por
Roger Smalling
Parte uno
Parte dos
Porque es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de CristoÉ
2 Corintios 5:10
ÀPavor o alegr’a?
ÀC—mo ser‡ el juicio para los cristianos?
EscuchŽ en
un serm—n que nosotros los cristianos daremos cuentas por cada palabra vana,
pensamiento injusto y pŽrdida de nuestro tiempo desde que nos convertimos en
creyentes. DespuŽs, esos pecados ser‡n perdonados al igual que los que fueron
perdonados cuando cre’mos por primera vez.
Eso me hace
pensar, ÀD—nde est‡ la buena noticia en
eso? ÀDebemos contar eso como nuestra bendita esperanza? Ó
Es cierto,
algunos vers’culos del Nuevo Testamento declaran que un d’a los cristianos
estar‡n delante de Cristo en cierto tipo de juicio. Las opiniones difieren en
cuanto a lo que este juicio involucra. Algunos piensan que daremos cuenta de
los pecados que cometimos desde que nos convertimos al cristianismo. Otros lo
ven como un juicio limitado a las recompensas que recibiremos por nuestra labor
realizada por Cristo.
Este
art’culo apoya la opini—n de que los cristianos ser‡n juzgados, pero no para castigar
sus pecados o ser reprendidos por sus fracasos, sino m‡s bien, para evaluar sus
obras y ver cuales reciben recompensa y cu‡les no.
DespuŽs de
citar el apoyo b’blico para el punto de vista tradicional de juicio-para-recompensa, veremos algunos
textos usados por aquellos que apoyan la posici—n de repasar-los-pecados de los cristianos.
Los
cap’tulos clave que mencionan el juicio de los cristianos est‡n en 1 Corintios
3 y 4. Estos sobresalen para interpretar vers’culos aislados en ese asunto.
Esto sigue
las normas mayoritarias para la interpretaci—n b’blica. Otros vers’culos se
someten a textos que abordan el tema en mayor extensi—n y con mayor claridad.
Basado en 1
Corintios 3 es claro que los cristianos se enfrentar‡n a un juicio. No debemos
minimizar esto. La pregunta es, ÀquŽ tipo de juicio? ÀEs un juicio de nuestro
pecado o de algo m‡s?
Si la obra
de alguno se quemare, Žl sufrir‡ pŽrdida, si bien Žl mismo ser‡ salvo, aunque,
as’ como por fuego (vers’culo 15).
La pŽrdida
ser‡ del trabajo realizado, no de la salvaci—nÉ si bien el mismo ser‡ salvoÉ
Observe que
algœn trabajo es mencionado como logrado. Trabajo cristiano. Cosas construidas
en el nombre de Cristo que Dios cuenta como inœtiles, no merecedoras de
recompensa y dignas de destrucci—n.
ÀQuŽ podr’a
significar esto? ÀQuŽ tipo de trabajo cristiano merece ser destruido?
La idea es
hacer la obra de Dios de acuerdo con lo que Dios manda y sobre un fundamento que
Žl mismo establece. Dios recompensa lo que Žl ordena y es realizado a su
manera.
Conforme a
la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el
fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire c—mo sobreedifica. 11
Porque nadie puede poner otro fundamento que el que est‡ puesto, el cual es
Jesucristo. (vers’culos 10,11).
Jesucristo
es el fundamento. ÀPodemos construir como nos da la gana? La respuesta es no.
É pero cada
uno mire c—mo sobreedifica. (vers’culo 10).
La iglesia
es el campo y el edificio.
É vosotros
sois labranza de Dios, edificio de Dios. (vers’culo 9).
ÀTenemos el
derecho de trabajar en la iglesia como consideremos mejor? ÀO plantar una
iglesia donde nos parezca y hacerlo como mejor nos parezca?
ÀQuŽ
paradigma debemos seguir? ÀLo que est‡ de œltima moda en los c’rculos
evangŽlicos? ÀC—mo deber’amos plantar una nueva iglesia? ÀSiguiendo las
direcciones de Pablo en sus ep’stolas? ÀO de acuerdo a la Òsabidur’aÓ del œltimo
experto en misiolog’a?
En el
contexto Pablo advierte, Nadie se enga–e
a s’ mismo, (vers’culo 18). Es f‡cil que eso suceda— siguiendo
nuestras propias ideas acerca del c—mo proceder en lugar de buscar la voluntad
de Dios de acuerdo al patr—n en su palabra.
Los obreros
cristianos tambiŽn pueden autoenga–arse haciendo un Žnfasis excesivo en la
cultura; pensando que deben estar al d’a en las tendencias actuales y las œltimas
cosmovisiones para poder hacer un trabajo efectivo. Dicho enfoque tiene algo de
mŽrito, pero no debe ser la gu’a principal en nuestra manera de proceder.
É si alguno
entre vosotros se cree sabio en este siglo, h‡gase ignorante, para que llegue a
ser sabio. Porque la sabidur’a de este mundo es insensatez para con Dios;
(vers’culos 18,19).
Cuando mi
esposa y yo est‡bamos hacienda ministerio en Ecuador, el l’der de nuestra
misi—n conversaba sobre el proceso de plantar iglesias. ƒl dijo, ÒEs posible
llegar aqu’ con mucho dinero y construir una iglesia y parecer exitoso. ÀPero,
es lo que Dios quiereÓ?
