ÀEs la l—gica es un absoluto?

por

Roger  Smalling, D. Min

www.espanol.visionreal.info

 

      Existe una peque–a categor’a de realidades que podemos llamarla primordial. Estas ÇrealidadesÈ no requieren una prueba de su existencia fuera de s’ mismas. Entre estas est‡n el tiempo y el espacio. Tomemos el espacio como un ejemplo. El espacio vac’o existir’a aun si nada m‡s existir’a. No es necesario explicarlo. No tenemos que probarlo.

Sencillamente hablando, estas realidades son, y punto.

El tiempo es otro ejemplo de una realidad primordial. Si definimos el tiempo como las proporciones relativas de cambio entre los objetos materiales, tendr’amos que concluir que el tiempo no podr’a existir sin la materia. O, que la existencia de la materia obliga la existencia del tiempo. Los dos son inseparables. Se podr’a decir que el tiempo es intr’nseco a la materia, o que la materia es la instigadora del tiempo.

La l—gica tambiŽn es una realidad primordial, y soporta la misma clase de relaci—n con la existencia como sucede con la materia y el tiempo. La l—gica es intr’nseca a la realidad. Siendo as’, la l—gica no requiere de justificaci—n para su existencia, porque la realidad es la instigadora de la l—gica. El mero hecho de la existencia de cualquier cosa que sea, autom‡ticamente pone a la existencia en relaci—n con la no existencia.

Esta relaci—n es l—gica misma, porque la existencia versus la no existencia, es el fundamento de la l—gica.

Por esta raz—n la proposici—n m‡s b‡sica de la l—gica es la siguiente: ÒUna cosa es lo que es, y no es lo que no es.Ó Arist—teles lo puso m‡s formalmente de esta manera: ÒA no es no A al mismo tiempo y en la misma relaci—nÓ. Un ‡rbol es un ‡rbol y no un no ‡rbol. No es un perro, un pez o una nube. Un ‡rbol es un ‡rbol. Esta declaraci—n es al mismo tiempo realidad y l—gica. Esta es la ley b‡sica de l—gica, conocida como la ley de las no contradicciones.

Ocasionalmente, escuchamos que los griegos inventaron la l—gica. Se dice esto espec’ficamente de Arist—teles. Esta afirmaci—n es claramente absurda. ÀFue toda la humanidad irracional antes de los griegos? O mejor todav’a, ÀInventaron los griegos la realidad?

Una cosa que no tiene sentido puede ser definida como una no realidad. As’, la irracionalidad puede ser definido como la no realidad. Irracionalidad y ficci—n son conceptos hermanos. La l—gica, por lo tanto, es la concepci—n verbal o mental del mundo real.

En este punto, debemos hacer una digresi—n para aclarar un malentendido comœn. Cuando hablamos acerca de la l—gica en el sentido b‡sico de la existencia versus la no  existencia, no nos estamos refiriendo a una actividad de la mente. Una estrella existe si la percibamos o no.

Muchos relativistas y tambiŽn los de la nueva era, exceptuar’an esto ya que piensan que no hay una realidad objetiva fuera de sus propias mentes. Tal objeci—n parece mas como una enfermedad mental que una discusi—n filos—fica seria. Por el momento, podemos poner a parte esta objeci—n con la simple pregunta, ÒÀTiene alguna de sus propias objeciones una realidad objetiva, o son ellas tambiŽn imaginaciones de su propia mente?Ó

La diferencia entre la realidad y la mente es la distinci—n entre un paisaje y una fotograf’a de aquel paisaje. La fotograf’a no es el paisaje sino solo una representaci—n de aquel. Hay un sentido de concepci—n mental en el cual los dos son inseparables, pero no los mismos. ÀHabr‡ tomado alguien una foto de un paisaje que no exist’a? La mente puede crear nada m‡s que representaciones de la realidad, no las realidades mismas.

