por
Roger Smalling, D.Min
Depravaci—n total
significa que el pecado controla todas las facultades del pecador, a tal punto,
que Žl es incapaz de desear o hacer algo para convertirse a s’ mismo a Cristo o
para prepararse para su conversi—n. Solamente un milagro de Dios, por medio del
evangelio, puede capacitar al pecador para escoger a Cristo.
Esta
doctrina es interesante porque toca elementos de la naturaleza humana tales
como el libre albedr’o, la mente y las percepciones. M‡s aœn, la depravaci—n
total se entrelaza con otras ense–anzas b’blicas, como la ca’da de Ad‡n y el
libre albedr’o. Este cap’tulo no cubre todas estas doctrinas, por lo que se
recomienda al estudiante tratar los Cap’tulos Cuatro al Seis como una unidad.
En la
pr—xima lecci—n estudiaremos el libre albedr’o y la responsabilidad del hombre.
En este cap’tulo estudiaremos el soporte escritural de nuestra definici—n de
depravaci—n total.
La depravaci—n total, no significa que los pecadores sean tan malvados como sea
posible ni que quisieran serlo. El hombre no ha ca’do al nivel de los demonios.
Esto ser’a una depravaci—n absoluta. Nosotros creemos que la benevolencia de
Dios preserv— al hombre de caer en esas profundidades absolutas.
Por la
palabra total queremos indicar que
todas las facultades humanas, incluyendo el libre albedr’o, est‡n infectadas
por el pecado y bajo su dominio. Por depravaci—n
entendemos que en un pecador nada es aceptable para Dios. Esto incluye las
buenas obras y las virtudes porque proceden de una fuente corrupta; el coraz—n
pecaminoso del hombre.
En a–os
recientes, algunos te—logos han usado la expresi—n incapacidad Total para no
dar la impresi—n de que pensamos que la gente es tan mala como los demonios.
Sin embargo, esta terminolog’a tambiŽn puede ser malinterpretada. Algunos
podr’an asumir que Dios es la fuente de la incapacidad en lugar de la
corrupci—n del hombre.
Cualquiera
de las dos expresiones, depravaci—n total o incapacidad total, son
aceptables y ambas requieren explicaciones.
Nosotros
recomendamos al estudiante usar la terminolog’a depravaci—n total para
equilibrar la influencia del humanismo moderno que defiende la bondad del
hombre. Este nombre golpea deliberadamente el orgullo humano y la auto-justificaci—n.
Adem‡s, este tŽrmino parece m‡s de acorde con la ense–anza b’blica sobre la
naturaleza pecaminosa del hombre.
La
interrogante: ÀCay— Ad‡n m‡s all‡ de su capacidad para creer y arrepentirse por
iniciativa propia? Las dos ramas teol—gicas principales, la Reformada y la arminiana,
difieren grandemente en este punto. El modo de pensar arminiano sostiene que
Dios detuvo la ca’da antes del punto donde el hombre perder’a la capacidad de
generar fe, amor y arrepentimiento por voluntad propia. El concepto reformado
considera que el hombre cay— bajo ese punto. Examinemos la evidencia b’blica.
Pablo
describe la ca’da de Ad‡n en Romanos Cinco. La palabra Ad‡n significa ÒhumanidadÓ en Hebreo. Pablo menciona cuatro cosas
que heredamos de Ad‡n: pecado, muerte, juicio y condenaci—n.
Ninguna
facultad humana escap— de estos efectos. ÀEst‡ incluido el libre albedr’o del
hombre? Si. No es necesario mencionar la voluntad del hombre para mostrar que
esta tambiŽn fue sujetada a los efectos de la ca’da. Es suficiente mostrar que
la ca’da afect— al ser humano entero.
El
pecado de Ad‡n fue una declaraci—n de independencia de su Creador. En teolog’a,
nosotros llamamos a esta actitud autonom’a,
que significa Ògobernarse a s’ mismoÓ, lo que es opuesto a ser gobernado
por Dios. La autonom’a incluye la idea de no tener otra causa de sus decisiones
que uno mismo.
Aparentemente
Ad‡n dio por sentado que la autonom’a era posible. No es as’. ÀC—mo podr’a algo
llegar a ser independiente de un Ser omnisciente y omnipotente? Uno tendr’a que
ser igual a Dios mismo para ser independiente as’. Entre las actitudes
estœpidas, esta fue la mayor que ha habido y aœn lo es.
La
ca’da de Ad‡n no le dio la libertad que Žl esperaba, sino que lo esclaviz— al pecado.
No obstante, esta esclavitud no fue el peor efecto de la ca’da. Lo peor fue el
enga–o de que Žl hab’a tenido Žxito. Este enga–o persiste en los pecadores
hasta hoy.
Ser
independiente de Dios, lleg— a ser el principio que gobierna la naturaleza humana
ca’da. A esta naturaleza, la llamamos naturaleza
ad‡mica porque se deriva de Ad‡n. La
Biblia usualmente se refiere a ella con los tŽrminos la carne o carnal.
