Sobre la
Ordenaci—n de Mujeres
al
Oficio de Diaconisa
por
Roger L. Smalling,
D.Min
Es caracter’stico de
las cuestiones teol—gicas de menor importancia, que exista alguna evidencia de
cada lado. En algunos casos, tales como este, las evidencias teol—gicas son
escazas. Sin embargo, la hermenŽutica correcta nos conduce a determinar en
donde est‡ el peso m‡s grande de la evidencia, ya sea grande o peque–a la
totalidad de la evidencia existente.
La intenci—n de este
breve estudio es demostrar que el punto de vista tradicional, generalmente
apoyado por las iglesias reformadas hasta este siglo, es la posici—n que
contiene el peso m‡s grande de las evidencias.
La palabra di‡cono
viene del verbo griego diakonizomai
que significa, servir. El nombre
griego diakonos derivado de ese
verbo, significa simplemente un siervo. Esto presenta una complicaci—n cuando
estudiamos la cuesti—n del oficio del di‡cono, porque a menudo la Biblia usa
estas palabras sin referirse al oficio mismo, sino solamente como una
descripci—n de alguna actividad de servicio realizado. DespuŽs de todo, es
normal que los cristianos sirvan a Dios o a la iglesia sin t’tulos de oficio.
Los di‡conos son ÒsiervosÓ. Pero no todos los que sirven son di‡conos.
Por lo tanto, en
algunos estudios teol—gicos, es necesario distinguir entre el uso titular de un tŽrmino, versus su uso funcional. La pregunta es, entonces,
cuando el tŽrmino griego diakonos es
aplicado a una persona, Àc—mo lo distinguimos del oficio de di‡cono versus una simple descripci—n de una funci—n que un cristiano est‡
realizando, sin tener t’tulo del oficio?
Normalmente el
contexto lo indica. Hay ejemplos de uso funcional, no titular, de la palabra
griega diakonos.
(Nota: En los textos
b’blicos citados, la palabra castellana que traduce la palabra griega diakonos est‡ en it‡licas.)
...del
evangelio que habŽis o’do...del cual yo Pablo fui hecho ministro. Y tambiŽn V.24&25- ...su cuerpo, que
es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, segœn la administraci—n de Dios
que me fue dada para con vosotros...Col.1:23 Édel evangelio, del cual yo fui
hecho ministro por el don de la gracia de Dios...me fue dada esta gracia de
anunciar entre los gentiles el evangelio... Ef.3:6-8
En estos textos,
Pablo usa la palabra diakonos para
describir su funci—n apost—lica en el servicio del evangelio, en beneficio de
los gentiles y de su rol en la formaci—n del Cuerpo de Cristo. No lo vemos
realizando funciones diaconales en ninguna iglesia local. Claramente, el uso de
la palabra diakonos en este contexto
es funcional, no titular.
Si
esto ense–as a los hermanos, ser‡s buen ministro de Jesucristo... 1Tim.4:6
...os
lo har‡ saber T’quico, amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Se–or, Col.4:7
como
lo habŽis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel
ministro de Cristo para vosotros,
De los magistrados en
el desarrollo de su funci—n para mantener el orden civil
...pues
es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Ro.13:4
6. De la actitud de
servicio que debe tipificar todo Cristiano
Mt.
20:26- Mas entre vosotros no ser‡ as’, sino que el que quiera hacerse grande
entre vosotros ser‡ vuestro servidor,
...que
Cristo Jesœs vino a ser siervo de la circuncisi—n para mostrar la verdad de
Dios... Rom. 15:8
En ninguno de estos
ejemplos se refiere la palabra diakonos a
un oficio en la iglesia local. En realidad, un estudio completo de esta palabra
revela que tal uso funcional, sin
referencia a t’tulos de oficio, es la manera ordinaria en que la palabra se
emplea. Es decir, no se debe imaginar que la palabra diakonos se refiere al t’tulo de un oficio excepto si el contexto
comprueba que es as’.
Esto nos trae al
caso de Rom.16:1, donde la palabra diakonos
es usada en su forma femenina, refiriŽndose a una mujer de la Iglesia de Cencera
que se llamaba Febe.
Para usar a Febe
como evidencia de la existencia de diaconisas ordenadas en el iglesia
primitiva, los proponentes est‡n obligados a demostrar que el uso del tŽrmino diakonos como se aplica aqu’, es tambiŽn
titular y no funcional solamente. Es decir, que se refiera no solamente a una
actividad de servicio desempe–ada por Febe, sino tambiŽn a un t’tulo de oficio
ordenado que ella hab’a recibido. ÀQuŽ evidencia contextual existe para
comprobar esto? NINGUNA.
Nada en absoluto
indica en el contexto que Febe ten’a el oficio de diaconisa. Podr’a ser
simplemente una descripci—n de una actividad que ella realiz— en la iglesia,
con t’tulo o no. No es m‡s l—gico presuponer que Febe fue ordenada para el
oficio de diaconisa, solo porque la palabra diakonos
se le aplic— a ella, que de presuponer lo mismo para el Ap—stol Pablo.
Por esta raz—n, el
caso de Febe debe ser descartado como evidencia para esta cuesti—n, porque no
comprueba absolutamente nada.
Es interesante
notar, que este texto es el œnico en la Biblia donde el contexto indica
claramente que el tŽrmino diakonos
tiene que ser interpretado como el t’tulo de un oficio en la iglesia local.
Los siguientes
puntos deben ser observados en 1Timoteo 3:
Todo lo que se dice
aqu’ sobre los ancianos, se aplica tambiŽn a los di‡conos con respecto a las
calificaciones del car‡cter. Esto se ve por la frase, ÒLos di‡conos asimismo...Ó (V.8) Entre estas calificaciones
de car‡cter, se subraya que el ÔobispoÕ tiene que ser casado con una sola
mujer. TambiŽn tiene que gobernar bien su casa. Esto implica el gŽnero
masculino solamente. Esta calificaci—n se repite con respecto a los di‡conos en
el V.12.