Igualmente, ÀQuien afirmar’a que un paisaje no existe porque nadie ha tomado una foto de Žl? De la misma manera, la ley b‡sica de la l—gica existe independientemente de la mente por la misma raz—n que una estrella puede existe en la ausencia de una mente que la perciba. Debemos tener claro que no es la mente la que produce la ley b‡sica de la l—gica sino la realidad misma.

As’, la l—gica no requiere ninguna validaci—n. De la misma manera como el espacio y el tiempo no necesitan validaci—n, puesto que no hay existencia sin ellos, tampoco la l—gica necesita validaci—n fuera de s’ misma. Ser’a absurdo intentar de probar que el tiempo no existe, porque tal intento ocupa tiempo para hacerlo. Es igualmente insensato tratar de invalidar la l—gica, porque se requiere la l—gica misma para hacerlo.

Todas las declaraciones a continuaci—n, demuestran el lazo entre la l—gica y la realidad.

La l—gica es la formulaci—n mental de proposiciones sobre la existencia

Es posible confundirse acerca de la relaci—n entre la ley b‡sica de la existencia y la mente, porque se habitœa pensar en la existencia como una proposici—n. (Una proposici—n, en el estudio de la l—gica, significa una declaraci—n que constituye las bases de un argumento).

Pero la ley de non contradicciones, de la manera como est‡ expresada arriba, no es una proposici—n en este sentido. Por tanto, algunas personas (como los del movimiento que se llama la nueva era) normalmente tratan a la ley de no contradicciones simplemente como una opini—n, en lugar de considerarla como la realidad inevitable que verdaderamente es.

ÀPor quŽ es inevitable? Trate de elaborar un solo pensamiento sin la l—gica. Es imposible.

La mera existencia de algœn pensamiento lo pone a si mismo en relaci—n con el no pensamiento. Esto involucra autom‡ticamente a la ley de la existencia.

La l—gica es inevitable por otra raz—n tambiŽn. Sabemos que la conclusi—n de un argumento es verdadera, si las premisas son verdaderas. Pensamos as’ porque nuestra mente simplemente no puede hacerlo de otra manera. La l—gica entra el instante de que comenzamos a pensar. Es imposible impedir que entre.

La l—gica es el œnico medio para evaluar o descubrir la verdad

Debido a que la base entera de la l—gica es la existencia misma, estamos obligados a usar la l—gica para ÇprobarÈ las cosas. Esta compulsi—n no es un accidente de la naturaleza humana, ni una elecci—n filos—fica, ni tampoco un producto de la cultura. No podemos evitar el uso de la l—gica si vivimos en la realidad.

Cuando decimos prueba, queremos decir que podemos demostrar que algunas cosas son reales sean observables o no. Estamos afirmando que la conclusi—n del argumento es real, si las premisas son reales, incluso si no vemos con los ojos esa conclusi—n.

A la inversa, cuando decimos que una verdad es probada, queremos decir que hemos demostrado la correlaci—n entre la proposici—n y la realidad que la proposici—n representa. En otras palabras, hemos usado la l—gica.

Esto es suficientemente obvio. Lo que no es tan obvio para algunas personas es que no habr’a otra manera posible de probar cosa que sea.

Independientemente de la fuente de nuestros datos, estos deben estar correlacionados con la realidad de alguna manera. De lo contrario no podr’amos aceptarlos como reales ni tampoco como cre’bles. Sin esta correlaci—n, la mente debe rechazar estos datos como no reales, es decir, falsos. La mente exige algœn mŽtodo para hacer esa correlaci—n. Ese mŽtodo es la l—gica.

Supongamos que decidimos que existen otros mŽtodos para correlacionar los datos de la realidad, tales como una revelaci—n divina. Nos vemos incomodados entonces por la pregunta: ÒÀQuŽ l—gica le lleva a uno a afirmar eso?Ó La gente que afirma la existencia de otros mŽtodos para validar la verdad, invariablemente usa la l—gica para validar esa misma afirmaci—n.