ÁBuen
punto! ÀCu‡nto de los esfuerzos cristianos son en realidad un hombre
construyendo su propio reino? ÀEs suficiente construir algo fundamentado en el
nombre de Jesœs para obtener la aprobaci—n de Dios?
De ninguna
forma. Pablo aclara que una obra realizada en el nombre de Jesœs debe suceder
en la forma designada por Dios y bajo sus principios.
Si permaneciere
la obra de alguno que sobreedific—, recibir‡ recompensa. (vers’culo 14).
Para que
existan recompensas, Dios debe distinguir entre lo que merece una recompensa y
lo que no. Esto conlleva un juicio, pero no uno que produce temor como el
juicio hacia el pecado.
Una
dificultad que se presenta cuando se habla de este tema es la palabra juicio. Esta palabra tiende a tener la
connotaci—n de un reproche o castigo. El termino griego krino Òjuzgar,Ó no es usado en ninguna parte en 1 Corintios 3.
Pareciera que Pablo estaba pensando m‡s en una evaluaci—n, lo cual explicar’a el uso de tres tŽrminos diferentes a
la palabra juicio en el vers’culo 13
para describir el proceso.
Éla obra de
cada uno se har‡ manifiesta; porque el d’a la declarar‡, pues por el fuego ser‡
revelada; y la obra de cada uno cu‡l sea, el fuego la probar‡ (vers’culo 13).
Note tres
palabras que describen el escenario de la recompensa: manifiesta, revelada, probar‡. Ninguna de estas palabras deriva del
tŽrmino griego krino.
Aunque
seremos puestos a prueba, podemos esperar expectantes ese tiempo porque se
habr‡n recompensas.
As’ que, no
juzguŽis nada antes de tiempo, hasta que venga el Se–or, el cual aclarar‡
tambiŽn lo oculto de las tinieblas, y manifestar‡ las intenciones de los
corazones; y entonces cada uno recibir‡ su alabanza de Dios. 1 Corintios 4:5
Al parecer
nuestras motivaciones ser‡n reveladas, los
prop—sitos del coraz—n. Esto tiene relaci—n con lo que dice en 1 Corintios
3. No solamente ser‡ probada la calidad de las obras sino tambiŽn las
motivaciones para realizarlas. Para aquellos con buenas motivaciones, esto es
una promesa de recompensa/ elogio.
Un texto
similar en Romanos 14 involucra asuntos de consciencia personal.
Pero tœ,
Àpor quŽ juzgas a tu hermano? O tœ tambiŽn, Àpor quŽ menosprecias a tu hermano?
Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo; É 12 De manera que cada
uno de nosotros dar‡ a Dios cuenta de s’. Romanos 14:10,12
El cap’tulo
entero est‡ dedicado a asuntos de consciencia personal tales como comida,
bebida y el diario vivir. Evitemos juzgarnos unos al otro acerca de estos
asuntos porque cada uno dar‡ cuentas de s’ mismo sobre estos a Dios.
Algunos
cristianos legalistas que esperan elogios de parte de Dios por la obediencia
estricta de reglas que Dios no mando quedaran sorprendidos en ese d’a. Otros
recibir‡n elogios porque se abstuvieron de algo como un acto de adoraci—n.
Lo mismo es
cierto acerca de nuestras motivaciones para realizar el trabajo de Dios.
Dios recompensa el trabajo que Žl ha ordenado,
dirigido y ha sido realizado por sus siervos con las motivaciones
adecuadas. Esto no tiene nada que
ver con pecados restantes. Todo el resto es combustible para una fogata.
Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Se–or
Jesucristo. Romanos 5:1
El tŽrmino justificado en la Biblia significa
ÒdeclaradoÓ justo. No significa ÒhechoÓ justo.[1]
Esta
declaraci—n proviene de Dios en el momento en que ponemos nuestra fe en
Jesucristo. No es un proceso. La raz—n por la que Dios hace esta declaraci—n es
porque la justicia de Cristo es imputada a nosotros en ese momento.[2]
Esta
justicia imputada es completa, y no tiene relaci—n con nuestra obediencia
personal a la ley moral:
É y ser hallado en Žl, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley,
sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.
Filipenses 3:9
Esto trae
consigo dos preguntas en relaci—n al punto de vista de que los creyentes
enfrentar‡n un juicio futuro por los pecados restantes: La naturaleza de la justicia previamente imputada y el tiempo de dicho evento.
Si dicho
juicio tomara lugar, ser’a por una de dos razones. O bien la declaraci—n de ser justificado
es un proceso, o la justicia imputada es parcial. Ninguna de esas razones tiene
sentido.
Los jueces
en una corte de ley pronuncian veredictos de culpable o no culpable. No
se toman una semana para dar el veredicto. No dicen la palabra no el lunes y la palabra culpable el martes. Si lo hicieran, el
sospechoso no tendr’a paz hasta que el veredicto se haya dado por
completo.
Es
precisamente esta paz la que est‡ en cuesti—n en Romanos 5:1. Note que est‡ escrito en tiempo pasado. Este evento ha sido
completado y no se va a repetir. Estar’a escrito en otro tiempo si tuviera que
ser repetido.[3] El resultado inmediato es paz.
