostrar a partir de la Biblia que la voluntad no es una funci—n de la
mente, o mostrar c—mo la voluntad fue la œnica facultad humana que escap— de la
ca’da.
Esto es una
consecuencia de la esclavitud a la naturaleza carnal. En otro cap’tulo
estudiaremos c—mo Dios cambia la direcci—n de la voluntad de un pecador sin
forzarlo.
El albedr’o del
hombre es libre para actuar de acuerdo a sus propios deseos sin compulsiones
externas. Como veremos en otro cap’tulo, Dios no fuerza nuestra voluntad a la
conversi—n, pero trabaja indirectamente influyendo en nuestra naturaleza.
Sin embargo, la
voluntad nunca est‡ libre de la providencia gobernante de Dios. Porque en Žl vivimos, y nos movemos, y somos
É Hechos 17:28. Ni aun la voluntad ca’da podr’a existir sin el poder
sustentador de Dios.
Recuerde que en el
Cap’tulo Dos hablamos de c—mo Dios trabaja indirectamente. ƒl tiene una gran
caja de herramientas. Una de estas herramientas es el libre albedr’o del
hombre. Dios usa las decisiones que hace el hombre, aun la ca’da en pecado,
para cumplir su plan en la historia. Esto involucra su gloria absoluta y la
demostraci—n de Sus atributos, tales como la gracia, el juicio y el amor.
Hay dos formas de
Humanismo: secular y religioso. Ambas formas suponen que el libre albedr’o del
hombre es aut—nomo. Segœn el humanismo, la voluntad es la facultad que gobierna
en la naturaleza humana, independiente de toda influencia fuera de si misma.
Si las respectivas
partes de la naturaleza humana fueran un tren, los humanistas identificar’an a
la voluntad como la locomotora, es decir, como la fuerza impulsadora de la
naturaleza humana que arrastra las otras facultades por su poder aut—nomo.
Ambas formas de
humanismo llegan a la suposici—n de la autonom’a a partir de diferentes
enfoques.
El humanista secular
sostiene la autonom’a simplemente porque Žl cree que no hay Dios. Para Žl, la
œnica bœsqueda que vale la pena es la gloria del hombre porque no hay nada m‡s
supremo.
Estas suposiciones
invaden la cultura moderna. En los filmes, el hŽroe alcanza la victoria por la
fuerza de su voluntad. Aœn sus defectos, los tiene bajo control. El poder de la
mente para controlar la realidad se difunde en la ciencia ficci—n. El mensaje
es claro: el potencial del hombre es ilimitado. Solo tiene que penetrar en las
profundidades de su propio ser y liberar la bondad y el poder que est‡n
escondidos all’, y la victoria ser‡ suya.
Para los prop—sitos
de este estudio, el humanismo secular nos preocupa poco porque es ate’sta. Estamos
m‡s preocupados por el humanismo religioso debido a su actual influencia
insidiosa entre los evangŽlicos.
M‡s errores
teol—gicas resultan por un concepto errado del libre albedr’o que cualquier
otra ense–anza. Errores acerca de Dios resultan de frecuentemente de los falsos
conceptos acerca del hombre mismo. La gente prefiere cambiar a Dios que a s’
mismo.
Para el humanista
religioso, la voluntad es como un terreno especial, el cual Dios no pisa. Se
supone que es una contradicci—n decir que la voluntad es libre al menos que
estŽ exenta del control divino. Una ense–anza comœn es: Dios no infringe
nuestro libre albedr’o.
El humanismo secular
considera la voluntad humana como moralmente neutral. Segœn ellos, los reciŽn
nacidos tienen su mente como una pizarra en blanco. Por tanto, el medio
ambiente y la influencia de los padres explican el comportamiento humano, no
las tendencias innatas.
Debido a la doctrina
de la ca’da de Ad‡n, los humanistas religiosos tienen dificultad en sostener el
punto de vista que considera la voluntad del hombre como moralmente neutral.
Sin embargo, ellos se aproximan a este concepto diciendo que el hombre nace con
una predisposici—n hacia el pecado, pero que no est‡ dominado por este. De esta
forma ellos acomodan la ense–anza b’blica sobre el pecado con la suposici—n
b‡sica de autonom’a.
La Biblia refuta
esta noci—n con muchos textos como Romanos
3:12,
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
Esta es la raz—n por
la que el legalismo entre los Cristianos es tan despreciable. Tal como una flor
cuya belleza nos impacta, el legalismo puede impresionarnos al principio. Pero
luego nos damos cuenta que las ra’ces est‡n aliment‡ndose del estiŽrcol de las
suposiciones humanistas.