Suponga, por ejemplo, que la fuente de sus datos es de verdad una revelaci—n divina. ÀCambia esto la necesidad de la l—gica para validarla? No.

Aœn si los datos son divinos, la mente debe correlacionarlos con la realidad para que eso sea entendido o cre’do.

Por lo tanto, los datos en cuesti—n, aunque divinos, aœn est‡n sujetos al principio b‡sico de la existencia. Ellos existen versus la no existencia.

Su misma existencia los sujeta a la primera ley de la l—gica. De esta manera, la revelaci—n divina no se puede escapar a esta ley de la misma forma que cualquier otro dato no puede.

As’, en tŽrminos de necesidad para correlacionar los datos por medio de la l—gica, no importa que la mente de Dios sea ÇsuperiorÈ a la nuestra, ni que nuestra mente se derive de la Suya, ni que El sea la primera causa de todo. Estos factores son irrelevancias. Un dato es aœn un dato, que provenga de Dios o no y tiene su existencia versus la no existencia.

Debido a que ningœn dato, inclusive los divinos, no pueden escaparse de esta ley b‡sica, se concluye que la l—gica es el œnico medio posible para probar la realidad de estos. No importa que clase de verdad se est‡ probando, sea divina o cualquier otra. Si existir’a cualquier otro medio de prueba que no sea este, entonces por definici—n, ser’a este un medio no l—gico, es decir, il—gico. Por lo tanto, no tiene sentido afirmar la existencia de cualquier otro medio para probar cualquier verdad, a no ser que sea la l—gica misma.

La l—gica y la raz—n no son la misma cosa

Un cierto mal entendido comœn tiende a intervenir a este punto en la discusi—n. Solo porque una persona piensa que una l’nea de argumentaci—n es l—gica, no significa que lo sea.

Eso ser’a como decir que una cosa es real si una persona imagina que lo es.

ÀExisten los caballos que vuelan porque alguien lo cree? La raz—n es la habilidad relativa de manipular correctamente las leyes de la l—gica para arribar a conclusiones v‡lidas. Mientras las leyes de la l—gica son absolutas, nuestras habilidades para manejarlas no lo son. Esta habilidad var’a de una persona a otra. Todos cometemos errores de l—gica.

Esto no es culpa de la l—gica. La culpa est‡ en nuestras habilidades.

Algunas personas se refieren a los fil—sofos como personas que han llegado a conclusiones muy extra–as a travŽs de una supuesta l—gica. Supuestamente tales ejemplos demuestran que la l—gica en si no es un medio muy confiable para asegurar la verdad. Los cristianos, por ejemplo, se refieren a los fil—sofos ateos y sus razonamientos como ejemplos de como la l—gica puede fallar para llegar a la verdad.

Hay dos problemas con esta actitud. Primero, se asume que las l’neas de razonamiento de los ateos son en efecto l—gicas. El examen de aquellas l’neas a travŽs de una aplicaci—n genuina y consistente de las leyes de la l—gica, invariablemente muestran que no son tan l—gicas del todo. O, aun si son consistentemente l—gicas, est‡n basadas en presuposiciones no verificables.

Segundo, tales cristianos olvidan que ellos mismos est‡n tentados a usar una l’nea de l—gica para probar un argumento. Est‡n usando la l—gica para minimizar el valor de la l—gica. Hay un tŽrmino en filosof’a para describir esto. Se llama embuste.

Todos cometemos errores l—gicos. Muchas formas existen para cometerlos.

Se han escrito libros voluminosos sobre falacias l—gicas. Estas falacias, por supuesto, no invalidan la l—gica, solamente muestran que la l—gica es una cosa fr‡gil. Pero, Ày quŽ? ÀPor quŽ la fragilidad tiene alguna relaci—n necesaria con la validez? Quiz‡s es una buena cosa que sea fr‡gil porque conociendo esto nos ayuda a manejarla con cuidado.