ÀPor parte
de Dios o de nosotros? Eso no tiene importancia.
Si es de
parte de Dios, Àcu‡ndo dejar‡ de estar en paz si debemos enfrentarnos a un
juicio futuro por nuestro pecado? De la misma forma, Àc—mo podemos disfrutar de
paz en el presente si estamos anticipando dicho evento en el futuro?
Una paz
parcial no es para nada paz.
La justicia
imputada viene de Dios. Su justicia no carece de nada. ÀPor quŽ deber’a una
persona estar delante de Žl para ser juzgado por los pecados restantes?
É la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los
que creen en Žl. Romanos 3:22
Porque, as’
como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos
pecadores, as’ tambiŽn por la obediencia de uno, los muchos ser‡n constituidos
justos. Romanos 5:19
Dios nos
atribuye la obediencia de Cristo no œnicamente el perd—n de nuestros pecados.
Dios nos acepta en base a su obediencia y pasa por alto nuestra obediencia defectuosa.
ÀPor quŽ entonces ser’amos juzgados?
ÀQuiŽn
acusar‡ a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
Romanos 8:33
Dios no
acepta cargos en contra de sus elegidos a los cuales justifica. ÀPor quŽ
declararlos justos si tiene la intenci—n de volver a poner cargos en su contra
nuevamente en el futuro?
Pues mucho
m‡s, estando ya justificados en su sangre, por Žl seremos salvos de la ira.
Romanos 5:9
Las
palabras estando ya implican que la
conclusi—n es inevitable — no
a la ira. Nunca.
La sangre
de Jesœs no solamente hizo posible que Dios nos declare justos, sino que nos
garantiza que esta declaraci—n nunca va a cambiar y la ira ha sido apagada para
siempre.
Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisi—n de
vuestra carne, os dio vida juntamente con Žl, perdon‡ndoos todos los pecados,
14 anulando el acta de los decretos que hab’a contra nosotros, que nos era
contraria, quit‡ndola de en medio y clav‡ndola en la cruz. Colosenses 2:13,14
Las demandas legales de la ley moral han
sido canceladas en la cruz. ÀPor
medio de que otra ley seremos juzgados en el futuro?
La œnica
forma en la que ser’a v‡lido un juicio por los pecados remanentes de los
cristianos es si aceptamos la doctrina de la doble justificaci—n; que somos
justificados parcialmente ahora y parcialmente en el futuro. Esto no es lo que
ense–a el Nuevo Testamento ni tiene ningœn sentido.[4] En ninguna lugar de las escrituras
encontramos escrito no culpable a medias.
Ni tampoco encontramos perdonado a
medias o temporalmente perdonado.
La justicia imputada en la justificaci—n es
completa, eterna, sin variaci—n. Es la justicia misma de Cristo. Nos declara
legalmente justos lo cual resulta en paz con Dios porque su ira ha sido
satisfecha eternamente. ƒl no acepta ninguna acusaci—n en contra de sus elegidos,
ni ahora, ni nunca.
Éesperad
por completo en la gracia que se os traer‡ cuando Jesucristo sea manifestado.
1Pedro 1:13
La mayor’a
de los textos que hablan de la segunda venida de Jesœs describen a los creyentes
esper‡ndola con gran anticipaci—n y anhelo. ÀC—mo podr’an hacerlo si van a
enfrentarse a una evaluaci—n negativa o una revisi—n de sus pecados?
É aguardando la esperanza bienaventurada y
la manifestaci—n gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
Me es
dif’cil imaginar llamar un juicio por nuestros fracasos una esperanza bienaventurada. La cl‡usula
claramente se refiere a la segunda venida.
Porque no
nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvaci—n por medio de nuestro
Se–or Jesucristo,
El contexto
se refiere al juicio pendiente en contra de los no creyentes.
É entonces
vendr‡ sobre ellos destrucci—n repentinaÉ y no escapar‡n. 1Tesalonicenses 5:3
El pecado
merece ira. Si la consecuencia no es ira, Àc—mo entonces podr’a hacer un juicio
contra el pecado?
á El justo juicio de Dios, se refiere a la evaluaci—n de Dios sobre los
creyentes que los encuentra como dignos de su reino, vers’culo
5.
á Eso implica la reivindicaci—n de los
creyentes mediante el juicio sobre aquellos que los afligieron, vers’culo 6.
á En contraste con el juicio contra
los no creyentes, a vosotros que sois
atribulados, daros reposoÉcuando se manifieste el Se–or Jesœs desde el
cieloÉvers’culo 7.
á Este evento involucra a Jesœs siendo
glorificado en sus santos, y admirado en
todos los que creyeron É vers’culo 10.
Todo lo que
se ve en 2 Tesalonicenses 1 apunta a una actitud de expectaci—n gozosa en
cuanto a la segunda venida. Nuestra presencia delante del Se–or ser‡ un tiempo
de reivindicaci—n, no un evento que provocar‡ temor.
Épero ahora, en la consumaci—n de los siglos, se present— una vez para
siempre por el sacrificio de s’ mismo para quitar de en medio el pecado. 27 Y
de la manera que est‡ establecido para los hombres que mueran una sola vez, y
despuŽs de esto el juicio, 28 as’ tambiŽn Cristo fue ofrecido una sola vez para
llevar los pecados de muchos; y aparecer‡ por segunda vez, sin relaci—n con el
pecado, para salvar a los que le esperan.