La suposici—n de
autonom’a es instintiva para la naturaleza humana carnal. La ca’da de Ad‡n
program— a la naturaleza humana para que se presuponer su propia autonom’a.
DespuŽs de todo, conseguir la autonom’a fue la idea central que estuvo detr‡s
la rebeld’a de Ad‡n. La ca’da no solamente produjo el pecado, sino un conjunto
de enga–os con respecto a la rectitud del hombre y su poder para producirla.
Esta es la raz—n por
la que todas las religiones, excepto la Cristiandad b’blica, son sistemas que
ense–an salvaci—n por mŽritos propios.
No debe
sorprendernos el hecho de que, entre la influencia de la cultura moderna y las
tendencias de la naturaleza humana, el humanismo religioso haya invadido
grandes sectores de la Cristiandad. Como resultado ha crecido una teolog’a
completa que lo defiende.
Algunos argumentos
suenan razonables hasta que los examinamos m‡s de cerca. Hoy en d’a es
importante que los obreros cristianos estŽn enterados de estos argumentos y que
sepan como refutarlos de tal forma que los creyentes tengan una fe sana.
Error uno: Suponer que los mandatos y las exhortaciones
de la Biblia indican que tenemos la capacidad de obedecerlos.
Este error da por
sentado que la responsabilidad prueba la capacidad. Se suele escuchar: Dios
nunca le ordenar’a a una persona hacer lo que no puede o Dios nunca le dir’a a
una persona que se arrepienta y crea si no puede hacerlo.
Igual ser’a decir
que un deudor no es responsable de su deuda al menos que pueda pagarla. Como
indicamos en el cap’tulo anterior, la responsabilidad del hombre est‡
fundamentada en su estatus como imagen de Dios, y no en sus capacidades morales
actuales. Dios nunca bajar‡ sus est‡ndares de santidad s—lo porque su imagen
cay— en pecado.
La incapacidad del
hombre siempre viene de su propia corrupci—n, y no de una orden sin raz—n de su
Creador.
ÀPor quŽ Dios le dio
la ley a MoisŽs? ÀRealmente esperaba Dios que los jud’os la cumplieran? ÀSupuso
Žl que ellos podr’an cumplirla?
En Romanos Tres
encontramos dos razones por las que Dios dio los mandamientos al hombre y
ninguna tiene que ver con probar el libre albedr’o moral. Estas son:
á
Vindicar la justicia de Dios.
á
Exponer la iniquidad del hombre.
Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ÀquŽ diremos? ÀSer‡ injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre). 6 En ninguna manera; de otro modo, Àc—mo juzgar’a Dios al mundo?...20 ya que por las obras de la ley ningœn ser humano ser‡ justificado delante de Žl; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Romanos 3:5,6,20
Aœn m‡s dura es la
declaraci—n de Pablo en Romanos 8:7 cuando nos dice que la mente carnal es
incapaz de someterse a la ley de Dios. Si la voluntad es parte de la mente,
entonces estamos forzados a concluir que el hombre ca’do, sin gracia, no es
capaz de escoger someterse a Dios.
Por cuanto los designios de
la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni
tampoco pueden. Romanos 8:7
Para resumir, Pablo
est‡ diciendo que el Antiguo Testamento en su totalidad fue dado para probar
que el hombre no era capaz de obedecer a Dios. Por tanto, no tiene sentido
citar el Antiguo Testamento para probar el libre albedr’o.
Error
dos: Suponer que los mandatos de arrepentirnos y
creer no tienen sentido al menos que el hombre pudiera obedecerlos.
Estos mandatos son
parte de la ley tanto como otros. El hombre ca’do es igualmente incapaz de
obedecerlos sin la gracia de Dios.
Error
tres: Suponer que la predeterminaci—n de la
voluntad contradice la libertad.
Esta objeci—n supone
que la voluntad es moralmente neutral, ni buena ni mala. Si fuera as’,
tendr’amos que decir que la voluntad de Dios no es libre, al igual que las
voluntades de Cristo, de los ‡ngeles y de los creyentes que est‡n en el cielo,
puesto que ellos est‡n predeterminados para el bien solamente.
As’ mismo,
tendr’amos que decir que los demonios no son responsables de sus acciones
porque sus voluntades est‡n totalmente determinadas para el mal.
Error
cuatro: Confundir la libertad natural con la libertad
moral.
Escoger
nuestro desayuno o quŽ carro comprar cae dentro del dominio de la libertad
natural.
La conversi—n a
Cristo, aunque es una experiencia espiritual œnica sin precedentes en el mundo
natural, dif’cilmente la podemos igualar a un menœ. Escoger un carro no
involucra rendir el ego a una Autoridad Suprema. Comparar el milagro de la
conversi—n con la libertad natural no es apropiado.