La verdad y la validez no son la misma cosa

Si las premisas de una l’nea de argumento est‡n unidas consistentemente y la conclusi—n sigue exactamente, entonces se dice que la conclusi—n es Çv‡lidaÈ.

ÀQuŽ si las premisas son, en efecto, no verdaderas? ÀAfecta esto la ÇvalidezÈ del argumento? No del todo. Porque la validez y la verdad son diferentes.

Cuando decimos que un argumento es v‡lido, queremos decir que su forma es correcta. Esta declaraci—n sobre la validez no es un endorsa miento de la verdad de las premisas.

Ejemplo:

á      Todos los hombres tienen doce dedos.

á      Juan es un hombre.

á      Por tanto, Juan tiene doce dedos.

Suponga que conocemos a Juan y descubrimos que solo tiene diez dedos. ÀInvalida esto el argumento? No, porque la forma es correcta.

ÀEs la conclusi—n verdadera? De nuevo, la respuesta es no, porque la primera premisa no es verdad. (No todos los hombres tienen doce dedos).

Por tanto, es posible que un argumento sea v‡lido pero no verdadero. Es tambiŽn posible que la conclusi—n de un argumento no v‡lido sea perfectamente verdadera. La gente a veces llega a conclusiones perfectamente verdaderas partiendo de una l’nea dudosa de l—gica. Esto es accidental por supuesto, pero no cambia la verdad de la conclusi—n. Juan puede tener doce dedos, aunque es falso que todos los hombres los tienen.

Personas se confunden a veces a causa de esta distinci—n entre validez y verdad. Podemos imaginarnos bien l—gicos porque llegamos a la verdad a travŽs de la l—gica, cuando en efecto nuestra l—gica puede contener falacias. O, podemos llegar a conclusiones firmes y permanentes, totalmente falsas, basadas en una l—gica impecable porque hemos aceptado premisas falsas.

La l—gica de Dios no es diferente de la nuestra en su naturaleza esencial

Dios mismo sabe que Žl no puede existir y no existir al mismo tiempo. Esto es tanto como una manifestaci—n de la ley b‡sica de la existencia como cualquier otro dato. ƒl existe versus la no existencia. Puesto que esto es la naturaleza esencial de la realidad y si decimos que Dios es la base de la realidad como la primera causa, entonces se sigue que la naturaleza de la l—gica de Dios no puede ser esencialmente diferente de la nuestra.

Note que dije: Diferente en naturaleza. No dije diferente en contenido ni diferente en precisi—n. Para razonar del todo, se requiere datos.

Mientras m‡s datos tenemos, tambiŽn tenemos m‡s bases para conclusiones l—gicas. La habilidad para correlacionar los datos determina la exactitud de la conclusi—n, es decir, ausencia de falacias. Si Dios sabe todas las cosas, (posee todos los datos) y es todopoderoso (tiene habilidad infinita), entonces El nunca comete los errores de l—gica que nosotros cometemos. Pero estos asuntos de contenido y precisi—n aunque concomitantes con la l—gica, son sin embargo diferentes de la cuesti—n de la esencia natural de la l—gica misma.

Dios no esta limitado por la ley de las no contradicciones

Para sugerir que la ley de las no contradicciones limita a Dios, necesitar’amos demostrar primero que esa ley en s’ misma es limitada.

Puesto que la ley de las no contradicciones es una reflexi—n de la existencia misma, entonces ser’a absurdo de hablar de ÇlimitacionesÈ en ella.

Tendr’amos que asociarla con algo finito para hacerla limitada. DespuŽs de todo, la existencia no es la no existencia al mismo tiempo y en el mismo respecto. ÀC—mo puede esa declaraci—n poseer una limitaci—n?

La œnica forma de limitar la ley de las no contradicciones ser’a hacerlo matem‡ticamente. Demostrando que las posibilidades inherentes en Žsta son matem‡ticamente finitas, sin embargo por m‡s grande que e sea el nœmero, concluir’amos que Dios no est‡ ÇlimitadoÈ por ella, puesto que Žl es infinito. No veo como tal limitaci—n matem‡tica es posible con una simple proposici—n como esa.