El pecado ha sido quitado de en
medio por el sacrificio de Cristo. ÀEn base a que tendremos que rendir
cuentas por el pecado?
DespuŽs de la muerte
el juicio — Existe un juicio despuŽs de la muerte. Sin embargo,
en el contexto, este juicio parece ser en contra de los no creyentes porque
aparece en contraste con lo que continua: Éfue
ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchosÉ
El sacrificio es por muchos, no
por todos. Este es un sacrificio limitado. Para aquellos por los que se realiz—
el sacrificio, Žl aparecer‡ por segunda
vez, sin relaci—n con el pecado. Sea lo que sea que venga a tratar en
relaci—n con los creyentes, no ser‡ con el pecado. Ser‡ para salvar a los que le esperan.
Si su retorno ser’a para lidiar con nuestros pecados, Àpor quŽ esperarle
ansiosamente?
É de tal
manera que nada os falta en ningœn don, esperando la manifestaci—n de nuestro
Se–or Jesucristo; 8 el cual tambiŽn os confirmar‡ hasta el fin, para que se‡is
irreprensibles en el d’a de nuestro Se–or Jesucristo.
La promesa
a los Corintios, aun en medio de su inmadurez, es el de un estatus de no
culpable en el d’a en que aparezca Jesœs en su venida.
Y a aquel
que es poderoso para guardaros sin ca’da, y presentaros sin mancha delante de
su gloria con gran alegr’a, 25 al œnico y sabio Dios, nuestro Salvador, sea
gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. AmŽn
Los
cristianos deben confiar en que Dios los presentar‡ sin mancha delante de Žl. Gran alegr’a es la actitud cristiana
ante este evento.
Para el
cristiano, la segunda venida es su esperanza bienaventurada. Esta ser‡ su reivindicaci—n
delante del mundo
de su estado como los santos de Dios y el alivio de la persecuci—n. El creyente sabe
que no ha sido destinado a ira y
que cualquier juicio no ser‡ para lidiar
contra el pecado. El
creyente puede mirar con anticipaci—n y anhelo a este evento.
Porque la ley,
teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas,
nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada a–o,
hacer perfectos a los que se acercan. 2 De otra manera cesar’an de ofrecerse,
pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendr’an ya m‡s
conciencia de pecado. Hebreos
10:1,2
En Hebreos
10, vemos un contraste entre dos estados de consciencia. En uno, el creyente
vive una vida consciente de sus pecados; en el otro, una vida sin consciencia
de pecado. Esto no se trata de que el creyente carezca de pecado, sino m‡s bien
de que vive sin que el pecado moleste su consciencia.
Bajo la
ley, eso es imposible porque la ley requiere obediencia perfecta. Si el
creyente cree que cualquier pecado
—pasado, presente o futuro— ser‡ juzgado o reprobado, esto crea una
consciencia de pecado y temor perpetuo, contrario a la intenci—n del evangelio
descrita en este cap’tulo.
Pero en
estos sacrificios cada a–o se hace memoria de los pecados.
ÁBuenas
noticias! Bajo la ley hay un recordatorio de los pecados. A pesar de que los
cristianos ser‡n juzgados de alguna manera, esto no involucrar‡ recordarles sus
pecados. Si dicha examinaci—n tomara lugar, entonces este contraste entre la
ley y el evangelio no sirve de nada. Bajo el evangelio, no hay recordatorio de
pecados; pasados, presentes o futuros.
Entonces
dije: He aqu’ que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del
libro est‡ escrito de m’. 8 Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y
holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las
cuales cosas se ofrecen segœn la ley), 9 y diciendo luego: He aqu’ que vengo,
oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto œltimo.
En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo
hecha una vez para siempre.
Santificados significa primeramente ÒapartadoÓ para
prop—sitos santos y tambiŽn Òhecho santoÓ El primero es un estatus legal que se
perfecciona y continua por el resto de la vida. La idea: a pesar de que nuestra
santificaci—n es incompleta en la pr‡ctica, es tomada como legalmente completa. Entonces, Àen base a que es que los creyentes
son reprochados por sus pecados en el juicio final?
Y
ciertamente todo sacerdote est‡ d’a tras d’a ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12 pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13 de ah’ en adelante esperando
hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14 porque con una
sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
El
creyente, aunque en la pr‡ctica todav’a no es perfecto, debe considerar su
relaci—n con Dios como perfecta. La aceptaci—n de Dios est‡ basada en la
perfecci—n legal, no en la experiencia de santificaci—n pr‡ctica.
Y nos
atestigua lo mismo el Esp’ritu Santo; porque despuŽs de haber dicho: 16 Este es
el pacto que harŽ con ellos. DespuŽs de aquellos d’as, dice el Se–or: PondrŽ
mis leyes en sus corazones y en sus mentes las escribirŽ, 17 a–ade: ÒY nunca
m‡s me acordarŽ de sus pecados y transgresiones.Ó
Estos
vers’culos se refieren nuevamente a los primeros vers’culos del cap’tulo. La
vieja forma de vivir era una vida de consciencia de pecado; pecados siendo
continuamente recordados. La nueva forma de vivir es sin consciencia de pecados
ni ningœn tipo de recordatorio de ellos, nunca. Cualquier otra cosa que no sea
esa, lleva a una doctrina de una segunda justificaci—n, la cual es herŽtica.