Error cinco: Suponer que Dios no viola el libre albedr’o
del hombre.
Eso es
correcto. ƒl no lo hace. Si Dios fuera a posesionarse
de la voluntad de una persona y a doblegarla por la fuerza f’sica directa,
ser’a una violaci—n. No es una violaci—n de la voluntad cambiar la naturaleza
interior de la persona para generar nuevas percepciones y deseos.
Error
seis: Suponer que el libre albedr’o es esencial
para la imagen de Dios.
Algunos maestros
afirman que el estatus del hombre como imagen de Dios debe incluir el libre
albedr’o moral. Si Dios es libre, entonces el hombre debe ser libre tambiŽn.
Esta afirmaci—n
confunde libre con aut—nomo o sin causa. Dios es el œnico Ser aut—nomo y sin
causa en el universo. Es una contradicci—n decir que el hombre es una creaci—n
de Dios y luego afirmar que la voluntad del hombre es sin causa o aut—noma.
La Biblia muestra
que el hombre es todav’a la imagen de Dios a pesar de la ca’da. Adem‡s, en
cualquier parte de la Biblia se muestra que la naturaleza total del hombre est‡
sujeta al pecado.
Aparentemente los
escritores b’blicos no vieron una conexi—n necesaria entre el libre albedr’o y
la imagen de Dios.
Presuposiciones sobre
libre albedrio
BIBLIA |
HUMANISMO |
Libertad significa
santidad (Romanos 6) |
Libertad significa
neutralidad |
Los mandamientos divinos
comprueban la santidad de Dios y la incapacidad del hombre. (Romanos 3:4,28) |
Los mandamientos divinos
sirven para comprobar el libre albedr’o. |
Desde la ca’da de Ad‡n,
Dios manda al hombre hacer cosas que no puede cumplir. (Romanos 8:7) |
Dios nunca manda al
hombre hacer lo que no puede hacer. |
Responsabilidad moral se
basa en la autoridad de Dios y la imagen de Dios en el hombre. (1Pedro 1:16;
GŽnesis 1:27) |
Responsabilidad moral se
basa en una capacidad del hombre para cumplir. |
Dios facilita la voluntad
por su gracia. Romanos 8:28) |
Dios nunca interfiere con
la voluntad humana. |
La suposici—n b‡sica
del hombre ca’do, sobre s’ mismo, es que es aut—nomo. Esta suposici—n resulta
en dos formas de humanismo, el secular y el religioso. Mientras el secular
presenta un desaf’o que es de dominio pœblico, el religioso es aœn m‡s
insidioso. Los efectos devastadores de este modo de pensar llevan al legalismo,
liberalismo y otros errores teol—gicos. Los cristianos necesitamos conocer los
argumentos de los humanistas religiosos y c—mo refutarlos.
La voluntad nunca es
aut—noma de Dios ni de la persona misma. Cuando el hombre cay— en pecado,
perdi— la capacidad para querer o hacer algo para convertirse a s’ mismo o
someterse a la autoridad de Dios. No obstante, el hombre no perdi— su responsabilidad
ante Dios.
1. La voluntad o
albedr’o es la facultad mental que tiene el hombre, segœn la cual Žl escoge de
acuerdo a su propia naturaleza.
2. La libertad moral de
la voluntad y la santidad est‡n inseparablemente unidas, como en Dios.
3. La voluntad no es el
factor gobernante en el hombre. Su naturaleza lo es.
4. El hombre es
esencialmente la imagen de Dios, ca’do o no. Como tal, su responsabilidad para
obedecer a Dios se mantiene, incluso si su voluntad est‡ todav’a cautiva al
pecado.
5. Dios es
perfectamente justo cuando ordena al pecador hacer lo que no puede.
6. La Escritura y la
raz—n requieren que nosotros rechacemos cualquier definici—n de libre albedr’o
que involucre la noci—n de autonom’a.
7. El hombre ca’do
invariablemente supone que es aut—nomo. Esto significa que Žl piensa que su
voluntad es libre de Dios y libre de cualquier causa m‡s all‡ de Žl mismo, como
si Žl fuera un dios.
8. Todas las formas de
humanismo, religioso o secular, provienen del error de la autonom’a.
9. Los mandatos y las
exhortaciones de la Biblia no prueban el libre albedr’o moral.
10.
La
predeterminaci—n de la voluntad no contradice la idea de libertad.
11. La libertad natural
de la voluntad no prueba la libertad moral.
12.
La influencia de Dios en la naturaleza del hombre para cambiar la
direcci—n de su voluntad no es una violaci—n del libre albedr’o.
A muchos de los que disfrutaron de este ensayo,
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