Por tanto, es absurdo hacer la pregunta, ÒÀEst‡ Dios limitado por la ley de las no contradicciones?Ó Tal pregunta simplemente no tiene significado.

En resumen, si la ley de las no contradicciones es ilimitada en sus posibilidades entonces es insignificante afirmar que estamos limitando a Dios por decir que Dios usa esa misma l—gica y ningœn otra.

La ley b‡sica de l—gica existir’a si alguna cosa existe absolutamente

Si alguna cosa existe, aun si esta Çalguna cosaÈ es solo Dios, entonces la l—gica existe forzosamente. La existencia versus la no existencia es, en realidad, la l—gica.

Parece absurdo afirmar que algo podr’a existir si Dios no existiera. Pero hablando hipotŽticamente, ÀExistir’a la l—gica si algo que exist’a, aunque Dios no exist’a? La respuesta por supuesto, es si. Como arriba, el mero hecho de la existencia est‡ en contraste con la no existencia, no importa la cosa existente de que estamos hablando.

ÀHace esto a la l—gica, de alguna manera, superior a Dios? No. De la misma manera que Dios llena todo el espacio y el tiempo, de la misma manera Žl llena toda la l—gica. Sencillamente ser’a un absurdo sostener que la l—gica es superior a Dios, porque ella es una realidad primordial, como si dir’amos que el espacio infinito es superior a Dios. Si Žl lo llena todo, como siempre lo ha hecho, entonces ella no puede ser superior a pesar de ser una realidad primordial.

La l—gica es el œnico punto de comienzo valido en nuestro entendimiento de cualquier cosa, incluyendo a Dios

Algunas ramas de la cristiandad considerar’an esta declaraci—n un sacrilegio. Se supone que la fe es el punto inicial de todo lo que tiene que ver con Dios. Esto suena muy bonito pero contiene un problema. ÀCon quŽ —rgano de nuestra anatom’a decidimos que la fe es primero? ÀNo es la mente nuestra? Entonces la mente, y la l—gica que contiene, precede la fe. Por lo tanto la fe es cronol—gicamente secundaria al entendimiento de cualquier cosa, incluyendo a Dios.

A prop—sito, la prioridad cronol—gica no tiene nada que ver con la supremac’a. Solo porque la l—gica, por necesidad, viene primero no la hace superior a Dios.

El verdadero conocimiento de cualquier cosa, incluyendo el conocimiento de Dios, comienza con la l—gica. No se puede comenzar en ninguna otra parte.

Es por lo tanto una enorme absurdidad afirmar que ningœn conocimiento verdadero es alcanzable sin asumir primero la existencia de Dios. Ser’a m‡s exacto decir que ningœn conocimiento verdadero es posible por una asunci—n de este tipo, porque esta asunci—n niega la prioridad absoluta y la validez de la l—gica y por lo tanto de la realidad misma.

Entonces, de d—nde viene la fe? La l—gica puede guiarnos a la conclusi—n de que la fe es necesaria. Pero no puede proceder m‡s all‡. Nos dice que es racional confiar en Dios, pero la l—gica no puede obligarnos tomar ese decisi—n. Eso es cuesti—n de voluntad, no de l—gica.

ÀEs la dialŽctica una forma de l—gica?

No. La dialŽctica es una forma de il—gica.

El fil—sofo alem‡n Hegel, quien muri— en 1804, invent— una forma supuestamente superior de razonamiento que revolucionar’a la filosof’a. Su impacto en realidad ha sido revolucionario. El materialismo dialŽctico, llamado comunismo lo usa para su base filos—fica. El protestantismo liberal lo usa para deducir varias de sus teor’as. El te—logo Pablo Tillich lo llam—, el mŽtodo protestante. En la filosof’a, la dialŽctica es el fundamento del relativismo y de todas las formas del pensamiento postmodernista que se derivan de Žl.