É y teniendo un gran sacerdote sobre la
casa de Dios, 22 acerquŽmonos con coraz—n sincero, en plena certidumbre de fe,
purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua
pura.
ÀC—mo
podr’a un creyente acercarse confiadamente a Dios si en su mente est‡ pensando
en que sus pecados, que ya han sido perdonados, ser‡n nuevamente
mencionados?
Si
consideramos nuestros corazones purificados
de mala conciencia, esto significa que debemos vivir vidas libres de una
consciencia culpable. Esta libertad est‡ basada en un sacrificio perfecto, no
en nuestra perfecta forma de actuar. Para aquellos que est‡n profundamente
conscientes de la corrupci—n que queda en ellos, esto suena muy radical. Sin
embargo, de eso se trata. Estamos llamados a vivir vidas libres de una
conciencia de culpabilidad, porque la sangre de Jesœs limpia y continœa
limpi‡ndonos de todo pecado.
Mantengamos
firme, sin fluctuar, la profesi—n de nuestra esperanza, porque fiel es el que
prometi—
ÀQuŽ podr’a
hacer que un creyente tambalee en su confesi—n? El temor del juicio venidero. ÀC—mo
es esto una esperanza? Dicho pensamiento debilita la posibilidad de que podamos
encontrar esperanza. Debilita nuestra confianza en la inevitabilidad de la santificaci—n
final. Jesœs es el autor y el consumador de nuestra fe. (Hebreos 12:1,2)
Y
considerŽmonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras
El autor
aparentemente est‡ pensando en motivos positivos tales como el amor por Cristo,
la apreciaci—n de su sacrificio y la necesidad general de los creyentes de
practicar buenas obras basados en la gratitud, no en el miedo.
Observe la
palabra consideremos. Si el autor tuviera
en mente algœn tipo de juicio sobre los creyentes, no ser’a necesario considerar
algo para que los motive. El miedo ser’a suficiente.
Aparentemente
el autor est‡ animando a considerar motivaciones positivas como la gratitud por
el sacrificio completo de Cristo, la libertad que obtuvo para nosotros, amor
por Žl y el deseo natural y genuino de creyentes por la santificaci—n. Para aquellos que no sienten dichas
motivaciones, el mensaje es diferente: ÁDebes
nacer de nuevo!
Porque si
pec‡remos voluntariamente despuŽs de haber recibido el conocimiento de la verdad,
ya no queda m‡s sacrificio por los pecados, 27 sino una horrenda expectaci—n de
juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
El conocimiento de la verdad al que se
refiere aqu’ œnicamente puede significar la libertad del temor al juicio ya que
de eso se trata todo el cap’tulo. Aquellos que continœan pecando a pesar de
tener un claro entendimiento del sacrificio de Cristo y su significado,
demuestran que aceptaron la verdad solamente de forma intelectual. A ellos se
aplica, una horrenda expectaci—n de
juicio. Observe el contraste que est‡ implicado. Para aquellos sin Cristo,
el temor al juicio. Para aquellos en Cristo, no hay temor en lo absoluto.
El que
viola la ley de MoisŽs, por el testimonio de dos o de tres testigos muere
irremisiblemente. 29 ÀCu‡nto mayor castigo pens‡is que merecer‡ el que
pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual
fue santificado, e hiciere afrenta al Esp’ritu de gracia? 35 No perd‡is, pues,
vuestra confianza, que tiene grande galard—n
ÀC—mo podemos
perder nuestra confianza? Viviendo dependiendo de la ley con la mirada a el
juicio en lugar de vivir bajo la gracia a travŽs de la obra cumplida de
Cristo. Parad—jicamente, ÁEsa es
una manera en la que nos privamos de la recompensa! Si vivimos con temor al
juicio, entonces servimos con la motivaci—n incorrecta. El trabajo que hacemos
para Cristo con esa motivaci—n, no merece recompensa.
porque os
es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios,
obteng‡is la promesa. 37 Porque aœn un poquito, Y el que ha de venir vendr‡, y
no tardar‡. 38 Mas el justo vivir‡ por fe; Y si retrocediere, no agradar‡ a mi
alma.
Este texto
se refiere a la segunda venida. El autor espera que el lector viva de acuerdo a
los tŽrminos descritos en el cap’tulo. Otra forma de vivir, no es agradable a
Dios. ÀEncaja esto bien con la idea de que la segunda venida ser‡ un tiempo
para que nuestros pecados sean juzgados?
En las
escrituras existen al menos dos motivaciones negativas para exhortar a los
cristianos a enderezar su camino y caminar correctamente. Estas son la disciplina
paternal (Hebreos 12) y posiblemente la pŽrdida de recompensa (1 Corintios 3). Estas
exhortaciones son leg’timas y deben ser predicadas.
Sin
embargo, parece que el autor de Hebreos ofrece motivaciones m‡s positivas que
las negativas mencionadas previamente.