La
moralidad, la religi—n y las buenas obras son perfectamente aceptadas por la
naturaleza Ad‡mica siempre y cuando no amenacen su autonom’a. El pecador
participa de buena gana en religiones estrictas, en filosof’as elevadas o en
maravillosas obras de filantrop’a; siempre y cuando Žl las pueda controlar y no
le requieran una sumisi—n genuina a la autoridad de Dios.
Pablo
aparentemente alude a la divina amenaza que hizo Dios a Ad‡n en GŽnesis 2:17 Éporque el d’a que de Žl comieres,
ciertamente morir‡s. Aunque Ad‡n no muri— f’sicamente ese d’a, Žl muri—
espiritualmente en su relaci—n con Dios y en su propia capacidad para
obedecerlo. Pablo describe esta esclavitud como:
En griego,
dice literalmente: É haciendo la voluntad
de la carne. Esto significa que la carnalidad determina la condici—n de la
voluntad. El tŽrmino mente o el
griego noos, incluye las percepciones. Pablo se refiere a las
percepciones de la mente como controladas por el pecado de tal forma que la
mente percibe la concupiscencia de la carne como preferible. La voluntad sigue
lo que le gusta.
Un
pecador es tan capaz de escapar de su condici—n, como un muerto es capaz de
resucitarse a s’ mismo.
La
Escritura describe la mente como esclavizada y controlada por el pecado y
Satan‡s. Esto incluye la voluntad puesto que la voluntad es una funci—n de la
mente.
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Esp’ritu de Dios, porque para Žl son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 1Corintios 2:14.
É
el dios de este siglo ceg— el entendimiento de los incrŽdulos É 2Corintios 4:4.
Teniendo el entendimiento entenebrecido ... por la dureza de su coraz—n Efesios 4:18.
... los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden. Romanos 8: 7
Por tanto,
el pecador no puede recuperar su raz—n sin que Dios le conceda el regalo del
arrepentimiento.
Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quiz‡ Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que est‡n cautivos a voluntad de Žl. 2Timoteo 2:25-26
El
pecador percibe las cosas de Dios como locura porque Žl est‡ ciego a su
condici—n moral. Sus percepciones son distorsionadas.1Corintios 2:14 Pero el
hombre natural no percibe las cosas que son del Esp’ritu de Dios, porque para
Žl son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.
Segœn
estos vers’culos, la mente del pecador tiene un problema de percepci—n que la
Biblia expresa como entenebrecimiento
o ceguera. El diablo controla la
voluntad del pecador controlando sus percepciones.
Pablo
se refiri— a la condici—n de los no salvos como bajo pecado, es decir, bajo el
poder del pecado. Sin Cristo, no hay:
Aun las
buenas obras de los no salvos son como trapos de inmundicia, inaceptables para
Dios.
Aqu’ el
tŽrmino Griego entender se refiere a ÒdiscernirÓ.
Ninguna persona tiene discernimiento espiritual sin Cristo, aunque pueda comprender los fundamentos del
evangelio.
Los
pecadores religiosos buscan establecer su propia justicia. Vea Romanos 10:3.
El
Nuevo Testamento define como bueno como
obediencia a Dios. Los pecadores hacen buenas obras, no como se–ales de
sumisi—n, sino como sustitutas de la misma. Sin embargo, todas las obras de los
pecadores, aunque sean buenas en s’ mismas, proceden de una fuente corrupta que
es la naturaleza pecaminosa. Si un pecador realmente quisiera ser bueno, Žl
har’a la primera cosa que Dios le ordena hacer; arrepentirse y creer en Jesœs.
Si los
pecadores realmente temieran a Dios, buscar’an agradarle.
Sumergirse
a s’ mismos en placeres es una paz falsa.
Pablo
est‡ hablando de los pecadores antes de que Dios comience a atraerlos a travŽs
del evangelio. Cuando Dios atrae a un pecador por medio del evangelio, las
percepciones del pecador comienzan a cambiar. Ocasionalmente nos encontramos con
un pecador que dice que est‡ buscando a Dios. Esta afirmaci—n podr’a ser
sincera. Dios puede estar atrayŽndolo al abrir sus percepciones por medio del
evangelio. En el Cap’tulo Seis, veremos como esto funciona.
A
partir de la abundante evidencia b’blica, concluimos que los no salvos son
incapaces de querer salvarse o hacer algo que contribuya a su salvaci—n o que
los prepare para la conversi—n. Sus voluntades escogen equivocadamente porque
sus percepciones est‡n cegadas por el pecado y controladas por Satan‡s. Por
tanto, ellos se perciben a s’ mismos como buenos, perciben las cosas
espirituales como locura y a Dios, como no merecedor de ser buscado. Ellos no
ven ninguna raz—n para temer a Dios y piensan que su carencia de paz es debido
a una carencia de placer.
A muchos de los que
disfrutaron de este ensayo,
tambiŽn les gust— nuestro libro
S’, Jesœs
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