La dialŽctica sigue un patr—n triangular: Tesis ˆAnt’tesis  ˆ S’ntesis. La tesis se refiera a cualquier proposici—n que afirma una supuesta verdad.

Ejemplo:

ÒBlanco es un color buenoÓ.  Esto es la tesis.

ÒNegro es un color maloÓ.  Esto es la ant’tesis.

 ÒGris es mejor que ambosÓ. Esto es la s’ntesis, la cual es una mezcla de las dos. La s’ntesis entonces se convierte en una nueva tesis, la cual produce una nueva ant’tesis, ad infinitum.

Un ejemplo m‡s concreto es este:

á      Tesis = La cristiandad tiene algunos elementos buenos

á      Ant’tesis = El comunismo tiene algunos elementos buenos, aunque opuestos a la cristiandad.

Tomemos los elementos buenos de ambos y hagamos algo superior con ellos.

ÀResultado?

S’ntesis = El evangelio social de Rauschenbusch o la teolog’a de la liberaci—n de GutiŽrrez. No me estoy inventando esto. Estos hombres llegaron a su as’ llamada Çteolog’aÈ exactamente de este modo y as’ lo dijeron en sus escritos.

Por encima, la dialŽctica parece un proceso razonable. ÀC—mo entonces podemos decir que es una forma de il—gica?

El problema central con la dialŽctica es que no existen normas preestablecidas para decidir que es bueno o malo en las proposiciones. ÀQuiŽn decide que es ÇbuenoÈ? ÀQuien o quŽ tiene la autoridad para dictar esta norma? Nada dentro de la dialŽctica dialŽctica nos da pistas.

En este punto, los dialŽcticos responden constantemente: ÒEl individuo decide.Ó ÀPor quŽ un individuo? ÀPor quŽ no dos individuos, o diez miel o todos ellos? ÀPor quŽ no una ruleta rusa? El problema con la dialŽctica es que esta no puede validarse en la misma forma que puede la ley de las no contradicciones.

ÀQuŽ metodolog’a debemos usar para validar o invalidar la dialŽctica? ÀLa ley de las no contradicciones? Por supuesto que si! ÀQuŽ m‡s hay? No podr’amos usar la dialŽctica misma porque ser’a un razonamiento circular.

Los dialŽcticos constantemente usan la ley de las no contradicciones para intentar validar la superioridad de su mŽtodo, y por tanto se contradicen. ÀPor quŽ usar el mŽtodo supuestamente ÇinferiorÈ  para validar lo supuestamente ÇsuperiorÈ ?

La ley de las no contradicciones se valida a s’ misma en una forma en que la dialŽctica nunca puede. Es consistente usar la ley de las no contradicciones para validarse a si misma debido a su conexi—n intr’nseca con la realidad. La realidad misma es autovalidada. Por lo tanto, la expresi—n proposicional de realidad, la ley de no contradicciones, es auto validada.

Resumen

La naturaleza de la l—gica es la realidad misma por causa de la existencia misma. Cualquier cosa que existe, no importe cual sea, existe versus la no existencia. Esta es la premisa esencial de la l—gica. La negaci—n o desestimaci—n de la l—gica es una negaci—n o desestimaci—n de la realidad misma.

Ninguna verdad, por lo tanto, puede ser descubierta o evaluada sin la l—gica, debido a que el tŽrmino verdades es una afirmaci—n sobre de la realidad de algo. La l—gica no es s—lo el mejor medio para evaluar la verdad, sino que es el œnico. Por la naturaleza del caso, es el œnico medio de evaluaci—n para la verdad que podr’a existir.

La l—gica se hace indispensable por la misma raz—n que nosotros no podemos deshacernos de la realidad misma sin deshacernos de nuestra propia existencia.

La naturaleza esencial de la l—gica, por lo tanto, puede ser descrita como una realidad primordial que no requiere m‡s validaci—n que la realidad misma.

 

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