Cuando consideramos la grandeza de nuestro Sumo Sacerdote, su sacrificio
completo, el ilimitado amor de
Dios y la gracia que permite todo esto, esas motivaciones negativas se
desvanecen. Se desvanecen en medio
de olas de gratitud y son reemplazadas por una sensaci—n de asombro, el
cristiano maduro no las necesita.
28 As’ que,
recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella
sirvamos a Dios agrad‡ndole con temor y reverencia; 29 porque nuestro Dios es
fuego consumidor. Hebreos 12:28,29
Mientras
revisamos los temas relacionados con el evangelio y sus implicaciones para la
vida, encontramos que los cristianos se enfrentar‡n a un juicio de recompensa y
no a un juicio por pecado. Estos temas incluyen:
Vemos a cristianos siendo recompensados por el trabajo realizado en la
forma ordenada por Dios y con la motivaci—n apropiada. Las recompensas se
pierden si se realiza de la manera incorrecta.
La imputaci—n de la justicia perfecta de Cristo es la parte clave de la
justificaci—n. ƒsta satisfice la justicia de Dios, produce paz con Žl y
aceptaci—n completa sin temor. Dios no acepta acusaciones en contra de aquellos
que han sido justificados porque Cristo satisfizo todas las demandas de la ley.
Si los cristianos ser’an juzgados por el pecado restante, tiene que ser en base
a una ley diferente a la que fue satisfecha por medio del sacrificio de Cristo.
No existe otra ley.
Todos los textos que describen la segunda venida hacen referencia a un
evento que los cristianos esperan con anhelo y gozo, sin miedo a ser juzgados,
a pesar de que todos estaremos sentados delante del trono de juicio de Cristo.
De acuerdo al cap’tulo 10 de Hebreos, los creyentes deben vivir una vida
libres de una consciencia culpable. Aunque el cristiano est‡ consciente de la
corrupci—n que continœa habiendo en Žl, sabe que el sacrificio de Cristo lo
libera del miedo a la ley y sus consecuencias. Por lo tanto, sirve a Dios sin
miedo y se acerca a Žl confiadamente de su aceptaci—n.
Ahora veremos los vers’culos claves usados por
aquellos que apoyan el concepto de un juicio-por-los-pecados
para cristianos.
Mas yo os digo que de toda palabra ociosa
que hablen los hombres, de ella dar‡n cuenta en el d’a del juicio. Porque por
tus palabras ser‡s justificado, y por tus palabras ser‡s condenado. Mateo
12:36,37
Basados en
este texto, algunos han ense–ado que los cristianos se presentar‡n delante del
trono de juicio de Cristo y que cada palabra ociosa que haya salido de su boca
ser‡ llevada a juicio. DespuŽs, porque son salvos, esas palabras junto con la
pŽrdida de tiempo y otras fallas ser‡n perdonadas.
ÀA quiŽn
estaba hablando Jesœs en el texto de Mateo 12 y de que estaba hablando?
Jesœs hab’a
sanado a un hombre ciego y mudo de la opresi—n del demonio. Mientras la gente
se regocijaba, los fariseos celosos declararon que Jesœs estaba operando por el
poder de Satan‡s. Este no echa fuera los
demonios sino por Belzebu, pr’ncipe de los demonios. (vers’culo 24).
Los
fariseos estaban blasfemando a Jesœs y por lo tanto estaban a punto de
blasfemar al Esp’ritu Santo. Jesœs les advierte de la consecuencia de esto en
el vers’culo 28:
Pero si yo por el Esp’ritu de Dios
echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
El mensaje
a los fariseos era claro: si Jesœs representaba el reino de Dios y por lo tanto
sus obras eran del Esp’ritu Santo, entonces las palabras que los fariseos
pronunciaron estaban a punto de sellar su condenaci—n eterna. No porque las
palabras mismas realicen tal acci—n, sino porque exponen la disposici—n imp’a
de su naturaleza no regenerada. Jesœs indica esto en el vers’culo 34:
ÁGeneraci—n de v’boras! ÀC—mo podŽis
hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del coraz—n habla la
boca.
El tŽrmino justificar
en este contexto
Sabemos que la palabra "justificar"
significa "declarar justo". Tiene un significado similar a
"vindicar". Este es el sentido usado en el cap’tulo 2 de Santiago
cuando la autenticidad de la fe de Abraham fue revelada por sus obras.
Jesœs les
estaba diciendo a los fariseos que su manera de hablar revelaba la condici—n de
sus corazones. Si lo declararan como el Mes’as, como Žl dijo con su palabra y
prob— con sus obras, esto revelar’a
su fe y la probar’a genuina. Si blasfemaban contra Žl, como lo estaban
haciendo, revelar’a la condici—n condenada de sus almas. Su condenaci—n ser’a
sellada si persistieran en atribuir al diablo las obras del Esp’ritu Santo.
ÀLas palabras justifican?
Podemos
preguntarnos, Àcu‡ntas palabras ser’an necesarias para ser justificados, si la
justificaci—n viene de las palabras?
Algunos han
dicho que, aunque las palabras negligentes de un cristiano lleguen a juicio,
ser‡n perdonadas. Eso mitiga un poco la severidad de la doctrina, pero deja un
problema l—gico.