Estos oficios tienen
que ser deseados por ÒalgunoÓ. El gŽnero masculino se usa aqu’.
En el vers’culo 11,
leemos que ÒLas mujeres asimismo sean
honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.Ó
Tres
interpretaciones posibles han sido ofrecidas por los te—logos con respecto a
este vers’culo. Estas son:
A. El vers’culo se
refiere a esas mujeres que fueron ordenadas para el oficio de Anciano o para el
oficio de Di‡cono. Algunos liberales usan esta interpretaci—n para justificar
la ordenaci—n de las mujeres a ambos oficios.
B. Este vers’culo se
refiere a las mujeres que son ordenadas para el oficio de Di‡cono solamente,
ej., diaconisas.
C. El vers’culo se
refiere a las esposas de los hombres que son ordenados para uno de los dos
oficios mencionados.
En vista de que
existen tres interpretaciones posibles, el vers’culo tiene que ser descartado
como evidencia para la cuesti—n que estamos considerando. El texto se refiere, por lo menos, a las mujeres de cualquier
oficial de la iglesia, porque de otro modo, esto no ser’a gobernar bien su casa. Por lo tanto, debido al contexto, el punto C
de arriba es una interpretaci—n absolutamente necesaria.
Pero lo mismo no es
verdad respecto a las opciones A y B. Son posibles
pero no necesarias. Por lo tanto, ni A ni B pueden ser
consideradas como apoyo para una doctrina de diaconisas, porque el contexto no
obliga tales interpretaciones. Si los proponentes de la ordenaci—n de diaconisas
desean apoyar su punto de vista con algœn vers’culo, tendr‡n que hacerlo en
base a otro texto y no con este.
Desafortunadamente
para ellos, no existe ningœn otro.
Se acepta en casi
todas las denominaciones que este cap’tulo habla de la elecci—n de los primeros
di‡conos. Es notable que todos fueron varones.
Buscad,
pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio... V.3
Los proponentes de
diaconisas contestan que no es forzosamente cierto que no se eligieron mujeres
en ocasiones posteriores, s—lo porque los primeros di‡conos fueron hombres.
Sin embargo, es
notable que los ap—stoles no dijeron, ÒpersonasÓ, sino especificaron el gŽnero
masculino con la palabra, ÒvaronesÓ. Es dif’cil encontrar en el contexto
circunstancias especiales diferentes de las de hoy en d’a que requer’a que los
candidatos diaconales sean varones. Ten’a que ser por una convicci—n de la
parte de los ap—stoles, no porque la situaci—n era distinta de las que
encontramos hoy.
Porque el var—n no debe cubrirse la cabeza, pues Žl es imagen y gloria
de Dios; pero la mujer es gloria del var—n. V.7
Los hombres son la
imagen de Dios en un sentido particular en el cual las mujeres no la son.
Aunque puede molestarle al gŽnero femenino o’r esto, no obstante la conclusi—n
es inescapable. Aunque las mujeres
son realmente la imagen de Dios tambiŽn, esta imagen es derivada a travŽs del
hombre, antes que directamente de Dios. El hombre, aparte de la mujer, es
llamado Òimagen de DiosÓ en las Escrituras. Pero la mujer nunca se designa as’
aparte del hombre.
ÀC—mo se relaciona
esto a la cuesti—n del diaconado? Tiene que ver con la clase de Òimagen de
DiosÓ que deseamos proyectar a la congregaci—n y al mundo.
Aunque se puede
argumentar que el oficio de di‡cono es solamente el de siervo, no obstante,
todos los oficiales de la iglesia son representantes de la iglesia al pœblico
en general. La iglesia, en cambio, es la representante de Dios en la tierra. El
gŽnero femenino no es lo que las Escrituras proyecta a la humanidad como la
imagen de Dios.
Parece cuestionable,
pues, que las mujeres estŽn encargados de oficios eclesi‡sticos frente a la
iglesia y al mundo.
Ha sido argumentado
que el oficio de di‡cono no contiene autoridad en el sentido de liderazgo.
Correcto. Sin embargo, esto no significa que no contenga autoridad ninguna.
Aunque este oficio est‡ en sumisi—n al de los ancianos, tiene todav’a autoridad
dentro del campo de sus actividades de servicio. La idea de un oficio sin
autoridad de ninguna clase es intr’nsicamente absurdo.
El concepto mismo de
ÒoficiosÓ implica autoridad de alguna clase, aunque limitada. Al ordenarle a
una mujer para un oficio es, por lo tanto, ordenarle para alguna posici—n de
autoridad. Esto parece contrario al concepto Paulino de la funci—n de la mujer
como no-autoritaria en la iglesia.
La Biblia, no la
tradici—n, es el ‡rbitro final de la verdad. Esto fue, en realidad, la base del
movimiento Reformado. Pero los reformadores no echaron fuera las tradiciones
solamente porque eran tradiciones, sino solamente cuando se ve’an obligados,
debido a las ense–anzas de la Escritura. El capricho del hombre, por lo tanto,
no es fundamento suficiente para echar fuera una tradici—n.
Por cuatrocientos
a–os el movimiento reformado ha negado los oficios de la iglesia a las mujeres.
Si esta tradici—n es err—nea, entonces debe ser cambiada inmediatamente. Pero
el peso de las pruebas reside con aquellos quienes arrojar’an esta tradici—n.
A la conciencia de
cada uno, le dejo la tarea de decidir si los que quieren ordenar a mujeres a un
oficio eclesi‡stico, poseen tal peso de pruebas.
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