Si nuestras
palabras negligentes son perdonadas para que no nos condenen, entonces nuestras
palabras restantes deben ser buenas y por lo tanto justificarnos. ÀEnse–an las
ep’stolas en alguna parte que esto es un medio de salvaci—n?
Adem‡s, Àse
consideran las buenas palabras como buenas obras? Si no somos salvos por
nuestras obras, Àpara quŽ relacionar el texto de Mateo con los cristianos?
Parece contradictorio a todo el mensaje de las
ep’stolas aplicar a los cristianos la reprobaci—n de los fariseos previa a la
crucifixi—n.
Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que
cada uno reciba lo que le corresponde por lo que ha hecho en el cuerpo, sea
bueno o malo. 2Corintios 5:10
Se dice que
este vers’culo apoya el punto de vista de que los cristianos comparecer‡n ante
el tribunal de Cristo para recibir una recompensa o una reprimenda por la forma
en que han vivido. Toda nuestra vida, se dice, ser‡ examinada pœblicamente,
hasta la œltima palabra negligente incluyendo los pecados que permanecen en
ellos desde la conversi—n.
Algunos,
como Louis Berkhof en su Teolog’a
Sistem‡tica,
afirman que esto incluye incluso nuestros pecados que han sido perdonados. Otros tienen un concepto m‡s suave; s—lo
los pecados que cometimos despuŽs de nuestra conversi—n ser‡n examinados,
aunque Žstos ser‡n perdonados posteriormente.
La mayor’a
de los evangŽlicos creen que el prop—sito de que los cristianos comparezcan
ante el tribunal de Cristo ser‡ solamente para recibir recompensas, sin ser
reprendidos por los pecados restantes, ni para hacer una revisi—n de los
mismos. Puede incluir una pŽrdida de recompensa por el trabajo hecho para
Cristo que Žl no orden— ni dirigi— como lo indica 1 Corintios 3.
Una
dificultad en la interpretaci—n de 2 Corintios 5:10 es la palabra maldad. En vista de toda la ense–anza
del Nuevo Testamento sobre el perd—n completo s—lo por la fe, no por las obras,
esto presenta un problema.
El
contexto antes del verso 10
Nada en 2 Corintios
5:10 ni en su contexto describe lo que podr’a ser el contenido de la palabra maldad. La palabra griega para maldad
arroja algo de luz, pero no mucho.
Thayer
divide al griego PHAULON en dos
categor’as: "Ordinario, mezquino, sin valor." Entonces, Žticamente,
"malo, malvado, vil". As’ que la palabra usada para maldad en este texto podr’a referirse al
pecado, pero no necesariamente. No es la palabra ordinaria para el pecado. Puede referirse a cosas que
simplemente no tienen valoro a obras realizadas que no cuentan para nada como
en 1Corintios 3.
Los
lex—grafos Louw y Nida, en contraste con Thayer, definen la palabra como
"perteneciente a ser malvado en el sentido de la bajeza moral".
Independientemente
del lex—grafo que tenga raz—n sobre el significado de PHAULON, el contexto de 2 Corintios 5 nos aclara lo que no puede
significar.
Un anhelo de confianza
Porque sabemos que si nuestra morada
terrestre, este tabern‡culo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una
casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2 Y por esto tambiŽn gemimos,
deseando ser revestidos de aquella nuestra habitaci—n celestial; 3 pues as’
seremos hallados vestidos, y no desnudos. 2Corintios 5:1-3
Pablo
compara nuestro cuerpo con una tienda de campa–a. Note el contraste entre gemido y anhelo. El cristiano normal desea liberarse de este cuerpo mortal.
La preferencia es dejar este cuerpo
y estar presente con el Se–or. Esto se describe como un anhelo.
Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios,
quien nos ha dado las arras del Esp’ritu (vers’culo
5).
Esta partida
de nuestra tienda terrenal, para
vestirnos de la celestial, es para lo que Dios nos ha preparado. La intenci—n
de Pablo aqu’ es animarnos a comprender este prop—sito. Es algo que podemos
anhelar.
As’ que vivimos confiados siempre, y sabiendo
que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes el Se–or (vers’culo
6)
Se supone
que esto debe producir en nosotros valent’a.
Otras traducciones usan la frase siempre
confiados. Esto no es compatible con una revisi—n pendiente de nuestros
pecados o esperar ser reprimidos por todo lo que hemos hecho, no cumplido o
dicho. Tomando en cuenta mis propios fracasos, esto me deja con poca confianza.
Me dan ganas de quedarme ac‡ el mayor tiempo posible.
La palabra siempre confiados es intrigante. ÀPor
quŽ estar’amos siempre confiados si
de vez en cuando pensamos en un juicio inminente por las cosas malas que quedan
en nuestras vidas?
Si en
nuestra vida somos acusados por la ley de un delito, Àesperamos con ansias
el juicio? Lo que sea que signifique la palabra maldad en el vers’culo 10, no puede referirse al juicio por el
pecado. Es un juicio de algo, pero no eso.
ÀQuŽ significa recibir?
ÀQuŽ es lo
que recibiremos del Se–or por el mal hecho en nuestro cuerpo? ÀSeremos
reprendidos o avergonzados privada o pœblicamente? Segœn algunos, la respuesta
es s’.
Esa
interpretaci—n presenta un problema. Nada en 2 Corintios 5:10 dice lo que
recibiremos del Se–or por el mal. De
hecho, el Nuevo Testamento no sugiere en ninguna parte que recibiremos algœn castigo cuando el Se–or regrese.
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcili— consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de reconciliaci—n; (vers’culo 18)
Imagina a
dos hombres en una disputa. Uno acusa al otro de maldad. A travŽs de un
intermediario se reconcilian. No reconciliados a media. Totalmente reconciliados.
Por definici—n, reconciliado
significa que no hay necesidad de revisar el caso.
Cuando un
caso se resuelve fuera de la corte, significa que las dos partes ya no est‡n en
disputa. Ninguna de las partes tiene un reclamo sobre la otra. As’ es con
nosotros y con Dios.
Dios nos ha
dado el ministerio de la reconciliaci—n. ÀQuŽ implica eso? ÀQuŽ vamos a decir a
las personas si la reconciliaci—n incluye un juicio futuro por el pecado o las
faltas? ÀLes decimos que la reconciliaci—n es solo temporal pero que, sin embargo,
estar‡n en juicio m‡s tarde? ÀSon buenas noticias?
É que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tom‡ndoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encarg— a nosotros la palabra de la reconciliaci—n. (vers’culo 19).
Lo que sea
que signifique la palabra maldad en
el vers’culo 10, no puede referirse a nuestras transgresiones porque Dios no las cuenta contra nosotros. ÀCon quŽ
prop—sito y por quŽ motivos los revisar‡ en el cielo? ÀPara hacernos sentir
mal? ÀPor quŽ?
El contexto
del vers’culo 10 muestra que nuestra aparici—n ante el Se–or es algo que
esperamos con tal anhelo que gemimos por ello. Dios no sostiene nuestras
ofensas contra nosotros porque la reconciliaci—n lograda a travŽs de Cristo es
completa. No puede significar, por lo tanto, un reconocimiento de los pecados
pasados o incluso una revisi—n de las transgresiones perdonadas.
Eso no encaja con una reconciliaci—n genuina o con Dios sin contar
nuestras transgresiones contra nosotros.
Dos interpretaciones posibles
Entonces, ÀquŽ podr’a incluir la palabra maldad en el vers’culo 10?
1 Corintios 3
La
interpretaci—n m‡s probable podr’a ser que se refer’a a lo que Pablo dijo en
1Corintios 3; recompensa por el trabajo realizado a la manera en que Dios
mand—, versus la pŽrdida de la recompensa por el trabajo realizado de manera
que Dios no orden—.
2 Corintios 13
Pablo puede
estar dudando de la salvaci—n de algunos de los miembros de la iglesia de
Corinto. Esto se sugiere en 2
Corintios 13:5. El contraste entre el bien y el mal en
2 Corintios 5:10 puede significar una separaci—n de ovejas de cabras.
Ni el uso
de la palabra mal en 2 Corintios 5:10
ni el contexto apoyan de manera convincente la opini—n de que los cristianos
enfrentar‡n una revisi—n de los pecados restantes.
ÀPara quŽ
ser‡n juzgados los creyentes? Trabajos realizados para Dios a su manera y los
motivos para realizarlos. Los cap’tulos 3 y 4 de 1 Corintios resumen esto.
La doctrina
de la justificaci—n, declarada justa por la fe en Cristo aparte de las obras,
excluye por su propia definici—n cualquier juicio sobre los cristianos por el
pecado. Esto nos permite esperar la Segunda Venida como nuestra bendita esperanza y anticipar la presencia
de Dios con gran gozo.
Aunque
somos conscientes de nuestra corrupci—n restante, estamos llamados a vivir una
vida libre de conciencia de pecado, a menos que el Se–or nos llame la atenci—n
sobre pecados espec’ficos. Esto nos permite acercarnos a Dios en oraci—n con un
coraz—n verdadero, con plena seguridad de fe,
porque tenemos a Jesœs como nuestro Sumo Sacerdote que hizo posible acercarnos
a ese trono de la gracia con confianza.Esto
es vivir por gracia en lugar de bajo la ley. Vivimos con nuestros ojos en Jesœs
y su gracia, no en nuestro grado de perfecci—n porque confiamos en la promesa
de que Dios terminar‡ completamente nuestra santificaci—n.
Los lectores tambiŽn pueden disfrutar del libro
de Smalling,
Felizmente
justificados
[1] Ser hechos justos es un proceso que
dura toda la vida que se llama: santificaci—n.
Vea mi libro Felizmente
Justificados para
explicaciones en la escritura de estas definiciones.
[2] Romanos Capitulo 4 nos muestra
esto.
[3] El verbo en el griego original
involucre la cl‡usula habiendo sido
justificados, est‡ escrito en tiempo aorista lo cual significa un evento
pasado que ha sido terminado. Si fuera un evento repetido, estar’a escrito en
otro tiempo designado para mostrar eso.
[4] En tiempos recientes, dos herejes,
Norman Shepherd y el te—logo Anglicano N.T. Wright, han propuesto dicho punto
de vista, el cual ha sido rechazado por todas las denominaciones reformadas
conservadoras. Es la llamada perspectiva
paulina. Pero no tiene nada de nueva ni de paulina.